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Víctor del Árbol, que ha visitado Málaga para presentar a los libreros su nueva novela.
«Para vivir hay que ser valiente y aceptar lo que eres»

«Para vivir hay que ser valiente y aceptar lo que eres»

Víctor del Árbol conquistó a los lectores y a la crítica con 'La tristeza del samurai'. Un año después, regresa con 'Respirar por la herida', su nueva novela

María Eugenia Merelo

Jueves, 7 de enero 2016, 00:01

La vida le ha permitido a Víctor del Árbol reencontrarse con el niño que fue, aquel pequeño que su madre dejaba en una biblioteca para acudir a su trabajo de limpiadora y que creció 'merendando' libros. Pero antes de ese reencuentro pasó algunos años en un seminario, otros estudiando Historia y veinte en los Mossos d'escuadra. De cada experiencia sacó algún tesoro para llenar sus novelas y cargar su mochila vital con una visión poliédrica del mundo y un extraordinario poso humanista. Con 'El peso de los muertos' ganó el premio Tiflos. Con 'La tristeza del samurai' cruzó fronteras: fue distinguida en Francia como la mejor novela negra de Europa de 2012 y traducida a doce idiomas. Con 'Respirar por la herida' da un nuevo salto literario para relatar a lo largo de sus páginas algunas historias de supervivencia.

Las páginas de su nueva novela parecen un campo de batalla entre las razones para no vivir y las razones para vivir. Al final, la vida, ¿es solo un camino de supervivencia?

Yo creo que sí. No solo en ésta, sino en todas las novelas que he escrito, hablo de historias de supervivientes, gente que lucha contra esa aparente predestinación. Cuando empiezan las novelas parece que todos los personajes están predestinados hacia un destino inevitable y ellos, de alguna manera, se resisten se rebelan, luchan. Luchamos por lo que queremos, a veces lo conseguimos y a veces no. Pero lo que a mí me importa, lo que para mí le da sentido a la vida es luchar, no resignarse.

Decía Oscar Wilde que lo menos frecuente en este mundo es vivir, que la mayoría de la gente solo existe.

Totalmente de acuerdo. Parto de la idea de que la vida es muy cortita, lo que pasa es que mientras estamos viviendo tenemos la sensación de que somos inmortales. Parece que el tiempo no cuenta, nos sentimos fuertes, nos sentimos seguros y lo cierto es que vivimos muy poco. Y la mayoría de la gente dice que vive si vivir. Pero vive sin vivir porque no encuentra una razón verdadera, la valentía necesaria para tener la vida que quiere tener y vivirla como quiere. Nos limitamos a ir sumando días, a no ser que pase algo en nuestra vida que le pueda dar un giro radical. Y una de las cosas que puede dar un giro radical a nuestra vida es una tragedia.

Como ocurre en 'Respirar por la herida'.

Así es. Eduardo es una persona que tiene una vida por delante. Tiene una proyección como pintor muy buena, una mujer que le adora y una hija a la que quiere muchísimo. Él no tiene ningún interés en cambiar su vida hasta que en un accidente de tráfico pierde a su mujer y a su hija. A partir de ese momento él pierde las razones para vivir. Y esto es lo que le da otra dimensión; esa pérdida es lo que le hace enfrentarse con una serie de cosas que de otra manera no hubiese podido vivir.

Emociones

Una novela coral en personajes, pero también coral en emociones. Lo seres humanos, vivimos atrapados en esas emociones. ¿Hasta que punto nos dominan?

Somos cien por cien seres emocionales y la racionalidad que aplicamos a la vida es un intento de tomar las riendas, pero las emociones las llevamos dentro: la capacidad de amar y la capacidad de odiar viven dentro de nosotros. Lo que pasa es que nosotros le pasamos el tamiz de la convivencia, de la conveniencia y de las normas sociales y entonces vivimos en una cierta atonía. Nuestras emociones no despuntan por arriba ni por abajo. Vuelvo a la novela, lo que hago es quitarle ese tapón a las emociones y permitir que salgan. Que salga la visceralidad, la necesidad de vengarte o de no querer vengarte o la necesidad de olvidar, perdonar o enamorarte. Al final, todos los personajes de esta novela son como náufragos que van buscando una tabla de salvación para mantenerse a flote. Y todas las tablas de salvación son emociones. ¡Todas! Ninguno busca una razón espúrea, una razón material. Unos la venganza, otros, el querer olvidar; otros, el aparente enamoramiento, la amistad, la lealtad. Son las emociones lo que nos mantienen vivos.

Y si todos somos todo, ¿porqué nos cuesta tanto aceptarlo?

El miedo a mirarnos a un espejo y reconocer aquello a lo que se está mirando. Cuando nos ponemos al borde del abismo esas emociones más profundas afloran y nos asustan.

Y ese miedo nos obliga a vivir con una mascara.

'La tristeza del samurai' me dio mucho juego para hablar de esto. No somos lo que queremos ser, somos lo que podemos ser. Somos lo que los demás nos dejan ser. La educación, el pasado, las raíces, todo nos empuja hacia un modelo determinado de comportamiento y luego asumimos ese papel. Normalmente, la máscara acaba comiéndose a la persona. Por eso nos asustan tanto las situaciones imprevistas, por eso nos asustan tanto los dramas. Nos asusta quitarnos la máscara y reconocer que no somos la persona tan estupenda que nos creemos que somos, que no somos una persona tan íntegra.

Y bajo la máscara, ¿qué se pierde?

Se pierde la vida. Para vivir hay que ser valiente. Y ser valiente no significan actos de heroísmo. Ser valiente significa aceptar lo que eres y preservarlo. Es lo que yo llamo dignidad. Tener esa valentía y aceptarlo y aceptar las consecuencias de vivir.

Seguir adelante

En la batalla entre el perdón y la venganza, ¿quién gana?

Para perdonar hay que ser muy valiente. El perdón te da la posibilidad de seguir adelante. La venganza es un lastre que te ata al pasado. Para perdonar no hace falta olvidar. Al contrario, el que perdona tiene que tener la capacidad de entender al otro, entender lo que ha hecho y por qué lo ha hecho. La venganza lo que necesita es retroalimentarse. Es un círculo vicioso. Es lo que le ocurre a los personajes de la novela, van continuamente recreando ese momento en el que sufrieron ese daño y van retroalimentando ese odio.

¿Y en la batalla entre la resignación y la esperanza?

La esperanza. Volvemos a lo de antes, si concibo la vida como lucha tengo que tener esperanza. Cuando luchas, luchas por algo. Y esa esperanza es el poder seguir adelante, el dejar atrás tus lastres, el no resignarte a un destino que ya tienes marcado.

La crítica le ha puesto en la estela de Faulkner, Larsson o Zafón. Eso, ¿alimenta el ego o el vértigo?

Eso alimento las páginas de los periódicos o los blogs. No creo en el éxito o en el fracaso. El éxito para mí está en función de los objetivos que te marcas. Y esto es uno de los objetivos que yo me he marcado. Creo que soy un escritor muy particular, que tengo mi sitio y espacio para que los lectores me vayan descubriendo. Mi madre decía que los halagos están para subirse al burro y yo tengo mi camino muy claro.

Dijo Lennon que la vida es aquello que va sucediendo mientras tu te empeñas en hacer otro plan. ¿Podría haber sido un título para su novela?

Bueno, un poco largo... Pero sí, es así. Y Lennon lo dijo porque era un tío que vivía, porque se mojaba, se implicaba. Y lo dijo, no porque fuera un 'beatle', sino porque era un humanista.

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