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cristina pinto
Domingo, 30 de mayo 2021, 00:35
Dos jóvenes recién salidos de sus estudios universitarios pensaron que montar una librería sería una buena idea para ir haciendo algo mientras encontraban trabajo ... de lo que habían estudiado. Juan Ramón García estudió Derecho y José María Sancho se graduó en Biblioteconomía y, amigos desde hace ya años, se embarcaron de lleno en este proyecto, en principio pasajero, que al final dura toda una vida. Son 25 años los que este septiembre cumple la librería Q Pro Quo, ubicada en una callecita de Teatinos que le hace ser un local «clandestino», como lo definen sus fundadores.
Ellos, que son de Villanueva del Trabuco, con unos 25 o 26 años apostaron por la idea; y ahora, otros veinticinco años después, recuerdan esos tiempos: «Lo hicimos por hacer algo antes de encontrar trabajo y empezamos muy volcados con los libros universitarios», inicia la historia Juan Ramón. Lo que era un lavadero de coches se convertiría en una librería de lo más peculiar.
La vida universitaria con los años ha ido cambiando y Q Pro Quo, nombre que nació de aquella tienda que tenía el abuelo de Juan Ramón, fue adaptándose a los tiempos. Los libros en la universidad poco a poco han ido perdiendo su presencia y los campus virtuales y las pantallas se hicieron con el protagonismo de los estudios, aunque aún quedase gente en «la resistencia», que es el término con el que les gusta definirse también a estos libreros: «Ahora se ha dejado de vender tanto libro universitario, además de porque las clases han estado cerradas, por el cambio de rutina en la universidad. Empezaron a surgir las piraterías, los manuales, Internet... La venta fue resistiéndose. Por eso ya nos definimos como librería resistente y clandestina», apuntan Juan Ramón y José María.
El primer cambio de esta librería fue en la variedad de temáticas que empezaron a incorporar: «Dejamos de vender tantos libros universitarios y metimos más narrativa, libros infantiles... Una venta más de impulso, aunque nuestro público, en su mayoría, suele ser universitario todavía, entre alumnos y profesores», apunta uno de los fundadores de Q Pro Quo, Juan Ramón García.
Pero todavía quedaban más cambios. Cuando Q Pro Quo tenía unos veinte años de vida, una nueva idea de librería llegó a este local del barrio de Teatinos. No es Amsterdam, Londres ni ninguna de esas ciudades cosmopolitas con un estilo propio de cultura: es Málaga. «Quisimos poner una cafetera y mira dónde hemos acabado», comenta Juan Ramón. Donde han acabado es en un nuevo sitio para reunir lectura y sala de estar: una librería de encuentro. Ahora, al entrar a la librería, a la derecha le recibe el librero, pero desde la izquierda asoma el olor a café y dulces que hacen que la compra y lectura sea aún más exquisita de lo que podría ser.
Y ya no solo el café, cervezas, dulces o algún que otro disfrute de lo salado fue lo que se añadió en la librería. En la segunda planta, donde las estanterías están acompañadas por las mesas para leer o disfrutar de un tentempié tranquilamente, un pequeño espacio se adaptó a la nueva vida de Q Pro Quo. Microteatros, conciertos, presentaciones, conferencias, clases de baile... «Al final aquí hemos hecho de todo. Y tú dices... ¿Y esto que tiene que ver con una librería? Pues poco», añade García. Al fin y al cabo, todo se queda en un ambiente cultural y una apuesta para que el entorno de una librería pueda ser mucho más que la venta de los ejemplares. Un sitio donde se trabaje por algo que va mucho más allá de la enseñanza de las páginas.
Eso le pasa a María Moreno, profesora de español que conoció la librería por ese grupo que se reunía para tejer en este lugar tan singular. Sentada en una de sus mesas favoritas y junto a su ordenador, el café y la tarta, valora la tranquilidad del lugar para «teletrabajar»: «He vivido muchos años en Reino Unido y este tipo de cafeterías me gusta mucho. Ahora que puedo trabajar 'on line' me encanta venir aquí y me tomo el café, que está buenísimo. Y además me gasto todo el sueldo en libros», bromea la joven.
Ahora con los tiempos pandémicos, las actividades extra que realizaban desde la librería se han visto pausadas. «Por el tema del aforo no podemos hacer lo que hacíamos antes», apuntan desde la librería. Es por eso que para el 25 aniversario, que se celebra este año pero concretamente en septiembre, Juan Ramón y José María están preparando la vuelta a lo que ya venían acostumbrando al local. «Vamos a hacer una programación y actividades especiales durante tres meses. Estamos preparando y, si todo va bien y la pandemia evoluciona favorablemente, tendremos muchas cositas y volveremos a lo de antes», señala Juan Ramón. Esta coqueta librería volverá a ser lo que era y seguirá fomentando la cultura: a través de los libros, el café, los dulces y una programación especial volcada con la cultura.
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