Borrar
p Trabajo. Cheíto, primero por la izquierda, en el taller de serigrafía donde trabaja con sus compañeros desde hace cuatro años.

Esperanza fuera de Los Asperones con Fundación Marcelino Champagnat

Jhony, Cheíto, Josele y Juana, cuatro jóvenes del barrio, cuentan su experiencia trabajando fuera con la ayuda de la organización

CLAUDIA SAN MARTÍN

claussmc

Lunes, 12 de octubre 2020, 02:00

El día a día de Jhony (27 años) se ha adaptado a la crisis actual. En el taller de serigrafía donde trabaja ya apenas se hacen camisetas o tazas; de los 20 pedidos que entraban al día habitualmente, ahora, con suerte llegan a cuatro. Este malagueño, residente en el barrio de los Asperones, se levanta temprano cada mañana y se dirige a su puesto de trabajo para crear mascarillas desde cero, la mayor parte de ellas con motivos corporativos. Y aunque reconoce estar feliz y a gusto con su empleo, le abruma el miedo de perderlo en cualquier momento, como a la gran mayoría. Le alivia, por otra parte, pensar que su mujer también tiene trabajo, aunque con dos pequeños en casa vivir sólo con un sueldo es más que insuficiente.

Además de Jhony, Cheíto, Josele y Juana son cuatro jóvenes que residen (o lo hacían en el caso de Juana) en el barrio periférico de los Asperones. «¡Allí sólo hay pobreza, marginalidad y delincuencia!», pensará el colectivo imaginario, pero, ¿por qué encasillar un espacio y a las personas que viven en él por el lugar en el que residen? Claro, en algunos casos hay pobreza y condiciones de habitabilidad algo decadentes, pero muchos vecinos tienen un empleo, facturas que pagar y familia a la que alimentar, como en cualquier otro barrio.

Estos jóvenes tienen algo en común: todos ellos consiguieron un empleo gracias a la ayuda de la Fundación Marcelino Champagnat, que trabaja en el barrio codo a codo con los vecinos; y ahora en tiempos de pandemia aún más.

Juana esconde tras sus palabras una bondad indefinible. Esta joven sólo tiene 23 años y, aunque su vida dio algunos vuelcos siendo aún muy niña, ahora reconoce estar feliz viviendo con su hija fuera de los Asperones y trabajando en un restaurante de comida rápida desde hace ya tres años. Los primeros cursos que hizo, con el fin de encontrar un empleo para valerse por sí misma durante su vida de casada, se le hicieron cuesta arriba: «Yo quería estudiar Farmacia, aunque me cogieron en un curso de comercio, que también me gusta. A los dos meses tuve que dejarlo, no está bien visto que las gitanas trabajen», reconoce Juana con tristeza en sus palabras, aunque teñidas de una esperanza más que notable. Salió del barrio poco antes de que se decretara el estado de alarma y el confinamiento, partiendo hacia la Palmilla, donde estuvo viviendo tan sólo unos meses. Ahora, Juana se siente renovada y feliz por su situación: «Mi familia está muy contenta, pero no se creen que tenga esta vida. Vivo cerca de mi trabajo y esto para mí es un sueño. Ahora mi meta es educar a mi hija y seguir formándome», afirma.

¿Por qué encasillar un espacio y a las personas que viven en él por el lugar en el que residen?

Éste, sin duda, es el objetivo de la Fundación Marcelino Champagnat desde 2012: ayudar a los colectivos más vulnerables a completar su formación y conseguir un empleo con el que estar satisfechos. Y no es una tarea sencilla, pero con esfuerzo, ilusión y dedicación todo puede lograrse.

Josele, de 23 años, habla maravillas de su trabajo como monitor de actividades extraescolares en la asociación Misioneros de la Esperanza (MIES). Su voz irradia felicidad y compromiso, con su trabajo y su barrio, algo que no cambiaría por nada del mundo. Este joven, que también realizó cursos con la Fundación relacionados con la serigrafía, vio que el empleo le motivaba y que además la acogida era excepcional, pero cuidar de los pequeños después del colegio, enseñarles a jugar al fútbol y lecciones de respeto y compañerismo, le robó el corazón desde el minuto uno... Así ya suma cuatro años.

Josele también salió de los Asperones, como Juana, y vivió durante un tiempo en la Palmilla para ver si su vida cambiaba al salir del barrio, pero por cuestiones económicas regresó con sus padres (allí residen desde 2004) y vio que como en casa no se está en ningún sitio: «Puedo decir que éste es un barrio normal, como otro cualquiera. La única diferencia que vi entre los dos sitios, y es para peor, es que en los Asperones hay más familiaridad y los vecinos nos ayudamos los unos a los otros. Eso no pasa en todos sitios», explica Josele.

Algo similar cuenta Cheíto (30 años), rebosante de pasión con sus palabras. Reconoce que su barrio «no tiene la mejor imagen del mundo», pero en él habitan personas muy hospitalarias: «En los años noventa sí era un lugar más conflictivo, un punto caliente de problemas, pero ahora el barrio es como otro cualquiera, es más normal. No tenemos un parque o un centro comercial, pero hay gente fabulosa y nos respetamos entre nosotros», recalca.

Cheíto es padre de dos niños, de seis y un año y medio, y ha vivido toda su vida en los Asperones: «La ventaja del barrio es la familiaridad y que todos nos conocemos. Mis padres me criaron aquí como yo estoy haciendo ahora con mis hijos», relata el malagueño. Cuando quiso seguir formándose y encontrar un trabajo que le permitiese darle una vida mejor a sus hijos, la Fundación Champagnat se cruzó en su camino, con la figura de Alejandro Matías, el presidente, «como un héroe». Desde hace cuatro años este joven trabaja en la empresa familiar Pelver, dedicada a la serigrafía, y para ellos sólo tiene buenas palabras: «Me tratan como a un hijo, sobre todo mi jefe Domingo, soy uno más de la familia», reconoce. Aunque José Heredia, conocido como Cheíto, se arrepiente de no haber salido del barrio para cumplir su sueño de estudiar Historia, nunca es tarde para lograr un propósito.

Estos cuatro relatos nos han enseñado algo: que el lugar en el que vivimos, sea donde sea, nunca cortará las alas de alguien que quiere volar tan alto como Jhony, Juana, Josele y Cheíto.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariosur Esperanza fuera de Los Asperones con Fundación Marcelino Champagnat

Esperanza fuera de Los Asperones con Fundación Marcelino Champagnat