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Sánchez Arévalo rueda este verano su cuarto largometraje.:: R. C.
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Daniel Sánchez Arévalo: "Es ñoña y machista, pero te lo crees todo"

Pasiones de famosos: el director y su experiencia con 'siete novias para siete hermanos'

PPLL

Lunes, 6 de agosto 2012, 19:55

A Daniel Sánchez Arévalo su madre siempre le pedía que dejara de recrearse en las películas que contemplaba y se esforzara en disfrutar de su propia existencia. No se puede decir que desoyera el consejo de su progenitora, ni tampoco que traicionara definitivamente aquellas fantasías de la gran pantalla. «Vivo de hacer películas», precisa el director madrileño para explicar esa síntesis perfecta. Algunos de los interiores de AzulOscuroCasiNegro, su ópera prima, fueron rodados en su antiguo hogar y el debut resultó recompensado con el Goya a la mejor dirección novel. Este verano inicia su cuarto largometraje, una historia que arranca con imágenes prestadas de Siete novias para siete hermanos, un título imprescindible que ha visto más de veinte veces con total arrobo: «Me sabía sus canciones de memoria sin tener idea de inglés».

El éxito hollywoodiense inspira La gran familia, la última entrega de su trilogía sobre bodas no celebradas. «Uno tiene que escribir sobre lo que le toca de cerca y la familia es un microcosmos en el que se reproducen las relaciones y luchas por el poder que luego se extrapolan a otros ámbitos». Las ceremonias nupciales aportan la guinda a ese pequeño universo. «Me interesan porque son ocasiones especiales donde se mezclan gentes muy diferentes y su proceso es muy curioso, parten de la formalidad más estricta y desembocan en el desmadre absoluto, un escenario muy interesante para la explosión de conflictos».

La historia de los hermanos Pontipee y sus perfectos pasos de baile inspiran la peripecia de Adán, Benjamín, Caleb, Daniel y Efraín, también hijos del mismo padre, en la gloriosa tarde que España ganó el Mundial de Sudáfrica. «Un día en el que todo es posible y se produce una catarsis colectiva en nuestro país», recuerda el director.

Daniel volvió a ver la película de Stanley Donen cuando escribió el guión y, lamentablemente, su mito se tambaleó: «Me pareció machista y ñoña, pero la magia y el encanto están ahí y seguí queriendo corretear por aquellos paisajes de cartón piedra. Me encantan las películas que te llevan a su mundo y te lo crees todo».

Este recuerdo en cinemascope y las tardes de sesión doble en la filmoteca han dejado honda huella en el cineasta. «Tengo 42 años y cuando era un niño no existían las consolas ni todos esos estímulos visuales que hay ahora, así que aquellas imágenes te marcan de por vida». Dentro de esa historia personal ligada a una butaca, los musicales de Stanley Donen constituyen una parte esencial: «Son una explosión de color, alegría y de buen rollo. Yo quería ser parte de esa familia, a ser posible, encarnándome en el más pequeño, el bailarín acrobático».

La influencia de Siete novias para siete hermanos se percibe en los universos masculinos de Sánchez Arévalo, tan característicos de su primera obra como de Primos, la última estrenada. «Pero el mundo que retrato tiene mucho que ver con las mujeres y cómo nos relacionamos con ellas, al final, son las que lo mueven todo».

Su predilección por la comedia también parece deudora de Donen, uno de los grandes del cine estadounidense y autor de títulos emblemáticos como Charada o Dos en la carretera. Sin embargo, el director matiza que sus obras no buscan encuadrarse en un determinado género. En los ensayos, siempre pide a los intérpretes que el humor surja de una forma natural. «Me gusta partir del drama para llegar a la sonrisa, pero sin seguir fórmulas ni forzar situaciones, creo que deriva de una forma inconsciente».

Si la comedia es su inevitable destino y se confiesa un amante de los musicales, ¿cuándo intentará emular el éxito de El otro lado de la cama, uno de los escasos y recientes ejemplos en España de la especialidad? «No me veo, le tengo mucho respeto y es difícil hacerlo bien», se excusa. Antes preferiría embarcarse en un western en el que aparecieran cabañas, cascadas y vaqueros, tal vez empeñados en buscar el amor de su vida sin necesidad de cabriolas coreografiadas.

En cualquier caso, en este complicado contexto económico, el director apuesta por el valor de un cine que recurra a la ironía. «Estamos más necesitados de risas que nunca. En tiempos de crisis hay que aportar luz y optimismo para olvidar la prima de riesgo y las exigencias del Banco Central Europeo».

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