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El debate sobre las identidades de género siempre han estado presentes en la historia del arte. No en vano, en los últimos años la 'teoría queer' parece haber impregnado y centralizado las posturas en cuanto a este asunto, y asumir sus postulados (empezando por asimilar que el género es una construcción social) es un síntoma de modernidad.
A pesar de ello, la representación de figuras andróginas, amaneradas o con símbolos del género opuesto siempre han formado parte de lo 'cotidiano', aunque quizá más dirigido a representar una realidad demasiado distinta para ser aceptada por las sociedades de cada momento. Prueba de ello es la iconografía relacionada con la mujer barbuda, y que ya en los años 30 fue magníficamente representada por Tod Browning en la película de culto 'La parada de los monstruos' (1932), en la que este personaje estaba tan marginado como los seres deformes que formaban parte de ese circo; tullidos y personas con diversas amputaciones.
Esa combinación de diferente y a la vez lo habitual es lo que estudia una exposición de la Galería Isabel Hurley que en esta ocasión ha sido comisareada por el escritor y colaborador en SUR, Alfredo Taján.
Según sus propias palabras, 'En pos de lo andrógino: del hermafrodita a la mirada queer' recoge el guante, «nunca mejor dicho», de aquel ensayo de Estrella de Diego, 'El andrógino sexuado', en el que se apuesta por la androginia como posible forma de liberación de aquella 'autoritas' que ha repartido los papeles más o menos preponderantes en la sociedad, desde la antigua Roma hasta hoy día, sin que haya variado un milímetro su tutelaje moral, «un aplastante dominio que transformó cuerpos y deseos heterodoxos en escaparates residuales del desorden y el caos».
La exposición, inaugurada anoche y que estará hasta finales de septiembre, recoge las obras de Yasumasa Morimura, Carmela García, Marina Núñez, Bola Barrionuevo, Leo Peralta, José Antonio Hergueta, Rafael Agredano, Juan Carlos Robles, Ana Laura Aláez y Andrés Serrano. Aunque los soportes son variados, hay una especial preponderancia por las fotografías. Desde el capricho goyesco de Morimura –que se traviste en varias poses dentro de una misma representación– hasta la mujer forzuda del cubano Andrés Serrano, las obras recorren los imaginarios de género fluido. Portadas de Marie Claire intervenidas con barbas;una mujer barbuda estilizada; e incluso una revisitación del té de las 5 en la campiña inglesa en ambiente algo más liberal de lo que uno se podría imaginar.
«Todas y cada una de las propuestas que aquí se presentan han hurgado en la extrañeza del cuerpo que quiere salirse de la norma, que busca caminos alternativos y que jamás se subordina», explica Taján. «Como en la misma imagen, tantas veces multiplicada, de San Sebastián, uno de los mitos en los que se asienta el santuario gay, no se sabe a ciencia cierta dónde empieza la pulsión mística y dónde culmina la atracción erótica», afirma.
El escritor sitúa la muestra entre el sarcasmo y la simulación; «los ideales estéticos ofrecen un contraste lacerante entre denuncia e imposibilidad. Como buen conocedor del asunto, considera que los emblemas, alegorías y símbolos del imaginario homosexual, lésbico y trans, que históricamente han recalcado que detrás del cuerpo emergen otros cuerpos, y otros deseos, han exigido diversas estrategias de representación, «que si bien, día a día y con bastante esfuerzo», van ocupando espacios artísticos, por lo tanto, socio culturales y significativos. «Expresa, en sus puestas en escena, los miedos latentes que subyacen en el proceso de pasar de gusano a mariposa. Precisamente de esa fragilidad debe extraerse de su grandeza».
«Valga, entonces, correr a toda prisa 'en pos de lo andrógino', para vivir, disfrutar del arte, de la cultura, en definitiva, de la vida, con sus luces y sus sombras, pero como es debido», sentencia Taján. Una muestra de modernidad, pero que al mismo tiempo nunca se ha alejado de cierto aroma 'freak' con algún toque cultura popular. No hay que olvidar que las mujeres barbudas solían vivir en los circos.
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