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ARTÍCULOS

Tradición

BLANCA ÁLVAREZ

Viernes, 1 de mayo 2009, 04:31

LOS escritores de la Biblia se inventaron un buen día el sacrificio de Isaac, trocado por un cordero en el último instante, para terminar con la tradición de los pueblos semitas, también del pueblo judío, que exigía sacrificar al primogénito de cualquier pareja para que los dioses regalaran fortuna y buena suerte a la familia. Otro tanto sucedió con la tradición gastronómica respecto al cerdo.

La tradición, a estas alturas, queda reducida a prácticas residuales capaces de dar a quien las practica y defiende, la seguridad de pertenencia a un grupo, a un clan, a una etnia. Si ésta se limita a comer garbanzos con arroz, a dar saltos en la plaza un determinado día al año a una puntual hora, pues bueno. Ahora bien, cuando en nombre de la Tradición, con mayúsculas miedosas e ignorancia como telón de fondo, se defienden prácticas contrarias a la dignidad humana, en cualquier país, medianamente civilizado, ha de verse perseguida como delito. Conste que masacrar animales indefensos también atenta contra la dignidad humana.

¿A quién beneficia y tranquiliza la consumación de las tradiciones? Desde luego no a la víctima elegida, sino a quienes no afecta la desgracia, ni es presionada, ni violada, ni humillada; tal vez al padre: una boca menos, una dote más; tal vez a la madre: yo misma pasé por ese infierno, si mi hija lo continúa, mi calvario ganará cierto sentido; al cuarentón que recibe, legal y con todas las bendiciones, el regalo de carne fresca, sin estrenar y atemorizada, capaz de obedecer cualquier orden por miedo a las consecuencias. Desde luego, no a Selamha y a sus 14 años. Por más que sus parientes miren a la cámara y nos acusen de faltar al respeto a sus tradiciones. Pues sí, con todo el derecho por nuestra parte y en beneficio de la niña.

El asunto éste de las tradiciones y sus respetos es un tema delicado a tratar en cualquier sociedad democrática. Defender barbaridades como la amputación del clítoris, los matrimonios de menores forzadas y otras tradiciones basadas en comunidades rurales aisladas, sencillamente no es de recibo. La esclavitud formó parte de la tradición durante siglos; los sacrificios humanos, también; la bofetada y recriminación a las esposas formó parte del contrato matrimonial para nuestros abuelos. Y fue un largo camino hacia la civilización el que las eliminó de nuestro humano panorama. No cuestionarlas, mantenerlas por comodidad de unos y en beneficio de otros, tan sólo se vuelve contra todos devolviéndonos a las cuevas y los crueles dioses de la tormenta.

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