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Mery Carmona
Viernes, 25 de octubre 2024, 18:52
Año tras año, la Noche Europea de los investigadores brindó a todas las mentes brillantes de las universidades una oportunidad para salir a la calle y abandonar el laboratorio para enseñarle a sus vecinos la relevancia de su aprendizaje. Acercar el talento a los más pequeños es una tarea que entusiasma a los grupos de investigación, que poseen a su vez una fuerte presencia femenina que da pie a resaltar su contribución en las diversas ramas del conocimiento.
Un total de 261 investigadores se dieron cita en las calles del centro de Málaga para dar pie a una noche repleta de disfrute, tal y como la describió el rector de la Universidad de Málaga, Teodomiro López Navarrete. «La investigación sale a la calle, la ciencia sale a la calle y el Paseo del Parque está lleno de malagueños y de niños que están conociendo lo que es la ciencia», palabras que inauguraron la velada desde la sala del Rectorado.
No era para menos. A lo largo del Paseo del Parque, un total de 25 casetas daban la bienvenida a cientos de niños malagueños. En cada puesto, un equipo de investigadores les esperaría con uno o más juegos sobre diversos temas: calcular el índice de masa corporal, hacer pompas de jabón o ver muestras a través del microscopio.
Una edición que ha alcanzado ya su decimotercer año, y en la que los investigadores se sintieron más que acogidos. Algo que se notó en el incremento de talleres con respecto al año anterior, que contó con 21 casetas. Laura Trujillo, investigadora del departamento de Biología Celular, destacó que nunca les faltó financiación y que siempre han dispuesto de suficiente espacio para investigar gracias a la Universidad de Málaga. «Tenemos un laboratorio en el departamento y allí mismo investigamos. En principio podemos seguir investigando, aunque siempre se puede mejorar», comentaba a su vez Marta González, investigadora de la facultad de Medicina.
Paloma Hueso, profesora del departamento de Geografía e investigadora en el instituto de geomorfología y suelo de la Universidad de Málaga, dispuso con su equipo hasta cinco actividades en su puesto. Entre ellas, mostraban un huerto para que los niños pudiesen apreciar la forma en que las raíces de una planta se agarran al suelo, cómo va pasando el agua a través de la tierra dependiendo de su tipología o ver qué alimentos crecen en suelo ácido y básico.
Teodomiro López Navarrete, rector de la Universidad de Málaga.
La presencia femenina en los puestos fue amplia, así como en los distintos encuentros. De 261 investigadores que acudieron al encuentro, 143 eran mujeres. «La Universidad de Málaga está llena de mujeres investigadoras, y además en un nivel enorme en las fronteras del conocimiento, y eso siempre es una satisfacción para el rector», reconoció con orgullo Teodomiro López, quien dedicó muchas palabras a sus antiguos compañeros.
«Cuando las cosas son complicadas, satisfacen mucho más», mencionó el rector echando la vista atrás. «Este no ha sido un año fácil, dentro de asegurarme de que la docencia fuese excelente y la investigación tuviese lo que tenía que tener». Dedicó muchas palabras de aliento y de cariño a las personas que se encontraban guiando a las familias a través de juegos, agradeciendo «una de las mejores noches europea de los investigadores» y recordando cuando él mismo, años anteriores, tuvo que enfrentarse a los efectos del viento o de la lluvia desde las carpas. El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, también dedicó unas palabras a la Universidad de Málaga: «Queremos que sea la mejor de Andalucía».
Una velada perfecta para aprender cosas, así como lo hicieron los pequeños de la ciudad. Hubo un encuentro más que especial con el ratoncito Pérez, una iniciativa a la que Málaga se sumaba en esta edición, pero que sí que se había estado llevando a cabo en otras ciudades. Los niños podían llevar sus dientes de leche a cambio de un regalo y de un diploma, dientes que luego se usarían para poder tener una referencia a nivel mundial y llevar a cabo estudios en el ámbito paleoantropológico, odontológico y forense.
La celebración no fue solo para el disfrute de los niños, sino también para los adultos. El puesto más aclamado fue, sin duda, «el Laboratorio de la historia y filólogos de la guardia», mismo en el que entregaban una frase de literatura de la suerte y se podía escribir a la vieja usanza con una pluma. Unir botones con luces para calcular la huella hídrica, gafas de realidad virtual, kahoot y todo el mundo con una misión que resolver en las diferentes localizaciones.
En el Auditorio Eduardo Ocón, a tan solo unos pasos, se dieron cita otros muchos investigadores para hablar de turismo y gentrificación, salud mental y emociones, una ciudad sostenible y de ciencia en el espacio. Un ambiente tranquilo, rodeados de árboles y con Javier Atencia moderando y presentando cada panel. Para aquellos visitantes con un interés más profundo en áreas técnicas, el centro de ciberseguridad de Google, un espacio cedido para la ocasión, albergó dos citas exclusivas que requerían reserva previa: 'Inteligencia artificial en acción: de la universidad a la empresa' y la conferencia '¿Qué nos hace humanos?'.
La caída del sol fue el broche final a una noche inolvidable para la comunidad universitaria e investigadora, para los malagueños, y para todo aquel que tuviese la oportunidad de aprender algo nuevo. Lejos de vaciarse, el evento siguió creciendo en visitas conforme la luz se iba de la ciudad. Una vez más, la ciencia brilló por sí sola.
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