
EVA SÁNCHEZ NAVARRO
Martes, 11 de mayo 2021, 00:03
O bjeto de estudio de múltiples generaciones, desde que Picasso pintó en 1907 'Las señoritas de Avignon' la obra marcó una revolución del arte moderno, sufriendo distintas interpretaciones a lo largo de los años. La catedrática en Historia del Arte y profesora de la Universidad de Málaga Maite Méndez ha construido una recopilación de las críticas que se han realizado de ese cuadro durante el siglo XX y siglo XXI, bajo el nombre de 'Las señoritas de Avignon y el discurso crítico de la modernidad'.
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En esta pintura revolucionaria cinco mujeres desnudas, con las caras extrañas a las que Picasso nos acostumbró, miran fijamente al espectador que se adentra en un prostíbulo perteneciente a un mundo abstracto. «Desde que salió a la luz todo el mundo percibía que era un cuadro muy importante que estaba transformando absolutamente el arte moderno, estaba rompiendo con muchas cosas y abría un camino nuevo», sentenció Méndez.
Pero la pregunta a la que responde el proyecto es: ¿qué piensa cada espectador dependiendo de su condición, raza, sexo o género? La publicación surge del interés por la subjetividad y los distintos puntos de vista. Maite Méndez considera que no hay una sola verdad objetiva, sino que esta se forma de lo que vamos interpretando. Y esto se hace más destacable a día de hoy, que estamos abiertos a la diversidad, al pensamiento de otros y a los puntos de vista subjetivos.
Este pensamiento más diverso ha hecho palpable la necesidad de aumentar las interpretaciones que se han publicado sobre este cuadro que representa el paradigma del arte moderno desde el primer momento. Es necesario que una obra de tal calibre sea observada con una mirada distinta a la del barón blanco y heterosexual, la cual ha imperado durante toda la historia. «La realidad en sí es coral, no digamos el arte, que no tiene una sola interpretación, no la tiene ninguna pintura ni ninguna obra de arte. Y estas interpretaciones van cambiando con el tiempo», afirmó la catedrática.
«En el momento en el que Picasso lo pintó lo conocían muy pocas personas, siempre lo conservaba consigo, no salió de su estudio en 10 años. Solo lo habían visto sus amigos y allegados, además de un periodista norteamericano que lo visitó en 1908 y que escribió la primera crítica. Se había quedado horrorizado, describió a las mujeres que protagonizan la obra como ogresas», comentó Méndez.
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Y esta sorpresa que provocó en críticos, expertos y espectadores sigue presente a día de hoy, un siglo después. «Pero lo más sorprendente de seguir esta historia es que, al principio, el cuadro resultaba muy espectacular porque había sido una ruptura estilística con el arte tradicional y lo que menos importaba era lo que había representado en él», explicó la catedrática. En los primeros años lo importante era la ruptura con la perspectiva y el modelo renacentistas, no era realismo ni era naturalista, dejó atrás todos los modelos anteriores. La importancia de las protagonistas y lo que representan no se hizo presente hasta 1970, cuando se le dio relevancia a esa nueva imagen de la mujer.
Esos primeros críticos que le dieron importancia a las cinco prostitutas que miraban fijamente al espectador del cuadro vieron un tema tradicional en la Historia del Arte, que es el desnudo femenino, pero tratado de una forma totalmente distinta. Se rompe con la figura de diosa desnuda del siglo XVI para tratarlas como prostitutas. «Picasso en el boceto había puesto figuras masculinas que finalmente hizo desaparecer y giró las miradas a las personas que están fuera. Y sucesivas generaciones de críticos hombres decían que este cuadro hablaba de sus deseos, de la mujer fatal, la mujer devoradora de hombres», indicó Méndez.
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Para ese espectador masculino ellas representaban unas figuras casi intimidantes, que podían llegar a asustar, porque no podían zafarse de su mirada intensa y amenazadora. Las señoritas de Avignon no son las mujeres pasivas que representaban la belleza, que era a lo que los críticos masculinos acostumbraban.
Pero en los años 80, los movimientos feministas alzan la voz para aclamar que el crítico o el espectador no siempre es un hombre blanco y heterosexual, que pueden ser mujeres que no ven a las prostitutas con ese gesto amenazante. Estas empiezan a sentirse identificadas con ellas, como mujeres que son representadas de forma abstracta pero que se presentan como mujeres reales, más naturales y menos idealizadas. «Las feministas comienzan a demostrar que a ellas no les dan miedo, sino que se identifican como mujeres y como mujeres objeto, que lo somos, desgraciadamente», añadió la catedrática.
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A esta interpretación femenina le sucede una en la que se le da importancia a la influencia del arte africano, representado en las máscaras que llevan dos de las señoritas y a lo que la Historia del Arte tampoco le había dado importancia anteriormente. 'Las señoritas de Avignon y el discurso crítico de la modernidad' es una representación de la evolución de esas críticas desde 1907 hasta la actualidad. Es decir, crea una interpretación coral de lo que ha significado este cuadro para las distintas generaciones.
Y este finaliza con interpretaciones que han realizado otros artistas a modo de réplicas o copias, incluso parodias, que han expresado lo que pensaban distintos artistas de distintas épocas, razas y géneros de esta obra, que a día de hoy, sigue despertando controversia. «El arte es algo cambiante, incluso obras antiguas como la propia 'Venus de Milo' es un cuadro que en su momento significó algo, pero que vamos renovando continuamente. Creo que el libro analiza nuestras formas de ver y no solo nos habla del arte, sino de nosotros mismos, de nuestros deseos, nuestras emociones y nuestros sentimientos como personas del mundo contemporáneo», añadió Maite Méndez.
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En general, la obra muestra una visión más amplia del arte moderno y contemporáneo para los historiadores del arte. Pero para los que no pertenecen a esta disciplina, también les abre los ojos y les demuestra que los historiadores de arte o los críticos no tienen la última palabra. Que el arte es un ente vivo y subjetivo y que cada espectador o espectadora puede aportar su propia interpretación de cada obra.
«Creo que hay que oír otras voces, pero para todo, para cualquier tema importante para la sociedad, porque somos una sociedad global. Creo, además, que nuestra mirada eurocéntrica y nuestra sensibilidad eurocéntrica ha sido, sobre todo en los últimos siglos, demasiado soberbia. Ha despreciado todo lo que no fuera su canon o su punto de vista. El arte no es solo un producto occidental para occidentales, ahora bien, cada uno lo miramos con nuestra sensibilidad y con nuestros condicionantes culturales, ideológicos, de sexo y de género», finalizó Méndez, que cree fielmente que cuando distintas voces se juntan para convertirse en un diálogo se pueden descubrir cosas que con una sola sería imposible.
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