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MATEO BALÍN
Martes, 15 de septiembre 2009, 04:37
«Me vi acorralado por esas personas armadas, me entró miedo y pensé que si se me lanzaba no saldría vivo de allí. Me defendí y lo apuñalé (a Carlos) por instinto». Fueron sólo ocho segundos. En ese breve lapso, Josué Estébanez, ex militar y simpatizante del movimiento neonazi, acuchilló mortalmente en el corazón al joven Carlos Palomino en noviembre de 2007 en el metro de Madrid.
Con esta frialdad, Estébanez confesó el crimen ante el tribunal de la Audiencia Provincial de Madrid, en la que ayer comenzó el juicio. No tenía más remedio. Las pruebas de cargo -el vídeo del metro y la multitud de testigos que presenciaron los hechos- no dejaban dudas sobre su autoría. No había, pues, coartada posible.
Por momentos, su crudo relato se vio salpicado por los gritos de un centenar de amigos de Carlos, que se apostaron en las inmediaciones del edificio judicial, entre fuertes medidas de seguridad. Pedían justicia y clamaban venganza. Algunos de ellos se encontraban en el vagón donde pereció su compañero. Aquel día, se dirigían a 'reventar' una manifestación de la ultraderechista Juventudes de Democracia Nacional contra los inmigrantes.
A preguntas de la fiscal, el procesado narró que la jornada de autos se dirigía a un pueblo próximo a Madrid para reunirse con unos amigos. Estaba hablando con dos mujeres mayores cuando a la entrada de la estación de Legazpi vio a un grupo de 'cabezas rapadas' en el andén. Tras detenerse el metro, estos entraron a su vagón y le amedrentaron. «El cerdo ese está ahí», dijo que le espetaron.
«Eran siete u ocho. Me acorralaron. Él (por Carlos) apartó a la gente. Se encaró y fue directo donde estaba. Su intención era que le diera mi sudadera (tenía un símbolo neonazi) y se abalanzó sobre mí. Temí por mi vida».
Estébanez negó al tribunal que fuera a ninguna manifestación contra la inmigración y rechazó cualquier atisbo de relación con los movimientos de ultraderecha. Asimismo, y pese a la reiteración de la acusación particular, señaló que no levantó el brazo a modo de saludo fascista cuando asestó la puñalada mortal a Carlos, y se fue por peteneras cuando le preguntaron si era patriota. «Soy español, nada más. Como militar soy una persona a la que le gusta que gane la selección española», respondió el acusado.
Crimen ideológico
El interrogatorio tanto de la acusación particular, ejercida por la madre de la víctima, como popular, representada por el Movimiento contra la Intolerancia, se centró en la posibilidad de que en el crimen hubiera incurrido el agravante de la ideología, que podría elevar la condena final al presunto asesino. Pero éste lo negó. En su escrito, la Fiscalía pide para Estébanez 30 años de prisión y 600 euros de multa.
Tras el acusado compareció la madre de la víctima, María Victoria Muñoz, quien visiblemente compungida relató al tribunal que conocía que su hijo tenía la intención de acudir a una contramanifestación y le advirtió de que era «peligrosa». Asimismo, reconoció que sabía que el menor tenía una ideología «antifascista».
Al finalizar la vista, dos jóvenes neonazis se acercaron a la puerta para apoyar al detenido y pedir su libertad. «Josué libertad, que nadie encarcele el aire entre barrotes», decían sus proclamas. Cuando los agentes se dirigieron al lugar, ambos salieron corriendo y uno de ellos recibió un puñetazo de un seguidor antifascista.
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