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EL MIRADOR

La cúpula de Barceló

TEODORO LEÓN GROSS

Jueves, 13 de noviembre 2008, 02:53

HAY algo inevitablemente aldeano en la bronca por la cúpula de Barceló en la sede de Naciones Unidas de Ginebra que cofinancian el Estado español y una veintena de empresas. La imagen internacional de España no sólo pasa por las guerras o conferencias; también por su huella, y la Comisión de Derechos Humanos de la ONU parece un buen lugar. El Palais des Nations, sede primigenia de Naciones Unidas, es un edificio emblemático en el Parque de l'Ariana, entre majestuosos cedros azules y robles centenarios a vista del lago Lèman. La propia ONU declara cien mil visitantes cada año. Hay una gran colección de arte, siempre como donación de los estados miembros, y ahora España patrocina la cúpula de Miquel Barceló, una de sus figuras globales además de Tapies, Sierra, Uslé y Plensa. El embajador March -quizá predestinado por ese apellido de una dinastía de mercaderes de talento con intuición para el arte- negoció esta idea del Rey atendiendo a la invitación a colaborar con la restauración de la sede. Barceló, que había realizado un espléndido retablo alegórico en la Capilla del Santísimo de la Catedral de Palma, ganó el concurso. En fin, todo esto parece muy lejos de los arrebatos pueblerinos tan carpetovetónicos que tratan de construir el escándalo. Es interesante que Barceló -ahora en el CAC de Málaga- haga la cúpula para la ONU como antes Miró, Sert o Vela Zanetti. Se trata de un escándalo ficticio. El asunto da para algún reproche contable, poco más; pero en vísperas de la inauguración, algunos han querido aprovechar el escenario de crisis para retratar a un Gobierno manirroto. Tal vez sea así, pero no por esto. Los siete millones invertidos, más que nada en la restauración del edificio, no dan para rasgarse las vestiduras. Por supuesto, los promotores de este escándalo no vieron nada raro cuando la iglesia diocesana de Mallorca y las instituciones gastaron cuatro millones en el retablo; pero sí por estos siete. Seguramente habrían hecho lo mismo cuando la República encargó el Guernica a Picasso para la Expo de 1937 en París. Y sin duda han logrado su objetivo de desgastar la imagen del Gobierno, pero para eso han desacreditado el proyecto y han vuelto a retratar el aldeanismo de un país que no termina de sacudirse el pelo de la dehesa.

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