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Tania Torreblanca es trabajadora social en Arrabal y colabora en el programa'Kapaces'.
'Kapaces': el primer paso para una nueva vida

'Kapaces': el primer paso para una nueva vida

Arrabal-AID, AME y el Ayuntamiento de Málaga continúan con el programa para ayudar a mujeres prostituidas a encontrar un empleo y construir una realidad diferente

Lunes, 28 de septiembre 2020, 00:24

Tania Torreblanca rebosa toda la pasión que el trabajo social requiere, guarda bajo su mascarilla una sonrisa perenne y nunca se rinde ante un dilema que parece indescifrable. A ella, como a otros tantos profesionales, la crisis sanitaria le ha afectado sobremanera: su trabajo consiste en ayudar a las personas más vulnerables a empoderarse y conseguir un empleo, algo que en la actualidad es toda una heroicidad.

Por este motivo se sienta frente a Ashanti y Paula, dos chicas de Nigeria de 39 y 23 años, respectivamente, y con cautela y mucha empatía las anima a seguir adelante en su crecimiento socio laboral: «Esto va a pasar y no nos podemos venir abajo. Tenemos que estudiar y prepararnos para cuando salga un trabajo estar ahí las primeras». Ashanti, madre de dos pequeños de tres y nueve años, asiente conforme aunque con una comprensible incertidumbre en la mirada. Poco después llegan con timidez Ivanka y Rosana, dos chicas jóvenes de Europa del Este, a las que Torreblanca también se dirige con palabras de ánimo y esperanza. Estas cuatro mujeres tienen tan sólo dos cosas en común: que pertenecen al programa 'Kapaces', que Arrabal-AID lleva con la Asociación Mujer Emancipada (AME) y el Ayuntamiento de Málaga, y que han logrado escapar de una red de trata de mujeres con fines de explotación sexual.

Por su protección, estos no son sus nombres reales, aunque la historia de cómo llegaron a España y la forma en la que se desarrolló aquí su vida es similar en la mayoría de los casos. En Nigeria, por ejemplo, a las chicas jóvenes que pertenecen a familias desestructuradas o que se crían en ambientes conflictivos la realidad se les hace cuesta arriba. Siendo aún adolescente un 'lover boy' (un infiltrado en el país de la red de trata de explotación sexual) se lleva a la chica a Europa a través de engaños que parecen prometedores: una vida mejor y un trabajo estable. Una vez allí, comienza la pesadilla que estas mujeres jamás hubieran imaginado. Para retenerlas y ser explotadas sin que se planteen la opción de huir, se les realiza una especie de rito religioso que ellas creen a ciegas; si incumplen ese 'contrato' algo terrible les pasará a ellas y su familia.

Cuando por fin consiguen escapar de esa red de la que muchos hombres son cómplices perpetuando su explotación al consumir la prostitución, enfrentarse al mundo con la autoestima mermada, apenas sin estudios ni proyección de futuro, con paciencia, esfuerzo y apoyo pueden construir una vida nueva.

En Arrabal, esa mañana en la que las mujeres se reúnen en un pequeño taller que el equipo de la asociación ha organizado, explican cuáles son sus miras y qué quieren conseguir, las pegan en un mural para ir lográndolas paulatinamente y las explican a las demás compañeras: «Sólo quiero dar a mis niños una buena vida y una buena casa. Para lograrlo voy a estudiar y conseguir trabajo», explica Ashanti. Esta mujer nigeriana lleva poco más de un año recibiendo el apoyo de 'Kapaces', que cumple una década en funcionamiento: «No sé como les voy a agradecer todo lo que han hecho por mí. Son mi familia en España», reconoce emocionada.

Ruth Sarabia, concejala delegada del Área de Participación Ciudadana, Migración, Acción Exterior, Cooperación al Desarrollo, Transparencia y Buen Gobierno a la que pertenece el programa, explica que cuando en los comienzos trabajaban con AME ofreciendo apoyo y ayuda psicológica a las mujeres (algo que se sigue haciendo en el centro Federica Montseny) vieron que esta ayuda se quedaba corta: «Las mujeres demandaban más cosas y si querían salir del mundo de la prostitución tendrían que estar formadas. Muchas de ellas no sabían hacer un currículum para mostrar su experiencia anterior y quisimos dar un paso adelante uniendo a Arrabal y AME», cuenta Sarabia. Este cambio, que se produjo en 2014, consiguió que se atendiera a 87 mujeres hasta el día de hoy, de las que un alto porcentaje sale de la prostitución definitivamente.

Lo cierto es que en este programa no sólo participa la red asociativa malagueña, si no también algunas de las empresas que tras la formación de las mujeres ofrecen prácticas para aumentar su aprendizaje y sus posibilidades de encontrar un empleo: «Colaboran en 'Kapaces' 20 empresas y el proceso de aprendizaje suele durar entre cuatro o cinco meses, contando con la selección, el aprendizaje y la realización de prácticas. Aunque al principio fue un proyecto piloto para ver cómo las mujeres podían salir de esa vida, poco a poco se fue aumentando el presupuesto que el Ayuntamiento dotaba a AME y a Arrabal», relata la concejala del Área de Participación Ciudadana, explicando que en la actualidad cada asociación recibe el mismo importe para desarrollarlo, pudiendo así ofrecer a las mujeres más recursos.

De ese presupuesto, un pequeño porcentaje proviene de las multas que reciben los hombres que consumen la explotación y que siguen considerando a las mujeres prostituidas como 'trabajadoras sexuales': «Hay que dejar claro que la prostitución no es el oficio más antiguo del mundo porque no es un trabajo: es una violación de los derechos de las mujeres y si hay trata es porque hay demanda», explica a SUR Julio García, técnico de orientación profesional de Arrabal y coordinador del programa.

Con el fin de modificar esta práctica, Arrabal adelanta que está organizando un nuevo proyecto para trabajar con los hombres y crear conciencia de lo que hay detrás de la explotación sexual. Además, con el fin de que una vez que las mujeres han pasado por el programa 'Kapaces' sigan empoderándose y creciendo, se está poniendo en marcha el 'coaching', en el que acompañarán a otra mujer que está empezando: «Esta acción refuerza a la que lleva más tiempo y anima a las chicas que comienzan», apunta García.

Cuando finaliza el taller, nos llevamos una grata impresión: con las palabras adecuadas y la vocación latente, estas mujeres salen de la entidad con una sonrisa que traspasa la mascarilla.

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