Joaquín Morís: «En el siglo XXI, si quieres descubrir algo, o te vas a la luna o te haces investigador»

Con el frío de estos días, resguardado, Joaquín espera en el hall de la Facultad de Psicología de la Universidad de Málaga para charlar sobre su pasión: la investigación. Su interés por este campo empezó temprano. Cuenta que ya en tercero de carrera se marchó el verano a Canadá para estudiar una toxina de la marea roja. Entonces se encontraba estudiando en Gijón, en su Asturias natal, ya que a Málaga no llegaría hasta el año 2006, tras encajar en el perfil de una oferta para un puesto en un grupo de investigación.

Sus primeros pasos académicos los dio en la carrera de Informática. Y es que dice que nunca pensó en dedicarse a la investigación. Tras dejar estos estudios comenzó Psicología, un área que le apasiona. Pero la atención sanitaria no le llamó mucho: «Tratando a la gente ayudas a una o diez personas, en cambio, con la investigación puedes cambiar el mundo».

Como él mismo afirma, cuando comenzó en los primeros proyectos se dio cuenta de que estaba en su «salsa». Le viene de familia. Sus padres son médicos y también forman parte de equipos de investigación, al igual que su hermano. Explica que se ha criado en un ambiente de ciencia. «Te van transmitiendo este tipo de cosas, pero no ves lo que de verdad te gusta hasta que lo pruebas por primera vez», apunta.

Como su hermano, los dos han acabado en el campo de las neurociencias. Aunque lo tienen en mente, todavía no han realizado ningún proyecto juntos, y compensar así el tiempo que les ha robado la investigación. Joaquín explica que esta profesión es vocacional, ya que se pasan muchas horas dentro de un laboratorio, sin importar el día de la semana que es: «Si tienes que realizar un experimento en un momento concreto no puedes parar. Por ejemplo, a mi me encantan los animales con los que trabajo, y ellos quieren estar cuidados y limpios siempre».

El equipo

Para dedicarse a esta profesión, hace falta contar con el apoyo de la familia, si no, «es imposible». Asimismo, el equipo de investigación tiene que estar bien formado y que entre sus miembros haya confianza. Joaquín asegura que esto es muy importante, ya que hay meses de trabajo que luego dependen de un compañero. Los jefes del grupo también juegan un papel importante, ya que los proyectos se plantean para unos cuatro años y, si no son competentes, nada sale porque la idea inicial estaba mal.

Su conocimiento sobre el aprendizaje le ha llevado a integrar un equipo que ha puesto en marcha un ambicioso proyecto. Se trata de investigar sobre pacientes en estado vegetativo. Señala que están desarrollando técnicas basadas en el conocimiento para intentar detectar si estas personas son capaces de interiorizar determinados aspectos y cómo eso refleja que están conscientes.

La idea es desarrollar posteriormente herramientas para que los especialistas traten mejor a estas personas. «A largo plazo, queremos establecer sistemas que permitan comunicarnos, al menos de manera muy sencilla, con gente en estado vegetativo», apunta. Para darse cuenta de la dificultad de esta iniciativa, Joaquín revela que en todo el mundo solo hay cuatro o cinco equipos analizando este aspecto.

Es difícil competir con ellos con los medios que hay en España, afirma. Insiste que «a los políticos se les llena la boca hablando de I+D+i, pero, con los recortes, las condiciones están empeorando todo el rato». Precisamente estos tijeretazos hacen que en el próximo mes de abril se tenga que marchar, aunque asegura que prefiere quedarse en Málaga. En estos años en la Costa del Sol insiste en que se ha creado un equipo muy competitivo que ha recibido numerosos galardones, al igual que él. Entre sus haberes cuenta con el premio extraordinario de doctorado de su año y un la publicación de un artículo destacado en la American Psychological Association.

Se llevará en su maleta toda la experiencia cosechada en la Universidad de Málaga y su pasión por la investigación. Esa profesión gracias a la que dice que puede experimentar la sensación de que, en un momento dado, «eres la primera persona del mundo que sabe con certeza que una cosa pasa por algo». «Es lo que queda de ser explorador en el siglo XXI: te vas a la luna o te dedicas a la investigación», concluye.