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TEXTO: JAVIER LAVILLA
Martes, 30 de octubre 2007, 02:31
LAS amígdalas son unas formaciones de tejido blando situadas en la orofaringe, justo por debajo del velo del paladar. Tienen una gran cantidad de tejido linfoide, es decir, acúmulos de células relacionadas con el sistema de defensa. Su papel es el de mantener a raya invasiones de gérmenes que llegan a través de esa zona buconasal y faríngea. Tienen un aspecto ovoide y su superficie es sonrosada y brillante, a veces con cavidades.
Cuando se inflaman, las amígdalas cambian de aspecto, aumentan de tamaño y toman un color más rojo. Pero la causa no siempre es una infección. Hay personas, especialmente niños, que presentan ese aumento de tamaño o hipertrofia. Dado que en la mayor parte de los casos la causa de la amigdalitis es infecciosa y bacteriana, es habitual observar también lesiones blanquecinas sobre la superficie, conocidas popularmente como 'placas'. Aparecen por el acúmulo de material purulento. A veces se puede observar la existencia de una secreción blanquecina en las amígdalas grandes y con una superficie irregular, sin que se relacionen con ese problema. En los más pequeños suele manifestarse con fiebre, tos y cierta ronquera, náuseas y vómitos. A veces se observa un rechazo a la comida y un babeo continuo y llamativo.
Si después de aplicar un tratamiento con antibióticos aparecen lesiones blancas por toda la orofaringe, puede tratarse de una infección por hongos acelerada por esa terapia, debido a los cambios que produce sobre la flora microbiana habitual.
Cuando cambian de color
El aspecto de las placas relacionadas con una infección aguda de las amígdalas a veces no tiene ese aspecto blanquecino. Algunas amigdalitis se desarrollan con placas de aspecto grisáceo. Esto está relacionado con la presencia de tejido necrótico que se desprende posteriormente. Por otro lado, hay amigdalitis que cursan con una inflamación importante pero sin placas, al ser producidas habitualmente por bacterias.
La inflamación de las amígdalas suele afectar a tejidos próximos. De hecho, además de observarse un enrojecimiento de la faringe cercana, se aprecia una adenitis o inflamación de los ganglios linfáticos adyacentes. La causa fundamental de una amigdalitis suele ser una infección producida habitualmente por bacterias. Entre éstas destaca el estreptococo, que es un germen muy frecuente y produce infecciones comunes (especialmente otorrinolaringológicas, respiratorias y cutáneas). Es capaz de ocasionar, además, procesos sistémicos infecciosos graves, sobre todo entre los más jóvenes.
Hay varios tipos de estreptococo. Los del tipo A producen infecciones agudas que afectan especialmente a niños y personas con un sistema inmunológico débil. Además, con frecuencia este germen permanece después en las personas a las que infectó, con lo que éstas se convierten en portadoras y, aunque dejen de tener síntomas, pueden llegar a infectar a otras.
El estreptococo del grupo B suele estar presente en la piel en la zona vaginal y colorectal, por lo que puede producir complicaciones en embarazadas y recién nacidos.
Pero también hay otros tipos de amigdalitis, algunas relacionadas con infecciones más graves, como la angina de Vincent, un tipo de amigdalitis asociada a una infección por gérmenes que provocan una intensa inflamación y presencia de membranas de tejido necrótico. Estos gérmenes tienen un crecimiento más agresivo y responden peor a antibióticos. Aparece en personas con un estado general e inmunológico más afectado. También hay amigdalitis víricas, entre las que destaca la provocada por el virus de la mononucleosis infecciosa, que es capaz de provocar una infección aguda con manifestaciones sistémicas y un gran componente inflamatorio que afecta a todo el sistema ganglionar cervical.
¿Cómo se contagia?
Se describe la amigdalitis clásica aguda y la crónica según la evolución y la presencia de recaídas frecuentes. Según la causa, se distinguen entre amigdalitis bacterianas o víricas. Habitualmente las amigdalitis se contagian por transmisión oral y aérea. El contagio puede provenir de personas infectadas o portadoras del germen. La infección es posible sobre todo cuando existe un contacto estrecho directo con la persona infectada a través de secreciones nasales u orales, y utensilios. En épocas o lugares donde aumenta ese contacto -como locales poco ventilados- aumentan las posibilidades del contagio.
Son habituales los pequeños brotes epidémicos en colegios y guarderías, así como dentro de las familias. Suele comenzar por estar afectado alguno de los más pequeños y se extiende posteriormente a otros miembros. El contagio entre niños se suele producir al compartir utensilios. Los padres suelen resultar también afectados y es habitual que algún adulto se convierta en 'portador', lo que puede facilitar la aparición posterior de otros cuadros.
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