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PPLL
Martes, 5 de agosto 2008, 03:39
ELLOS fueron los más sorprendidos al encontrarse frente a un público diminuto y exigente, marionetas en mano. Los trabajos de Kiko Aguilera y Daniel Ocaña nada tienen que ver con el espectáculo, pero lo que en principio era una afición se convirtió en 2002 en 'Cajón de títeres', una compañía profesional de marionetas que ha divertido con sus espectáculos a centenares, quizá miles, de niños dentro y fuera de la comarca. Muchos recordarán 'Las aventuras de Peneke El Valiente' o 'Caperucita Roja' en la última Feria del Libro de Algeciras, otros les habrán visto en San Roque, con 'Simón Susarte y los quinientos valientes'. La buena noticia es que lo mejor aún está por llegar.
Todo comenzó con las representaciones que Kiko hacía para amigos y vecinos. Los cumpleaños y otros encuentros familiares se convertían en la ocasión perfecta para montar un pequeño espectáculo. Poco después se le unió Daniel. Los encargos comenzaron a llegar uno tras otro y, sin apenas darse cuenta, se habían convertido en una compañía profesional. Sin embargo, las exigencias de hacer un buen trabajo no han hecho que los integrantes de 'Cajón de títeres' dejen de disfrutar con lo que hacen.
Tarea de precisión
Recrear un todo un universo en un cajón de dimensiones limitadas es una tarea compleja. Ocurre, al igual que con los saltos mortales de los gimnastas: todo parece sencillo porque la ejecución es perfecta. Hay, no obstante, horas de trabajo, experimentos y un aprendizaje continuo tras cada una de las acrobacias. Las tareas están perfectamente repartidas. Kiko se encarga de la construcción de títeres, de su manejo y de las voces; mientras que Daniel lleva la iluminación, los efectos especiales y la música.
Kiko explica que los libros son insuficientes para construir los muñecos, por lo que ha realizado talleres con Unión Internacional de Marionetas de Andalucía (Unima) y asiste, junto a su compañero, a todos los encuentros de titiriteros posibles. Daniel experimenta continuamente con efectos y sonidos. Ambos reinvierten gran parte de lo obtenido en sus actuaciones para ampliar, modernizar y mejorar el material. Una máquina de humo ha sido una de sus últimas adquisiciones.
«Hay que tener cuidado de no pasarte con los efectos», advierte Daniel, «todo tiene que estar perfectamente sincronizado con la historia y no puedes excederte porque, de lo contrario, se ve artificial y pierde credibilidad».
No hay que olvidar el objetivo principal: entretener a los niños. Los pequeños deben creer en todo momento que lo que ocurre es real en ese momento. Para ello hay que contar con un buen guión y saber llevarlo a la práctica.
Para los más exigentes
'Cajón de títeres' incluye en su repertorio una amplia variedad de títulos, con especial atención al clásico guiñol de cachiporra. Hay obras adaptadas, como 'El Quijote', y otras de creación propia, como la escrita con ocasión del tercer centenario de San Roque. El denominador común de todos los títulos es que reúnen un marcado carácter didáctico con la diversión.
«Lo más difícil es el guión», dice Daniel, «porque con los niños no puedes pecar por exceso ni por defecto y si pierdes su interés por un momento, empiezan a jugar entre ellos y los has perdido del todo». A ello se suma la dificultad de tener un público de entre tres y doce años, con padres y abuelos incluidos. Nadie puede salir decepcionado.
«No es una obra cerrada, los títeres les hablan y hay que ver las caras que se les quedan cuando les hablan a ellos», apunta Daniel. La participación del público y la capacidad de improvisación son dos de los pilares fundamentales del éxito de cada una de sus obras.
El éxito, para Daniel y Kiko, es que sus espectadores repitan. «Los padres y los abuelos se involucran mucho porque los niños de hoy no lo han vivido tanto y quieren que sus hijos y nietos tengan esta cultura callejera».
Otro reconocimiento importante para los artistas es el hecho de que las instituciones de la comarca confíen en ellos para el ocio infantil. No sólo representan obras, sino que imparten talleres de marionetas en los que los niños tienen ocasión de demostrar lo aprendido ante sus padres y amigos. Ahora, están a la espera de que la Diputación de Cádiz decida si los incluye en su programa de cooperación cultural, lo cual les llevaría a diversos puntos de Andalucía. Sea como sea, no hay que dejar pasar la oportunidad de sumergirse en un mundo en el que todo posible y el que, por lo general, los buenos siempre ganan.
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