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juan francisco rueda
Sábado, 19 de noviembre 2016, 00:21
Atender a la agenda expositiva que genera Málaga se ha convertido en una cuestión casi heroica. Y no nos referimos sólo a las grandes instituciones (CAC, Museo Picasso, Carmen Thyssen, Colección del Museo Ruso o Centre Pompidou Málaga), también a la atomización y multiplicación de la oferta, especialmente del arte joven o emergente, mediante los espacios de las instituciones académicas, galerías y salas gestionadas por administraciones y particulares. Una apuesta de muchos agentes que ha propiciado un fértil y dinámico escenario que se une al originado por los museos.
Valga la agenda actual un auténtico sudoku resulta cubrirla para observar esa atención al arte actual, en especial al realizado por autores muy jóvenes, malagueños y andaluces preferentemente, que no superan los 35 años: los proyectos premiados por el Instituto Andaluz de la Juventud (Sociedad Económica Amigos del País); las muestras de Manuel León y Martínez Bellido (Galería JM y Columna JM); la primera individual de Alba Moreno & Eva Grau (25 de noviembre, Galería Isabel Hurley), precedida por Cuatro performers, o cinco, con artistas de la Facultad de Bellas Artes, al modo de Entreacto, que se desarrolla en Madrid entre la Complutense y las galerías; la exposición de José Carlos Naranjo (Galería Yusto/Giner); la de Alejandro Ginés (Espacio Iniciarte); la de Bartolomé Montes en GACMA, a la cual sucederá una nueva entrega de Under 35, que revisa el arte hecho por autores menores de 35 años; o el MálagaCrea Off (La Caja Blanca), certamen abierto a toda Andalucía.
Y junto a todas éstas, la Facultad de BB.AA. da actualmente visibilidad a sus alumnos, ciclos de formación y políticas de apoyo a la producción con dos estimables exposiciones colectivas en el Centro Cultural Provincial y en el Archivo Municipal. A ellas debemos sumar The Truth is Out There, de Isabel Rosado, en la sala de la facultad, comisariada por Carlos Miranda y recién clausurada. En ésta, la creadora ha demostrado que sigue expandiendo sus micro-mundos de papel, registrados en auténticas fotografías escenificadas con una mirada fílmica que ya había evidenciado y, sobre todo, con un incontenible eco narrativo.
En INT 16 y Simulacre et Post-lacre, las colectivas, se evidencia el nivel alcanzado por estos artistas, buena parte de ellos alumnos egresados de la facultad. No en vano, a pesar de la juventud, muchos ya han gozado de exposiciones individuales de estimable ambición como proyectos a resolver, han participado en colectivas, sus obras han ingresado en colecciones, han ganado premios o han disfrutado de importantes becas y residencias fuera de la ciudad. Son los casos de Victoria Maldonado, Francisco Javier Valverde, José Luis Valverde, Florencia Rojas, José María Hevilla o Antonio Navarro, entre otros. Es decir, autores, como otros muchos de los recogidos aquí, que han gozado de una temprana visibilidad y un legitimador reconocimiento. La pintura sobresale como disciplina predilecta, siendo el corpus pictórico ciertamente destacable. Aunque la facultad se esté distinguiendo por la pujanza de sus pintores, no debemos obviar cómo el vídeo ha sido otra disciplina destacada a lo largo de los últimos años pensemos en Javier Artero, Beatriz Ros o David Escalona. En INT 16 destacan los ejercicios pictóricos de Javier y José Luis Valverde, Laura Cambronero, Almaro, Ignacio Tapia y Hevilla. Casi todos trabajan con una economía de medios, rayana en la parquedad, que no es impedimento para que las obras adquieran una gran riqueza y eco pictórico; generalmente hacen de su práctica un derroche de matices, asumiendo la importancia de la luz interna tanto como de la externa, la iluminación que revelará aspectos inadvertidos, aceptando cierta condición objetual del soporte pictórico. El magisterio de Javier Garcerá trasmina.
Debemos destacar también la pieza de Anais Angulo, con un proyecto de topografía objetual de los barrios malagueños, interviniendo los objetos encontrados y acentuando el conflicto entre público y privado; la manifestación del vacío y la complementariedad de la Erótica inversa que desarrolla Paloma de la Cruz; el hipnótico vídeo Linnocente de Florencia Rojas; las instalaciones de Rocío Reyes y Laura Rodríguez; y la fotografía de Antonio Navarro.
La exposición del Archivo Municipal arroja un conjunto de piezas con una innegable calidad, con predominio de la pintura. Aparte del alto nivel, ha de destacarse que casi todos ellos empiezan a articular un vocabulario propio. En el caso de Hevilla, único que repite en ambas exposiciones, hablaríamos incluso de poética propia. El artista ha reformulado el estilo Op art que venía desarrollando. La pintura abstracta que ocupa el fondo, que recuerda a la de Baziotes, Gorky, Jorn, Appel o Van Velde, es filtrada por una ondulante trama Op que empuja a la superficie esas rotundas y pesadas composiciones. Concilia, así, extremos: la inmediatez, expresividad y acción de esa pintura evocada parece ralentizarse por mor de esa trama, tanto como lo insondable, violento y sublime, que acaban disipándose en un ejercicio minucioso y controlado.
La pintura de José Gómez es pura sutileza. De hecho, su maniera es absolutamente semántica, ya que las zonas de color se degradan en pos de una desintegración y cada una de las franjas parece erosionarse. La metáfora de la memoria, más bien de la fragilidad de ésta, es decir, del olvido, aflora con la misma determinación que lo hace una enunciación del paisaje que recuerda a Nico Munuera. Frente al incuestionable lirismo de Gómez, la pintura de Sheila Rodríguez es enérgica y expresiva, pero esa violencia se aminora con la armonía cromática que inunda de melancolía unas obras tendentes a la monocromía. Su trabajo indaga en la pintura como construcción, de ahí, quizás, ese continuo enfrentamiento entre el exterior, un paisaje dominado por una suerte de cezanniano Monte Sainte-Victoire, lo que vendría a ser la realidad, y el interior, el estudio de la artista, donde se recrea ese afuera y se obra el artificio. Mención aparte merece un díptico de pequeñas piezas exquisitas, aparentes paisajes tenebrosos a la par que delicados y cargados de misterio.
La propuesta de Enrique Sánchez no sólo escapa de la pintura, sino que sus collages, objetos y dioramas aportan el compromiso y la crítica a través de la ironía. Problemáticas acuciantes se revisten de fino humor y con una gran lucidez disecciona el orden mundial, la represión, los conflictos migratorios, la sociedad de la hiper-vigilancia o la política al servicio de los poderosos.
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