DESPEDIDA. Almudena Cid, durante el ejercicio de cinta en su última final olímpica. / AFP
PEKÍN 2008. GIMNASIA

Nadie voló tan lejos como Almudena

La gimnasta española acabó octava en su cuarta final olímpica, un récord de longevidad en un deporte de niñas

J. GÓMEZ PEÑA

Domingo, 24 de agosto 2008, 03:25

Si les preguntan, los niños responden que quieren ser futbolistas, o médicos, o como papá, o nada. O de 'Operación Triunfo'. También hay críos distintos. Como Almudena Cid. Su vocación siempre fue ser mariposa. «Ten cuidado, Almudena, que vas a romper algo». Eso le decían en casa desde los siete años. Y ella, nada. Con el pie a la altura de la cabeza. Lanzando el cepillo al aire. A cogerlo justo a un centímetro del suelo. Al vuelo. Con el tiempo lo logró. Mientras, hubo en casa algún que otro 'accidente'.

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También las mariposas aprenden a volar. Un vuelo largo. El viaje por el tapiz más prolongado de la historia de la gimnasia rítmica.

Es un deporte para niñas que acaban de echar los dientes. De contorsionistas con bisagras de goma. Con esqueletos blandos, en crecimiento. En cuanto sacan el DNI, dejan las mazas, el aro, la pelota, la cuerda o la cinta. La mayoría de edad las oxida. Menos a Almudena Cid, que ya ha cumplido 28 años. Caso único. Sus alas han sobrevolado el tapiz de cuatro finales olímpicas: novena en Atlanta 1996 y Sydney 2000, octava en Atenas 2004 y también ayer en Pekín. La final fue para la rusa perfecta, Eugenia Kanaeva, la más flexible y ágil.

El último de los ejercicios, el de su despedida, fue la cinta. Entró a la alfombra de blanco y mora. Sobre las puntas de unos pies que ya no le aguantan. Demasiadas horas en esa postura antinatural.

Tiene mil lesiones, fabricadas en siete horas diarias de entrenamiento. Ciática, un metatarsiano roto para siempre, la cadera tocada.... Ayer no se notó. La capacidad de sufrimiento también se entrena. Dejó sus últimos garabatos en el aire. Elegante. Miró cómo bajaba del techo la cinta, la agarró precisa y cerró su ejercicio en un ovillo. No fue el mejor; sí el más emotivo. Firmó con el dedo sobre el suelo y lo besó.

«¿Guapa!», le habían piropeado un rato antes desde la grada al terminar otro de sus ejercicios, el de aro. Se lució. No puede doblarse como las otras. Ella gira y gira. Y envía el aro arriba. Al caer lo espera y atina. Canasta a la inversa. «¿Guapa!», le insisten. Ha probado en las pasarelas de Cibeles y Gaudí. Y la quiso fichar el 'Circo del Sol'. Es coqueta: diseña el vestuario para competir. También es perfeccionista. La clave para disputar cuatro finales olímpicas en un deporte tan breve.

Bailarina

Con las mazas también tiró de su repertorio: el clásico. La gimnasia como era antes. El estilo, la gracia, el duende. La elegancia. El deporte hecho ballet. Al público le encanta. Los jueces priman la dificultad que alcanzan las rusas y las ucranianas. La gente aplaude a Cid. Desde hace años, las reglas de la gimnasia, sus códigos, priman a las contorsionistas. Abren la puerta para que desaparezcan las bailarinas. Pero ni así se ha ido ella, la gimnasta creativa. Dentro de un par de meses, en la Copa del Mundo a celebrar en Benidorm, se quitará las mallas, los calentadores y los punteros. Durante más de una década ha sostenido en el aire a la gimnasia española. Era su vocación de niña: ser mariposa. Volar desde Atlanta 96 hasta Pekín.

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«Me gustaría seguir en la gimnasia, pero no con las personas que quisieron frenar mi carrera deportiva. Desgraciadamente, siguen en activo. Y yo prefiero hacer cosas que me den más satisfacciones que trabajar con toda mi alma para que mejore mi deporte y no ver ningún resultado», criticó la gimnasta de vuelo libre.

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