Borrar

OCTAVIO CHACÓN SE GANA LA GLORIA

BARQUERITO

Martes, 5 de junio 2018, 00:23

Con la excepción de un gigantesco cuarto basto, badanudo y cabezón, hechuras impropias del encaste, la corrida de Saltillo fue de muy buenas hechuras, bonita de ver. Cárdenos los seis, la piel muy fina. Y las puntas también. Las caras abiertas y ligeramente pasos todos salvo el primero y ese destartalado cuarto que parecía de otra corrida y fue, por cierto, toro predador y de sentido. Hondo, el sexto fue más toro que los cuatro restantes. Y de esos otros cuatro, el primero ganó en armonía a todos.

Un primero nervioso de salida, que derribó en la primera vara y se enceló con el caballo caído, que guerreó en dos varas más de muy desigual empleo para volver sin irse del todo nunca. El celo con el caballo se tuvo por fijeza y fue, por tanto, toro de público. Por la mano izquierda fue intratable y en la mayoría de las contadas bazas en que Octavio Chacón pretendió convencerlo -el engaño por delante- el toro se le vino al cuerpo sin más y casi en tromba.

Octavio Chacón. El hombre de la corrida, en cuya historia dejó escrito su nombre e impreso sello de lidiador fuera de serie. Por saber lidiar, y por hacerlo con la pericia y el talento de que dio muestra insuperable el torero de Prado del Rey, un torero puede convertirse en una sola tarde en lo que se entiende por torero de Madrid. Una consagración inesperada porque, desalojado del circuito español, Chacón se vio obligado a mantenerse en activo firmando corridas en el Perú andino y, sobre todo, en los reclamos de la Francia torista: Vic Fezensac, Ceret, Alés, Orthez, San Martín de Crau.

Los doce lances de dentro afuera y marcados con las bambas del capote con que dejó fijado al primer saltillo en los medios fueron de tal primor que se subrayaron con una ovación muy cerrada. No se había visto en toda la feria lidiar de salida con tal calidad ni tanta autoridad. La sobriedad y el acierto con que resolvió la colocación en el tercio de varas fueron modélicas. Y, encima, a tercio cambiado, la guinda de un gracioso quite por delantales abrochado con media. El toro tuvo por la mano derecha son del bueno, Chacón lo toreó muy despacio, le ligó hasta tres tandas en redondo y lo tuvo en la mano casi a su antojo, lo lució y hasta quiso tapar su peligro por la mano izquierda.

Por ella aguantó dos acostones terribles antes de cuadrar con lindos recortes. Una estocada tendida de muerte demorada, el toro en tablas y alerta, tanto que al sentir al puntillero delante se levantó hasta dos veces antes de morir. Un aviso. Hubo pañuelos sobrados para la oreja, ganada tan a pulso, pero el palco interpretó, y mal, que la demanda era de vuelta para el toro. Chacón fue obligado a dar una vuelta al ruedo de clamor.

Toda la tarde estuvo Chacón atento a la lidia de una corrida perversa por su clamorosa falta de fijeza, por sus arreones descompuestos e imprevisibles, por su peligro. Fue corrida difícil de lidiar, de picar, de banderillear, de muletear y hasta de apuntillar porque, incluso echados en tablas, se defendieron todos los toros. Todos sin excepción. Chacón solo pudo torear por delante y sobre las piernas al cuarto, que se vino por él unas cuantas veces, le llegó a rasgar el capote de brega en dos, desde la esclavina hasta la bamba más tangente, le partió el estaquillador de la muleta y le hizo regates. Una estocada de gran habilidad liquidó el asunto. Sacaron al torero gaditano a saludar al tercio.

Se celebraron sus discretas apariciones en segundo plano para ayudar y apoyar a Esaú Fernández y Sebastián Ritter en momentos de apuro. Esaú se vino abajo y pareció arrepentido de haber firmado esta corrida. Ritter, en cambio, estuvo valentísimo. Tan valiente como sereno. Entero para superar la adversidad que supuso vérselas con dos toros que no atendieron a engaño, que se iban de suerte, protagonistas de reacciones incontrolables. Pues a pesar de eso acertó a templarse el torero de Medellín con el capote -lances cortos de manos bajas bien tirados, una larga soberbia en un quite al segundo- y con la muleta en dos trasteos frustrantes pero salpicados de compás suelto y aire muy sereno. Y una verdad sin tacha al irse detrás de la espada.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariosur OCTAVIO CHACÓN SE GANA LA GLORIA