

Secciones
Servicios
Destacamos
sebastián arteaga
Domingo, 27 de septiembre 2020, 00:37
Atrás quedaron los tiempos de futbito y canalleo en las placitas de El Palo y el Rincón. Isidro Ramos, más conocido como Easy-S, tiene ... ahora la lupa puesta del hip-hop nacional. Como ya hicieran el resto de los miembros del colectivo Space Hammu, toca estrenar ópera prima. Y lo hace sabiendo que es uno de los raperos más respetados del panorama, referenciado por los mejores. Mas no queda ahí la cosa, porque Easy-S cuida de Quartier, su negocio de tatuaje, peluquería y ropa urbana, como el primer día. Y aunque las cosas le vayan bien, no se relaja, pues nunca lo tuvo fácil. Sigue proactivo, inquieto, rapeando, tatuando, dibujando y hasta diseñando bambas. Sigue también luchando contra la desmotivación que promueve el sistema actual, contra sus propios miedos. Pero entre tanto, aprovechamos para desayunar juntos en el bar más querido de la zona. No se le caen los anillos.
–Rapero, tatuador y empresario. ¿Qué te falta por conseguir?
–Pues muchas cosas, hermano, en la vida me faltan muchas cosas por conseguir. Por ejemplo, me gustaría aprender más idiomas, que solo se inglés. Me gustaría tener mi casita comprada, que no la tengo. Y ciertas cosas que quizás son más personales, pero aún siento que necesito hacer mucho más. Por ponerte un ejemplo, un colega mío de aquí al lado, ingeniero, ha fabricado su propio avión y ha conseguido hacerlo volar. Todo lo que tenga que ver con la artesanía me flipa también. De hecho, una cosa que me gustaría aprender es sobre joyería y orfebrería. Me encantaría aprender a fabricar y diseñar anillos, cómo funciona todo el proceso. Se me daría bien, estoy casi seguro al cien por cien.
–¿Tuviste más a.k.a además de Easy-S?
–Siempre ha sido Easy, tío. Antes tenía otros nombres para el grafiti, pero no lo eran como tal. Yo cogía el abecedario entero y descartaba las letras que no me gustaban, escogía las que quedaban mejor, las combinaba y con ellas me creaba un nombre para pintar, pero nadie me conocía. Siempre he sido Easy [Isidro], hasta mi madre me llama así. Hubo un momento, en el que, pintando un grafiti, me di cuenta: «Tengo que pintar mi nombre, quizás camuflarlo un poco, pero hacer que quienes me conocen, sepan que soy yo»
–¿Cuál fue la primera persona a la que tatuaste?
–Fue a mí, y posteriormente, a Raggio. Le hice un Method Man con líneas gruesas, sin realismo ni nada.
–O sea, que el primer motivo que tatuaste sobre la piel de otra persona estaba absolutamente relacionado con el rap.
–Exacto.
–'Countach 93' comienza diciendo que en 2010 diste tu primer show. 10 años después, lanzas tu primer disco durante una pandemia, y Toteking dice que eres el rapero con más futuro de tu generación. La presión y eso bien, ¿no?
–No tengo mucha presión, hermano (sonríe). A ver, tengo ese nerviosismo, esa especie de ansia por querer soltar lo que has ido trabajando durante un tiempo. Presión es montar el negocio este que tenemos y ves desde aquí, y sentir que al principio sueltas una cantidad importante de dinero a la deriva, mientras piensas si serás capaz de cubrir todos los gastos.
–¿No te sientes entonces evaluado cada vez que sacas un trabajo?
–Sí, claro que me siento evaluado, pero no me da presión. A mi lo que me da presión son las cosas importantes de la vida. Que mi madre tenga que hacerse una prueba médica, por ejemplo. Pero la presión propiamente dicha, el miedo y esas cosas, me dan cuando pasan cosas serias de verdad. La música es simplemente una exposición a la que uno se tiene que acostumbrar, digan cosas buenas o no de ti. Lo demás queda fuera.
–Es obvio que entre tú y Tote existe una fuerte conexión, más allá de rimas, agujas y tinta. Hay incluso oyentes que piden un trabajo entero juntos. ¿Por qué crees que habéis conectado tan bien?
–Pues mira, creo que hemos conectado tan bien porque, desde cuando yo era chaval, al haberlo escuchado tanto, la primera vez que hablé con él sentía que lo conocía a tope. Parte de mi carácter y mi forma de ser fue heredada por él. Él congenió conmigo porque su manera de entender las cosas también formaba parte de mí. Un día, mientras estaba tatuándole, le comenté en broma que en los conciertos que daba hace años, era capaz de hacerle los coros a todos sus temas; pero era cierto. Ejerció una influencia tremenda en chavales de mi quinta, y además mi perfil estructural familiar es muy similar al suyo. Familias de izquierda que apostaron por la lectura y con una actitud luchadora, resolutiva y curiosa ante la vida. Eso sí, no soy tan seguidor del básquet como él (risas). Que me gusta, oye, pero yo siempre he sido más de fútbol, que es con lo que me he criado en esta zona.
–Realmente transmitís una amistad verdadera.
–Claro. Hay un montón de cosas que nos preguntamos y decimos, hablamos un montón. Pero no nos damos las típicas palmaditas en la espalda, que eso pasa mucho en el rap. Nuestros amigos y la experiencia siempre nos han enseñado a ser humildes y a controlar el ego, estamos vacunados contra eso. Somos adultos.
–¿Qué es lo que más valoras de él? ¿Y él de ti? No vale un «pregúntale a él». Mójate.
–Lo trabajador que es, tío. Es muy currante. Yo también lo soy, pero de distinto modo. Él es más metódico, ordenado, minucioso, y yo parto más de cierto desorden, a través de un comportamiento más lateral. Yo voy más al grano, y no me quita el sueño algo que no considero clave. Creo que él valora mi carácter «multiusos». Durante un verano en Marbella, vio que sabía poner el suelo de un local que reformamos. «Cabrón, además de rapear, dibujar y tatuar, ¿también sabes hacer eso?», me decía.
–¿Una imagen vale más que mil palabras? Tú usas ambas.
–Hombre, quizás una imagen vale más que mil palabras, pero no más que mil dos. ¿Sabes lo que te digo? Creo que tiene que existir cierto baremo. No puede valer igual una foto que un libro. Creo que una foto es el equivalente a un capítulo.
–¿Si tuvieras que abandonar una disciplina, cuál elegirías: rap o el tatuaje?
–Depende del momento de mi vida en el que me pilles, tío. Si me pillas con 50 años, probablemente te diría que el rap. Si la prioridad fuese vivir en el campo tranquilamente, con los churumbeles correteando por allí, el tatu exige una vida más ordenada, no está tan llena de altibajos como la música, no sales de gira cada fin de semana. Sí que me dedicaría al rap de otra forma, siendo productor. Pero no creando instrumentales, sino productor en el sentido de juntar a personas, estructurar canciones, ayudar en cuestiones de marketing, llevar a artistas, potenciar sus trabajos, etc. Con mi edad, si me dejan elegir y si en ambas cosas me va bien, seguiría haciendo rap. Pero nunca dejaría de tatuar.
–En redes te citas a ti mismo en pantomima, explicando con todo lujo de detalles el origen conceptual del disco, poniéndolo 'easy', o todo lo contrario, de cara a ser entrevistado. ¿Qué es lo que menos te gusta de crear un disco?
–Uy, es que crear un disco está bien guapo. Soy ese tipo de tío al que le gusta currar. Pero fíjate, te diría cosas que no me gustan de los conciertos: ese momento previo en el que estás en el 'backstage' antes de salir, el malestar ese del día antes… no me jode, pero podríamos llegar a decir que no me agrada del todo el proceso.
–Curioso. El artista siempre suele romantizar ese tipo de momentos. Tú estás diciendo que no es oro todo lo que reluce.
–Así es. La gente llama estrés a cuando tiene mucho trabajo, la falta de tiempo o los problemas diarios del día a día. Yo lo entiendo como algo más físico. ¿Sabes esa sensación de cuándo recibes una llamada con una mala noticia y el cuerpo empieza a revolucionarse? Esa mierda es, lo que, para mí, repetidas veces durante toda tu vida, te puede causar un cáncer o algo similar, ¿entiendes? Que ese desgaste físico y mental, que esos picos emocionales tan fuertes los tenga cada fin de semana, me cortan un poco el rollo. Cuando estoy en el estudio, decido yo.
–A lo largo del disco repites varias veces la expresión 'Easy come, easy go'. ¿Qué es lo más difícil y valioso de mantener?
–Las personas a las que quieres. Ganar tres mil euros al mes puede ser relativamente fácil, sacrificando, invirtiendo, estudiando, esforzándote. Pero mantener a toda la gente que te importa, tener cincuenta años y seguir contando con las mismas personas que cuando tenías veinte, eso es mucho más difícil.
–Interesante. Podrías haber hablado de la tranquilidad, la paz, la felicidad…
–No, yo no quiero estar tranquilo hermano, yo en mi vida quiero un poquito de caos, si no estaríamos muertos (risas)
–En dialecto piamontés, la expresión 'Countach' se usa para mostrar asombro ante algo bello, a modo de piropo. ¿Cuál es la mayor cualidad que se puede tener?
–La humildad de Ferruccio Lamborghini, el campesino que pasó de fabricar tractores a convertirse en un símbolo del automovilismo deportivo. En el propio disco cito el fragmento de una entrevista de los 90, en la que se cuenta como Ferruccio no se cortó un pelo en mirarle de tú a tú a Enzo Ferrari. Cuando ya alcanzó fama y fortuna, con 75 años Ferruccio tenía por costumbre acoger a periodistas en su propia finca. Hay una anécdota al respecto que cuenta cómo él mismo, tras ser entrevistado por dos periodistas, fue quien sirvió el café tras el almuerzo. Posteriormente, los entrevistadores publicaron: «Imagínate a Enzo Ferrari haciéndote café y sirviéndote en la mesa. Sería más fácil pellizcar el vidrio». Esa historia para mí es clave.
–La portada del disco tiene mucho de 'collage' neorrealista americano y de cubismo sintético, reuniendo en ella todo lo que te rodea. ¿Qué más incluirías en ella?
–Yo mismo he diseñado la portada, así como el 'collage' de forma física. Lo fotografié y empecé a retocarlo para el disco. Aunque pienso que todo lo que aparece en la portada es todo lo que me rodea, me hubiese gustado incluir algo que no cupo: el interior del motor del 'Countach'. Mismo motor, distinto diseño. Así entiendo yo mi música: la esencia es la misma, pero cambiamos, mejoramos y pulimos el resto.
–Tú mismo lo describiste en redes: «No quiero hacer un disco experimental. Quiero hacer un disco de rap, pero que suene a nuevo»
–Ahí estamos. Al tener una mezcla de varias influencias, se combina lo más clásico con lo más rompedor. Es como ver salir de un Mercedes Clase E a un chaval con la gorra para atrás. O de combinar tatuajes de línea negra, más 'talegueros', por así decirlo, con un conjunto Polo. Siempre me ha gustado el contraste de las cosas.
–Siempre te has caracterizado por equilibrar el 'egotrip' con la crítica social, siendo el Guy Ritchie de Space Hammu, pero últimamente tus letras tienen también un peso psicológico notable. ¿Se viene la treintena, o qué está pasando?
–Creo que, si hay carga psicológica en el tema y pasas de soltar una barra a contar una historia, el mensaje cala el triple, que es lo que ocurre en 'No', por ejemplo, donde te metes dentro de la situación. Aunque para mí, el que mejor juega con la psicología es Foyone. La manera más dura de meterte dentro de una historia e imaginarte paisajes y situaciones es con su música, sin duda.
–También nos cuentas en el disco que sigues escuchando a Sicario con la ventana abierta del coche.
–Puff, me alegra mucho haberlo nombrado. Yo he aprendido de todos ellos. Da pena como a veces todo se volatiliza y se olvidan de algunos maestros. Durante un tiempo, para mi fue el rapero más duro de España. 'La Ley de Ohm' sigue siendo una obra impecable.
–¿Cuándo sabes que una canción está terminada?
–La pregunta quizás sería: «¿cuándo sé que hay canción?». Si escribo cuatro barras a raíz de una base que me inspire, sé que hay tema. Si el 'hook' del estribillo es bueno, voy haciendo que todo gire a su alrededor, dure uno, tres o siete minutos.
–«Los cerdos de la tele no empatizan ni un poco, y echan los balones fuera para rascar cuatro votos». ¿Cuál sería tu primera medida para cambiar la sociedad?
–No soy ministro ni nada de eso, pero tengo muy claro que por la educación, bro, sin duda. Habría que invertir toda la pasta en educación, así te lo digo. Hay gente que trata de culpar nuestra música por ser demasiado duros, y es cierto que todos, en mayor o menor medida, pensamos como decir las cosas de distintas maneras. Si vemos violencia de género en una película o un chaval chutándose caballo, es porque eso ocurre. Cuando se erradiquen por completo estos problemas, dejarán de reflejarse en el arte. Invertiría toda la pasta en educación, que no sólo consiste en enseñar datos, también educar en valores.
–¿Cuál es el disco que más has escuchado en tu vida y que no sea de rap?
–El primer disco de Rage Against The Machine, pieza clave de mi vida. 'Bombtrack' es inolvidable. En nuestros primeros conciertos, rapeábamos sobre instrumentales de ese disco. Literalmente me cambió por completo.
–En 'Vuelan', dejas claro que, tanto lo bueno como lo malo, todo es pasajero. Y Rimbaud decía que lo único insoportable es que no hay nada insoportable. ¿Cómo soportas el 2020?
–La verdad es que tengo suerte, hermano. La música funciona, la tienda funciona, la red funciona. Estoy bien. Si no puedo hacer conciertos hago otra cosa, y si no, una tercera. Lo que más me jodería sería ver mal a los míos.
–Si te acuerdas de cuando tenías tiempo libre, recomiéndales a tus oyentes un libro, una película y una pintura.
–Pintura: las obras de Manu Campa. El notas pinta partes de coches con estilo hiperrealista. Ojalá pudiera decorarme mi casa entera (risas). En cuanto a libro, Tote me recomendó Vozdevieja, de Elisa Victoria, con una narración brutal: frases cortas y mucha puntuación. ¿Película? Te doy dos: 'The Gentleman', de Guy Ritchie. Increíble esa manera de marcar al negociante… y Victoria, de Sebastian Schipper, recomendada por Rodrigo de Pablo. La única película que ha conseguido levantarme del sofá en los últimos años.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.