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José Tomás saluda al respetable mientras sale a hombros tras cortarle cuatro orejas a sus toros. / ALBERTO ESTÉVEZ. EFE
TOROS

Enésima apoteosis de José Tomás

El diestro de Galapagar regala al público de Barcelona una tarde segura, feliz y completa rematada con la puerta grande Morante tuvo golpes brillantes en una buena corrida de Cuvillo

BARQUERITO

Lunes, 28 de septiembre 2009, 03:19

La corrida de Cuvillo y el cierre de curso de José Tomás fueron cosa de peso y, en muchos momentos, muy brillantes. El talento de José Tomás, un espléndido cuvillo, un maravilloso disparate de Morante... Pero el verdadero peso no estaba tanto en la carne de la corrida como en su entorno político. Dentro de mes y medio, el voto particular de un centenar de diputados socialistas y nacionalistas en el Parlament de Catalunya podría desencadenar la abolición de los toros en Barcelona.

No pocos tenían la sensación de que ésta iba a ser la última corrida de toros en la Monumental. Las casi 20.000 almas que llenaban la Monumental eran, en conjunto, un manifiesto y, a su manera, un acto de fuerza. Mucho de clamor tuvo el espectáculo. Con tan rara angustia de fondo no se había vivido nunca una corrida de toros. La gente se puso en pie unas cuantas veces y, sobre todo, al final del festejo, cuando, invadido el ruedo por voluntarios, José Tomás salió izado a hombros. Como la bandera que defiende en Cataluña los toros.

Y la corrida. No falló Cuvillo. Los dos toros del lote de Aparicio costó verlos porque Aparicio no estuvo para nada en toda la tarde. Pareció apagarse un primero al que había que provocar; el cuarto, que escarbó, protestó en cuanto Aparicio le tocó los costados. Morante se lesionó al matar al tercero y Aparicio tuvo que despachar el sexto.

El segundo fue devuelto

El toro mejor iba a haber sido el quinto, pero el segundo salió tocado de la divisa y fue devuelto. Se corrió turno y José Tomás pudo disfrutar a modo con ese quinto. Tomás lo toreó con asiento, facilidad, resolución y hasta comodidad. Toreo en redondo con el toro traído de largo, y de largo llevado también, mecido, ligado y casi siempre templado. Ni pausas ni paseítos. Lo mejor fue, con diferencia, una tanda con la izquierda, casi de perfil José Tomás, con el toro embarcado geométricamente por el mismo vuelto de un engaño plano magníficamente volado al ralentí.

Una estocada de las de morir. El puntillero levantó el toro y fue desarmado. El cachete prendido. Se lo quitó José Tomás y rodó el toro. De vuelta al ruedo a petición del propio matador.

No le resultó sencillo a Morante resistir las comparaciones. Pero las aguantó y, en algún momento, hasta con ventaja. Morante posado en las plantas de los pies y descargando el peso en ellas. Pero con su toreo de brazos que fundió el regusto, la calma y la improvisación que son esencia de Morante. Y una estocada casi infame.

El sobrero fue poco toro y raro de conducta. José Tomás lo toreó de capa con caro gusto. Media inmejorable. Un quite por delantales muy airoso. Y una faena que, tras apuestas fallidas porque el toro cabeceaba, vino a encontrar salida de manera impensada: de frente, en muletazos uno a uno, José Tomás rescató el natural de Manolete. Con ese toro de Cuvillo. Pura quietud, a compás el brazo en enganche y suelta, las zapatillas en oblicuo, sutil el giro. Una maravilla. Y casi ahí la igualada. Un pinchazo, ay. Sorpresa: a toro pinchado, una tanda de manoletinas. Provocaron más euforia que todo lo anterior. Y una estocada extraordinaria. La firma y la rúbrica. No se sabe si el final.

Barcelona: 2ª del abono de La Mercé. Lleno. Veraniego, algo de viento.

Seis toros de Núñez del Cuvillo. Corrida de juego y remate desiguales.

Julio Aparicio, saludos, pitos y pitos en el que mató por lesión de Morante. José Tomás, dos orejas y dos orejas. Morante de la Puebla, de violeta y oro, una oreja.

Lesionado en la muñeca, Morante no pudo salir a matar al sexto.

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