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Los alumnos del colegio El Pinar elaboran un tema en común en el portátil. :: ANTONIO SALAS
MÁLAGA

Cuando querer se convierte en poder

Tres centros escolares destacan en tecnologías, mejora de la convivencia y la formación. Profesores y alumnos de los institutos Torrijos, Guadalmedina y del colegio El Pinar se han hecho una piña para sacar adelante sus planes

PILAR R. QUIRÓS prquiros@diariosur.es

Domingo, 25 de abril 2010, 13:04

Para creerlo hay que verlo, palparlo y ver a los protagonistas. Resulta sorprendente cómo, por fin, los alumnos obtienen los papeles principales en el largometraje de la educación, cómo, con la ayuda de sus profesores, son ellos los que aprenden a superar sus conflictos y ganar en amigos y en compañerismo en un instituto que antes era conflictivo y ahora es una balsa de aceite como el Torrijos; a tener ilusión por ser alguien en la vida, y pensar incluso que no se les resiste la Universidad pese a ver nacido en La Palmilla y sentirte estigmatizados 'per se' como están aprendiendo los adolescentes en el instituto Guadalmedina; o a darse cuenta de que las nuevas tecnologías son las grandes aliadas en el proyecto educativo y que lo que antes podía ser aburrido ahora es todo un mundo de posibilidades, tal y como experimentan todos los días los aplicados alumnos del colegio El Pinar, en Alhaurín de la Torre.

La Palma-Palmilla

Gitanos, rumanos y marroquíes se superan

Con 12 años los piden, es decir sus padres se encargan de crear alianzas familiares para que se casen tanto mujeres como varones de la etnia gitana. No hay marcha atrás. Es como intentar romper un techo de cristal de una cultura que les penetra, y que muchas veces les obliga. Pero algunos, como Joselillo, quieren escapar de este compromiso que les impediría estudiar. Tiene 12 años y una sonrisa embaucadora, y aparte de querer ser un as del balompié (algo que anhelan todos los gitanillos de la Palma-Palmilla), a Joselillo, que tiene calificaciones de sobresaliente, le encantan las matemáticas y quiere ser jardinero. A muchos podría sonarles a poco, pero observen que sus padres no tienen ningún tipo de estudios y que a su alrededor ninguno de sus vecinos ha acabado la Secundaria. Y Joselillo tiene una meta, un fin. No piensa en vender en el mercadillo ni en tomar chatos en la tasca, quiere hacer algo productivo. Él y sus compañeros Samia, Fátima el Ourzadi, Samuel, Manuel, Crina y Fátima Boughanbou son, junto a muchos otros, la gran esperanza del instituto Guadalmedina, donde este año su lema es 'Por un sueño merece la pena esforzarse'. A principios de curso les repartieron una estrella, y en ella pusieron qué querían ser en un instituto en el que muchos abandonan sin acabar la Secundaria, y ellos y otros muchos ya tienen una meta. Samia quiere ser enfermera, las dos fátimas, maestras; Samuel, militar; Manuel, profesor de Educación Física; y Crina, médico. La mayoría de sus progenitores están en paro y no les exigirían tanto. Pero ellos se han convencidos poco a poco de que son capaces y no quieren tirar la toalla.

«Hemos tenido que luchar a capa y espada para abonar su autoestima; ellos pensaban 'a priori' que no eran capaces de hacer nada, y ahora luchan por su futuro», dice muy emocionada la orientadora del centro, Barbara Ferrero, con el asentimiento de los profesores Alfonso, Diego y Palmira. Hacen excursiones, días de convivencia, murales en equipo y, sobre todo «trabajamos con el cariño, tenemos que darle mucho porque, a veces, no lo tienen en su casa», indica Bárbara.

Su esfuerzo, el de este equipo comprometido de profesores dirigidos por su directora Ana García, ya tuvieron el año pasado el reconocimiento del Ministerio de Educación: un merecido galardón por su trabajo a favor de la integración.

Alhaurín de la Torre

El ordenador es la clave en el colegio El PInar

Que las nuevas tecnologías son el futuro y que el que no sepa manejarlas estará 'out', como dicen los británicos, es algo que hace ya tiempo que empezó a remover las cabecitas inquietas de José Miguel, Rocío y Fernando, los propulsores del proyecto ITAE (Investigación, Tecnología y Avance Educacional) en el colegio El Pinar, en Alhaurín de la Torre, que consiste básicamente en que la herramienta fundamental de trabajo de los alumnos sea el ordenador. A muchos les podrá parecer un contrasentido, pero sólo hay que pasar un día por el centro para entender que el método pedagógico y el interés de los alumnos merece la pena. Para empezar, los estudiantes reciben un listado con varias páginas webs elegidas por sus profesores sobre el tema que van a trabajar esa semana. Ellos las abren, descubren sus contenidos elabora, cada uno, su tema; que más tarde pondrán en común en clase y de él realizarán el tema principal, como cuenta Rocío Mata, profesora de quinto, mientras sus alumnos elaboran un capítulo en inglés sobre los animales en sus portátiles. «Podemos buscar todo tipo de información y aprendemos mucho más que con los libros, hacemos presentaciones y no tenemos tanta vergüenza», dice con mucha soltura Lorenzo Velasco, que con tan sólo 10 años, que es capaz de realizar una exposición en Power-point (un programa informático) que supondría la envidia nada sana de muchos mayores.

A Cristina Domínguez, de 10 años le encanta hacer problemas de mates 'on line' y Daniela Agüera asegura que no se les olvida escribir enseñando su libreta llena de trabajos. Ya en la clase de 6.º los niños deleitan al visitante con una sesión de geografía en la pizarra digital. El mapa está en blanco, sólo dividido por los territorios provinciales, pero obviamente sin sus nombres. Y según van saliendo las provincias deben situarlas con un puntero. Su profesor José Miguel les deja que les ayuden, al fin y al cabo hoy no tienen examen. Y colocan las cordilleras, todo interactivo. «Estos juegos para practicar son muy divertidos y aprendemos más rápido», subraya Andrés Carrera, de 12 años. El coordinador del proyecto, Fernando González, que viajó con sus compañeros a Ariño (Teruel) para poner en marcha este sistema, cuenta que todos los profesores y alumnos se 'cartean' a través de mails, se preguntan, y se zambullen en los temas de los demás y saben cuándo tendrán exámenes y qué notas les han puesto. Y todo lo hacen en verdaderos portátiles de 15,4 pulgadas, ya que Fernando asegura que los más pequeños ('netbooks') podrían destrozar la vista de los alumnos. Los padres también son una pieza esencial en este engranaje tecnológico y tienen sus claves para acceder el programa, saben qué hacen sus hijos, qué exámenes tienen y cómo progresan. Todo a través de la red, que es la gran aliada educativa de este centro.

Carretera de Cádiz

El instituto Torrijos saca un 10 en convivencia

Cuando hace 14 años se abrieron por primera vez las instalaciones del instituto Torrijos, en la barriada de Vistafranca (carretera de Cádiz) en lo que antes había sido un colegio, nadie daba un duro por el centro. Los primeros niños que llegaron pensaron que en el instituto eran libres y saltaban por los muros cuando se les antojaba no ir a clase, o directamente ni aparecían. Los conflictos superaban con mucho la normalidad, el absentismo era galopante y las gamberradas se sucedían por doquier. En vista de que las instalaciones no eran las adecuadas, la Consejería de Educación tiró todo el centro e hizo un instituto de verdad, momento en el que las cosas empezaron a cambiar. Pero el gran salto fue con el equipo directivo que fue elegido en el año 2004/05. Paloma Germán, la directora; David Gálvez, jefe de Estudios; y la secretaria Esther Delgado.

Crearon, antes de que Educación pusiera en marcha 'Escuelas para la Paz', un plan pionero de convivencia y acometieron un programa de compensación educativa (para los niños con más problemas), de coeducación (para salvar el machismo instaurado tanto en los niños como en las niñas) e involucraron a los padres y a los alumnos en todo en proceso. Y este fue su éxito. Que los receptores de los programas fuesen los propios protagonistas. Los alumnos fueron entrenados para convertirse en mediadores de conflictos y los padres, bueno más bien las madres, crearon un aula de convivencia, que funciona por las tardes. «Que no se portan bien, pues los padres en bloque le quitan la 'play' el fin de semana», cuenta la directora como una medida consensuada que tiene gran repercusión.

Patricia Milos, Sebastián Suaza, Sara Barrionuevo, Jorge Gómez y José Carrillo son alumnos mediadores en conflictos y tutores de nuevos estudiantes para que no se sientan solos. Y todos ellos en su conversación cuentan la clave del éxito. En definitiva, que la unión hace la fuerza y que si todos quieren, todos pueden.

«Son un equipo humano en el que se ha combinado la autonomía pedagógica y organizativa con la ilusión, las ganas y la fe», como asegura el coordinador del Gabinete de convivencia y valores de Educación, José Paneque, cuyo equipo les apoya desde la Consejería.

Todos los profesores trabajan en los proyectos, muchos padres están involucrados y los niños se sienten parte del equipo. Los propios alumnos organizan campeonatos de fútbol y baloncesto en el recreo para evitar que algunos niños se queden 'descolgados'. La pared de la dirección está adornada de premios del Ministerio y la Junta valorando su trabajo y, sobre todo, sus resultados. En el instituto Torrijos se respira paz. La de un mural a la entrada con mosaicos de esta palabra hecho por los niños en todos los idiomas.

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