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La mujer que le sacó partido al Big Mac
EL FOTOMATÓN

La mujer que le sacó partido al Big Mac

Carolina López / Soy propietaria de seis McDonald's en la provincia / No me importa reconocer mi edad: voy camino de los 50 / Tampoco ponerme detrás del mostrador / Llevo 17 años en Málaga y me dicen que soy guay pese a ser de Sevilla / Me encanta caminar por el paseo marítimo, leer y hacer sudokus /

Un perfil de Francisco Jiménez

Domingo, 9 de marzo 2008, 02:45

CUANDO una mujer se le acercó preocupada por la salud de su hija porque comía muy a menudo en McDonald's, la reacción de Carolina López fue enseñarle la cocina y explicarle todo lo que se cuece en la casa de Ronald McDonald. Después de 17 años de experiencia, y siendo propietaria de seis franquicias de la provincia, esta empresaria no consiente que se hable de comida basura como sinónimo de comida rápida. «Tan malo es alimentarse cada día a base de hamburguesas como de tortillas», comenta.

Aunque muchos le recomiendan que nunca diga su edad, Carolina no tiene ningún reparo en revelar que está a un paso de los 50. «Lo importante es cumplir años», reconoce. Su vida siempre ha estado ligada a Sevilla. La familia y los amigos de juventud tiran mucho. Pero no quita que se sienta encantada en Málaga, la ciudad que ha visto crecer a sus dos hijos. Por eso no entiende de rivalidades que no conducen a nada. «Eres guay pese a ser de Sevilla», asegura que le han dicho en más de una ocasión.

Recuerda con cariño la primera vez que pisó Málaga. Fue para conocer el restaurante de la plaza de la Marina. Cuando se bajó del coche y levantó la mirada, se echó a temblar, pero sólo por un momento. «Al ver la plaza, que entonces era de albero, y los árboles del Parque, pensé que estábamos en las afueras de la ciudad y no en pleno Centro», explica. Ahora, cada vez está más satisfecha de haber tomado la decisión que cambió su vida.

Carolina nació casi por casualidad en un pueblecito sevillano llamado Fuentes de Andalucía, aunque se crió en Brenes en el seno de una familia humilde. Allí pasó parte de su infancia junto a sus cuatro hermanos. Pero sólo una parte, porque cuando tenía ocho años le tocó cambiar de amigos y de colegio y marcharse a Huelva. Aunque ahora se muestra distante de la vida religiosa, no reniega de su paso por el colegio de las Esclavas. Guarda gratos recuerdos de una de sus profesoras, la madre Elvira, con quien se ha vuelto a encontrar muchos años después en Málaga, ya que el destino quiso que Carolina fijara su domicilio en El Morlaco, cerca de la residencia de la congregación. Si hubiera podido elegir, seguramente no habría estudiado en un colegio de monjas, pero así fue. «A esa edad no te enteras de nada, pero lo cierto es que recibí una educación adecuada», añade. Por ello, siempre estará agradecida a sus padres por el esfuerzo que hicieron para darle la mejor formación.

El primer y único amor

Al cumplir los 18 años volvió a Sevilla, esta vez para ir a la Facultad de Ciencias de la Educación. Por aquel entonces ya llevaba un par de años saliendo con José Antonio. Eso de que la distancia es el olvido no se cumplió en esta joven pareja. Él en Madrid y ella en Sevilla. Así pasaron tres años en los que Carolina acabó el primer ciclo de la carrera. Después no se lo pensó y se marchó a completar sus estudios en la Complutense, donde se doctoró en Pedagogía.

Allí acabó de forjarse la mujer que es hoy. No se considera feminista, pero sí le preocupan las desigualdades que aún se siguen dando. En un mundo empresarial prácticamente dominado por hombres, Carolina rompe una lanza en favor de las mujeres. «Nuestra visión es muy diferente; somos mucho más prácticas y eso se traduce en una mejor gestión», subraya.

Si alguien tiene la culpa de su conversión a empresaria, ése es José Antonio, el chico que conoció en Huelva con 16 años y que ahora es su marido y el padre de sus dos hijos, Claudia y Roberto. Otra vez el azar se cruzó en sus vidas. «En un viaje de trabajo, José Antonio se encontró con un conocido que se dedicaba a buscar nuevos emplazamientos de McDonald's. Llegó a casa entusiasmado», recuerda. El espíritu aventurero de su marido se despertó en un momento en el que Carolina pasaba por un periodo de reflexión de su vida profesional. Tenía una hija de dos años y estaba embarazada. En ese momento, se dedicaba a escribir libros de texto de Infantil, con algunas colaboraciones con el Ministerio de Educación, pero el trabajo no acababa de llenarle. Entonces leyó 'McDonald's, «la empresa que cambió la forma de hacer negocios en el mundo», y lo vio claro.

Comenzó haciéndose con las franquicias de la plaza de la Marina y del entonces Pryca Los Patios, el primer McDonald's de la provincia y el número 17 de España. Pero no se puede dirigir algo que se desconoce. Por eso, antes tuvo que pasar un año de formación por todos los puestos, desde preparar hamburguesas hasta limpiar suelos, y luego realizar un curso en Chicago, la cuna de Ronald McDonald. Poco después llegaron el restaurante de Torremolinos y los dos de Benalmádena y, hace apenas unos años, su última adquisición, el del Málaga Nostrum.

Carolina siempre hace hincapié en que el poder no se le ha subido a la cabeza. De hecho, no resulta extraño verla echando una mano a sus empleados tras el mostrador cuando están desbordados. «Venga ya, si fueras la dueña estarías de vacaciones con el señor McDonald», le espetó un cliente uno de esos días de ajetreo. Quien quiera comprobarlo, seguro que tendrá una oportunidad esta Semana Santa.

El paseo es sagrado

Pero no todo es trabajo en su vida. A estas alturas, resulta obvio decir que sabe preparar un Big Mac, aunque su especialidad, según sus hijos, es la cocina creativa. «De cada sobra me invento un plato», bromea. Siempre encuentra tiempo para caminar por el paseo marítimo -uno de sus grandes vicios junto al sudoku- y para sentarse tranquilamente y leer un buen libro. Ahora tiene entre manos 'Decidme cómo es un árbol', de Marcos Ana. También le gusta leer en francés para mantener el vocabulario. Aunque para eso ya están Roberto, que a sus 19 años estudia en el Liceo Francés, y Claudia, de 21, que tras pasar por París ahora se está formando en Dirección de Empresas en Madrid. A ella le encantaría seguir los pasos de su madre, incluso ha trabajado en algunos restaurantes de la marca. Sin embargo, Carolina mantiene el lema que le inculcaron sus padres de que la formación es lo primero. «Lo principal es que estén preparados; luego, que ellos decidan».

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