Gemma Rodríguez: «El primer golpe llegó a los tres meses de conocernos»
Una malagueña que sufrió malos tratos por parte de su exmarido durante cuatro años relata su experiencia en una novela
AMANDA SALAZAR
Martes, 26 de noviembre 2013, 09:57
Gemma Rodríguez es malagueña, tiene 34 años y dos hijos de cuatro y dos años. Viendo ahora cómo sonríe, parece difícil imaginarse el calvario por el que pasó antes de conocer a su actual pareja y padre de sus dos niños. Pero Gemma, quien señala que su gran pasión es la copla, ha conocido un infierno imposible de relatar en las letras de una canción. Una pesadilla de golpes, insultos, violaciones y humillaciones que soportó durante cuatro años. Una experiencia que ahora relata en la novela 'África en la piel', que ha autoeditado y que ya va por su segunda edición después de vender más de 5.000 ejemplares.
-En su libro relata con todo detalle tu vida con Scott (nombre ficticio) tu anterior marido. ¿Cuándo empezaron los malos tratos?
-Conocí a Scott en Málaga en una visita que hice a mi familia. Entonces yo vivía en Londres. Él era de Benin, un país centroafricano, y me conquistó con su forma de hablar. Al principio era encantador, atento, seductor. En una semana, decidí dejarlo todo y volverme a Málaga a vivir con él. Los golpes empezaron a los tres meses. Me dio el primer bofetón una noche que llegó a las tantas de la madrugada a casa y se me ocurrió preguntarle dónde había estado. Luego me encerró en el balcón durante cinco horas mientras dormía y yo me congelaba fuera.
-¿Puede considerarse una autobiografía?
-Es una novela sobre mis recuerdos de aquellos años, sobre mi dolor y mi rabia. Un libro que escribí animada por mi actual pareja porque me vio tan mal que pensó que sería una buena terapia. Él quería que lo quemásemos en la noche de San Juan. Pero al final yo pensé que podría ayudar a otras mujeres.
-Después del primer golpe, seguiste junto a tu verdugo e incluso te casaste con él. ¿Tu familia y amigos nunca sospecharon nada?
-Trataba de esconderles los moratones. Salía a la calle con grandes gafas de sol y pañuelos que me tapaban la cara. No quería preocuparles. Y tampoco podía irme. Ahora lo pienso y no sé qué me atrapaba para seguir junto a él. Paliza tras paliza al final siempre le perdonaba. Puse quince denuncias, dictaron tres órdenes de alejamiento. Pero al final siempre le dejaba volver. Ahora sé que no era amor.
-¿Crees que las culturas diferentes de uno y otro empeoraron la situación?
-Yo ya había estado con otros hombres africanos. Mi abuela se casó con un hombre negro y mi actual marido es nigeriano. Pero ellos eran personas normales. Pueden tener costumbres distintas a nosotros. Pero nunca imaginé que alguien que te dice que te quiere pudiese albergar tanto odio.
-¿Qué es lo que más te ha marcado de esta relación?
-Me ha dejado muchas cicatrices. Una vez, me tiró por las escaleras de la discoteca que regentábamos estando embarazada y perdí el bebé. Me roció la cara con un producto tóxico y he tenido que pasar por cuatro intervenciones para tapar las quemaduras. Me rajó los pechos porque decía que así ya no iría llamando la atención. Me rapó el pelo para que nadie más me mirase.
-¿Era un hombre celoso?
-Sí que lo era. Un día íbamos en el coche y creyó que miraba a otro hombre en un semáforo, cuando la verdad es que estaba ensimismada. Cogió el mechero del vehículo y me quemó la pierna. Pero él no tenía problemas en irse con mujeres, salir hasta las tantas, emborracharse y drogarse. Odiaba que yo fuese la que llevaba el dinero a casa, que me ganase el pan. Puse la discoteca con los ahorros de Londres y con la esperanza de que los dos trabajásemos juntos. Además, era un local para clientes a los que le gustase la música negra. Pero él nunca intentó trabajar. Le mantenía yo a pesar de todo y él aprovechaba la vida nocturna para llevar una vida aparte. Solo venía a casa para dormir.
-¿Los amigos tampoco notaron nunca nada?
-Él tenía dos caras. Era capaz de tratarme como una basura pero parecer encantador y divertido a ojos de los demás.
-¿Cómo salió de esa pesadilla?
-Una noche, entró un hombre en la discoteca de la que era dueña en la avenida Europa. Le dije de broma a una de las trabajadoras que estaba con nosotras que ese era el hombre de mi vida. Pero no lo volví a ver. A los seis meses volvió y empezamos a hablar. Nos dimos los teléfonos y nos hicimos amigos. Cuando le conté todo lo que me estaba pasando, me animó a abandonarle. Un día que estábamos juntos, cuando aún éramos solo amigos, Scott me llamó por teléfono y empezó a amenazarme. Mi actual pareja me dijo que lo denunciara. Cuando llegué a casa, la policía se lo estaba llevando. Pasó tres meses en la cárcel, pero curiosamente no por los malos tratos, sino porque los agentes vieron que no estaba pasando la manutención de un hijo que tenía de otra relación.
-¿Volviste a verle?
-Fui a visitarle varias veces a la cárcel. Fue una buena forma de abrir los ojos. Lo vi tan mal que dije: «Hasta aquí hemos llegado». Me di cuenta de que no merecía la pena seguir pasando lo que había pasado. Me fui de la casa y con el tiempo conseguí el divorcio. Pero incluso eso fue por las malas. Llegó a decirme que si quería que saliera de mi vida tenía que darle 20.000 euros.
-¿Qué les dirías a otras mujeres que están pasando por lo mismo?
-Que no merece la pena y que la vida hay que vivirla sin miedo. Se puede salir de todo eso.
-¿Cómo se puede adquirir el libro?
-Por ahora, a través de Amazon o en la web Africaenlapiel.com.
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