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Paloma enviada a Temboury por el pintor malagueño que firmó, "Dibujo realizado por el hijo de José Ruiz Blasco".
Picasso a Temboury: «¿Quién ha dicho que es malagueño como yo?»

Picasso a Temboury: «¿Quién ha dicho que es malagueño como yo?»

Francisco Griñán

Sábado, 26 de septiembre 2015, 00:09

No se quedó solo en las cartas. Juan Temboury sabía que su proyecto del Museo Picasso no será posible sin hablar directamente con el propio maestro malagueño. Por eso, coincidiendo con el 80 cumpleaños del pintor en 1961, integró una delegación española junto al también malagueño Baltasar Peña, el pintor Antonio Saura o el director del Museo de Arte Moderno de Madrid, Enrique Lafuente. La comitiva acudió al homenaje que le otorgaron en Niza. Fue en el palacio de exposiciones y, la convocatoria fue tan masiva, que no se podía llegar al pintor ni dando «codazos». Pero Temboury no había ido allí para volverse sin saludar a Picasso. Entonces alzo la voz y se escuchó: «Maestro, aquí estamos unos malagueños que hemos venido a acompañarlo». La palabra mágica detuvo el paso de toda la comitiva y Pablo Ruiz preguntó: «¿Quién ha dicho que es malagueño como yo?». De pronto todas las miradas fueron hacia Temboury que, como Moisés, vio como la marea humana se abría delante de él y llegaba hasta el pintor ante el que se dio a conocer como el autor de las cartas desde Málaga. «Hasta la propia Jacqueline le saludó con un afectuoso beso», relató entonces Baltasar Peña.

Aquello fue suficiente para que al día siguiente, Temboury y la comitiva española almorzaran con Picasso, Luis Miguel Dominguín, Lucía Bosé, Rafael Alberti y Antonio el Bailarín. El conservador de la Alcazaba no tardó en ponerle al pintor en el pecho una insignia de académico de San Telmo y le entregó un cuadro de su padre, José Ruiz Blasco, al que le faltaban por pintar dos palomas. Temboury le pidió que terminar el cuadro para poder exponerlo en el Museo de Málaga. La ciudad natal del artista fue el tema de conversación de aquel almuerzo y Juan Temboury regresó con la esperanza de que la pinacoteca picassiana podía llegar a ser una realidad. Pasó un año y aquel cuadro no llegó. Pero Picasso no olvidó y por Navidad, el conservador de la Alcazaba recibió una tarjeta con una paloma dibujada a pluma y con una firma inconfundible: «El hijo de José Ruiz Blasco».

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