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Nombrar las cosas

«Cuando se escribe se lucha contra el tiempo. Luego intenta uno consolarse, o rebelarse, o denunciar, o agradecer algo...»

FRANCISCO J. CARRILLO, DE LA REAL ACADEMIA DE CIENCIAS MORALES Y POLÍTICAS

Jueves, 8 de febrero 2018, 07:46

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El reciente 90 aniversario de Manuel Alcántara no pasó desapercibido aunque solamente se hubiera celebrado con la columna diaria en SUR y en casi todos los periódicos del grupo Vocento. En esos días fue arropado -lo que es frecuente- por amigos, sin faltar un almuerzo en sede institucional así como las discretas llamadas telefónicas para no sobrecargar las emociones.

Hoy deseo retrotraerme a cincuenta y un años atrás. Una entrevista en 'Signo', semanario de la juventud, de la que extraigo la frase de Alcántara que titula este artículo. El número de referencia (1.300) se vendió en kioscos el 18 de abril de 1966. Pasado un año de 'intenso periodismo' con no pocos sobresaltos, el 6 de mayo de 1967, 'Signo' cerró y no por problemas económicos. El equipo de voluntarios universitarios, muchos vinculados a las Escuelas de Periodismo, (Pepe Oneto, Pedro Altares, Víctor Manuel Arbeloa, Rafael González y el que suscribe...) logró que 'Signo' pasara de 3.000 ejemplares a 30.000 aproximadamente. Un año de gran potencia informativa con el paso de la primera ley de prensa (llamada Ley de Guerra) a la calificada de aperturista Ley de Prensa de Fraga; un Concilio Vaticano II que agitaba espíritus; una carta-encíclica de Pablo VI (no muy bien visto por las autoridades de la época); importantes conflictos laborales; inquietud manifiesta en el ámbito universitario; ambiente general de pre Transición.

Manuel Alcántara no podía estar ausente de las páginas de este semanario. Y se encargó Gregorio Lázaro de la entrevista. Nuestro compañero de redacción buscaba al poeta sobre todo. Pero resultó imposible evitar al periodista. Alcántara, de entrada, afirmó que «escribir es un impulso de amor, una vocación», afirmación ésta aplicable a todos los géneros, según él. Y ya entonces declaró: «Escribo porque tengo que morir», con cierta carga socrática que le ha acompañado toda la vida y que ha ido sorprendiendo e interpretándose por amigos y conocidos como un pesimismo existencial o como un sentimiento trágico. Trasfondo filosófico que no le impide vivir a fondo los placeres de la vida participando de las artes y de las tradiciones más enraizadas en nuestra cultura, como un hedonista de lo cotidiano que no deja de admirar al gran poeta Omar Kayán que, en territorio de radicalismo islámico, escribió bellísimos versos al vino y al amor.

El compañero entrevistador quiere indagar más y llegar al coto vedado de las motivaciones profundas, hondas; si hay una idea previa, un lema en su mundo. Y Manuel Alcántara responde simplemente: «Darme cuenta de que estoy vivo». Sobre la creación literaria, advierte: «Cuando se escribe se lucha contra el tiempo. Luego intenta uno consolarse, o rebelarse, o denunciar, o agradecer algo...».

Para Manuel Alcántara el amor es algo inextinguible en la poesía. Y cita a Miguel Hernández: «Con tres heridas yo: la de la vida, la de la muerte, la del amor». En aquellos tiempos respondía el poeta, hoy con 20.000 columnas en prensa de papel: «El único carné que tengo es el de conducir». Años después, le llovieron los títulos honorarios, entre ellos el de Doctor Honoris Causa por la Universidad de Málaga. Sobre la 'titulomanía', al hilo del artículo que escribió Juan Luis Calleja, recurre a la sabiduría popular: «Aquí estamos empeñados a que San Pedro se la bendiga a quien Dios no se la ha dado previamente. Para compensar esto, al que Dios se la da no quiere que San Pedro se la bendiga de ninguna manera».

Esta entrevista tuvo lugar meses después de que se le concediera a ManuelAlcántara el premio de periodismo 'Luca de Tena' 1965. Desde entonces, ha llovido mucho, algo nevó por la Sierra y el terral azotó regularmente a los templados veranos malagueños. Manuel Alcántara tenía 39 años y hoy 90 recién cumplidos. Escribe para vivir y vive para escribir. Y en el entretanto, un gesto de amistad generosa: redactar una columna para prologar mi libro 'Cambio de era', con la feliz coincidencia de que se incorporara a la exedra un texto largo de Pepe Oneto con quien ya coexistía en 1966 y con quien compartía el enigma indescifrable hasta nuestros días de «¡Siempre es Pascua!» cuando publicamos la entrevista objeto de esta Tribuna.

'Signo', 1966-1967, dio una profusa cabida a las entrevistas literarias, a problemas sociales de aquellos tiempos de España, a la legislación difícilmente soportable sobre la Prensa, a temas internacionales como el diálogo con el Islam cuando apenas se hablaba de ello, a crónicas sobre las cooperativas agrarias de Israel (de las que fui autor al regreso de un viaje a ese país como 'enviado especial'), al conflicto israelo-árabe, a temas universitarios y al movimiento estudiantil, crítica de libros, cine y teatro, correo de los lectores, sin olvidar la materia relacionada con la Iglesia en España y sus complejas relaciones con el Concilio Vaticano II y con la doctrina social de Pablo VI. No se puede silenciar que era el semanario oficioso de la Juventud de Acción Católica (JAC) con el que intentamos conectar y narrar con discernimiento la realidad social, política y religiosa de la época, pasando de 3.000 a 30.000 ejemplares. Presentíamos que estábamos en la pretransición a la que aportamos un grano de arena. Al menos, sacamos a la luz pública lo que otros omitieron.

En tal contexto y en tales circunstancias, Manuel Alcántara respondió favorablemente a nuestra cita en abril de 1966. Hoy, en 2018, la hemeroteca da fe.

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