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Joaquín Sabina, durante la presentación de su libro 'Garagatos'
Joaquín Sabina publica una selección de sus dibujos en un libro para coleccionistas

Joaquín Sabina publica una selección de sus dibujos en un libro para coleccionistas

‘Garagatos’, que se vende por 2.100 euros, incluye 66 ilustraciones que el cantautor hizo mientras descansaba tras cada concierto

Antonio Paniagua

Jueves, 4 de febrero 2016, 00:37

Joaquín Sabina no se considera ni pintor ni dibujante. Sus enemigos van más allá y aseguran que tampoco sabe cantar. Sin embargo, Sabina, a quien le gusta presentarse «en lugares donde no ha sido invitado», ha hecho una incursión en el mundo del arte. Acaba de publicar Garagatos (Artika), una obra de dos volúmenes para coleccionistas con 66 de sus dibujos facsimilares pintados con rotulador. El volumen en sí es un objeto artístico: está bellamente diseñado, impreso a cuatro tintas, con una cubierta en la que su firma aparece estampada en una serigrafía. La obra, que se vende en un estuche de madera que reproduce la puerta de su casa, pintada también por él mismo, se vende a un precio de 2.100 euros. «Nunca pensé que se pudiera hacer un libro así con mis garabatos», dice el cantautor.

Sabina tiene que guardar silencio entre concierto y concierto para no quedarse afónico. Para pasar el rato, «superar la tensión» y espantar la obsesión del bloqueo, se entregó con ahínco a dibujar en cuadernos. Hoy ya tiene unos 50 llenos de ilustraciones con lo que son sus temas recurrentes, que también están reflejados en sus canciones: escenas de la noche, mujeres desnudas, su personal imaginario religioso y muchos gatos, al que define como «un animal superior».

El cantante se está reponiendo de una operación intestinal que a punto estuvo de desembocar en una peritonitis. Menos jovial que de costumbre, Sabina reivindica su condición de «intruso» en el mundo del arte, aunque reconoce ser un gran «mirón» y frecuentador de pinacotecas. Admira a Durero, Picasso, Van Gogh, Matisse, Bacon, Sorolla y Miquel Barceló, entre otros muchos. Cada lámina está acompañada por un verso o una estrofa de sus canciones. El libro, que ha tardado dos años en hacerse, incluye un desplegable de casi tres metros de largo con retratos de mujeres. Cada ejemplar va firmado a lápiz por el cantante, quien no se considera ni mucho menos un genio. «He conocido en mi vida a tres o cuatro genios y sé distinguirlos».

Bibliófilo incorregible, Sabina se siente abrumado por el resultado final y considera que el libro es un regalo que se ha hecho a sí mismo. Pese a estar más apagado a raíz de la convalecencia, el compositor se siente una rara avis, un extraño en tierra de nadie. «Cuando voy a un banco pienso que me van a sacar a hostias».

«Quiero que mis niñas, que piensan que soy un cantante horrible, empiecen a creer que soy Picasso. Y también para competir con Luis Leonardo Aute, que siempre ha ido de pintor», dijo el artista en tono de broma.

El director de la editorial Artika, Juan Ribalta, dijo que se venderán 4.998 ejemplares, de los que 1.298 ya han sido reservados por los clientes habituales del sello. Uno de los volúmenes contiene colaboraciones de Luis García Montero, Felipe Benítez Reyes, Miguel Ángel Aguilar, Benjamín Prado, Javier Rioyo, Nativel Preciado y Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen.

Si Borges se enorgullecía antes de su condición de lector que de escritor, Sabina se ufana de ser más diletante que artista. «Soy ecléctico, he ido robando como si fuera un cajón de sastre de aquí y allá». Aparte de sus influencias pictóricas, las hay de otra naturaleza. Al cantautor le fascinan las pin-up, el cine negro y los cómics. Y algo muy habitual en su obra gráfica y musical: «Los culos de las chicas».

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