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Antonio Javier López
Domingo, 5 de marzo 2017, 00:48
Nada como una muerte joven y abrupta para que un talento extraordinario se convierta en un icono de la cultura popular. Sucedió con David Foster Wallace, muerto por su propia mano en 2008 después de haber dado a la imprenta libros deslumbrantes como 'La niña del pelo raro', 'Entrevistas breves con hombres repulsivos' y 'La broma infinita'. Este último se publicada en 1996 y hacía del escritor algo parecido a una celebridad, con su imagen en la portada de revistas como 'Time' y 'Newsweek'.
Otra revista puntera, 'Rolling Stone', mandó a uno de sus redactores, David Lipsky, para que conviviera con el novelista durante cinco días en los compases finales de la gira de promoción de 'La broma infinita' con la idea de realizar un reportaje. El resultado de aquella experiencia nunca se publicó. Ocho años más tarde, la depresión llevaba a David Foster Wallace a quitarse la vida. Lipsky rescataba sus notas y grabaciones y publicaba en 2010 'Aunque por supuesto terminas siendo tú mismo. Un viaje con David Foster Wallace'.
El libro se convertía de inmediato en un fenómeno de ventas al otro lado del charco, se transformaba en película en 2015 con el título 'The end of the tour', pero, con alguna extraña razón, no llegaba a los lectores en español. Y ahí está la gran especialidad de Pálido Fuego, que el próximo día 13 deja en las librerías su vigésimo cuarto título, el tercero en torno al escritor estadounidense. No en vano, la editorial malagueña abría su catálogo allá por el otoño de 2010 con las enjundiosas 'Conversaciones con David Foster Wallace' y regresa al autor en enero de 2013 con 'La escoba del sistema', primera novela del escritor.
«David Foster Wallace tenía mucho miedo a la fama porque pensaba que distorsiona tu manera de ver el mundo y limita tus opciones: si tienes éxito, puedes caer en la tentación de repetir las mismas fórmulas que he han llevado hasta ahí para mantenerte en esa posición, en lugar de seguir tu propio camino», reflexiona el editor de Pálido Fuego, José Luis Amores.
Así, 'Aunque por supuesto...' brinda al lector en español una oportunidad extraordinaria para asomarse al complejo y fascinante mundo de David Foster Wallace, cuya conversación va de los episodios de Scooby Doo a las películas de David Lynch, de su pasión por el juego del tenista Roger Federer al estado de la novela contemporánea.
Esa variedad de intereses y asuntos no deja de lado la fina agudeza de Wallace para atisbar el futuro. «Cada vez va a ser más y más fácil, y más y más práctico, y más y más placentero, estar a solas con imágenes en una pantalla que nos han proporcionado personas que no nos aman y sólo quieren nuestro dinero. Lo cual no es malo por fuerza. En dosis bajas, ¿vale? Pero si esa es la sustancia básica y principal de tu dieta, te mueres. De un modo significativo, te mueres». Eso decía Wallace hace 21 años.
El poder premonitorio
O cuando parece curiosear por la mirilla de una máquina del tiempo para vislumbrar a la actualidad de Estados Unidos: «Lo que de veras me asusta de este país, y repito, querría que tuvieses en cuenta que soy un mero ciudadano y no un experto, es que en mi opinión nos estamos encarrilando hacia la represión y el fascismo (.) Las siguientes décadas van a ser verdaderamente siniestras. En especial si las cosas se ponen económicamente movidas, y la gente, por ejemplo, gente que nunca antes ha pasado hambre, llega a pasar necesidad o frío».
Fogonazos que promete la inmersión en un libro destinado no sólo a seguidores del autor de 'Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer', como defiende Amores. «Este libro actúa casi como un espejo donde se refleja la complejidad y la brillantez de David Foster Wallace. Es cierto que puede interesar en primera instancia a quienes han leído sus libros, pero esta lectura también hace que te entren muchas ganas de leer su obra, en especial, 'La broma infinita'», abrocha el editor.
Al fin y al cabo, como admite Foster Wallace en las primeras páginas del nuevo título de Pálido Fuego: «Los escritores vanguardistas, o como quieras llamarlos, experimentales, no escribimos por dinero. Pero no somos santos. Escribimos para ser leídos». Así que ya saben.
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