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Ismael y Susana posan con sus cuatro hijos en el domicilio familiar.
Reclaman 215.000 euros al SAS tras tener a su cuarto hijo pese a hacerse la vasectomía

Reclaman 215.000 euros al SAS tras tener a su cuarto hijo pese a hacerse la vasectomía

Un matrimonio de treintañeros malagueños recurrió a la operación por el riesgo de «exclusión social» que podía suponer un nuevo embarazo

Juan Cano

Viernes, 24 de febrero 2017, 00:39

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Ismael Robles y Susana Guillén ya habían cumplido su sueño de ser padres. Y no una, sino tres veces. Por eso él decidió hacerse una vasectomía. Por eso y, sobre todo, por la difícil situación económica que atraviesan. «Siempre habíamos querido tener tres hijos. Ya éramos familia numerosa. Yo descartaba por completo volver a ser padre, porque además estaba en el paro en aquel momento. Y sigo estándolo...», confiesa. El único sueldo que entraba en casa era el de ella, que trabajaba cuidando ancianos, aunque su jefe le advirtió de que tendría que despedirla si no obtenía el título de auxiliar de enfermería.

Y en esas, mientras Susana (30 años) se afanaba en estudiar para conservar el empleo, llegó la primera falta. «En mi trabajo le coges cariño a los mayores y, cuando mueren, lo pasas mal. Yo estaba regular porque habían fallecido varios en las últimas semanas, así que achaqué el retraso a la ansiedad». Pero los días pasaban y seguía sin venirle la regla. Se lo contó a Ismael y esa madrugada se hizo la prueba, repitiéndose una y otra vez a sí misma que no estaba embarazada. Que no podía estarlo «salvo que fuese del Espíritu Santo», bromea.

Pero lo estaba. «Se me pasó de todo por la cabeza. Que me iba a quedar en la calle, sin trabajo (le había pedido permiso a mi jefa para acompañar a mi marido en la vasectomía, que se hizo el 3 de octubre de 2014 en Carlos Haya), que ahora había otra boca más que alimentar, que tenía que criar, estudiar y trabajar a la vez, que las fechas de los exámenes me coincidían con el parto...», resume Susana. Ismael, dice la joven, se lo tomó mucho mejor. «Aun así, fue un shock, la verdad. Ella se quedó paralizada. Yo no tenía ninguna duda. Le dije: Tú no te preocupes que sé que es mío», comenta el padre, que tiene 31 años.

La pareja malagueña, que reclama una indemnización de 215.000 euros al Servicio Andaluz de Salud (SAS), acudió al día siguiente al Hospital Materno, donde el ginecólogo les confirmó que estaba ya de casi tres meses, «con el riesgo que eso supone al no haberse adoptado las precauciones y controles propios, privándoles además del derecho a decidir», apunta el abogado Francisco Damián Vázquez, de la asociación El Defensor del Paciente, que asiste a la familia en el proceso. Además exponen en su escrito, el embarazo se produjo a los nueve meses de la vasectomía, cuando el plazo en el que se aconseja usar protección al mantener relaciones, ante la posibilidad de que aún pueda haber espermatozoides en el semen, es de tres meses, según la literatura médica. La reclamación no entra en si hubo o no negligencia, sino en la relación «entre la asistencia sanitaria prestada y el resultado», es decir, «un embarazo no deseado en unas circunstancias económicas cercanas a la exclusión social», subrayan.

En contra del aborto

Médicos y trabajadores sociales les insinuaron en alguna ocasión, de un modo demasiado explícito la posibilidad de interrumpir el embarazado, pero ellos se negaron. «Estamos en contra del aborto», zanja tajante el padre. «Aunque venga al mundo de esta manera añade, lo vamos a querer igual que a los demás. Donde comen cinco, comen seis, a su casa viene». La casa de la que habla Ismael es un pequeño piso de 79 metros cuadrados, de tres dormitorios y un baño, en Miraflores de los Ángeles. «Es complicado para seis, pero nos apañamos. Es lo que hay», se consuela. Decidieron aprovechar la oportunidad y comprarlo tras innumerables reuniones en el Instituto Municipal de la Vivienda, donde les prometieron una ayuda que no llegó para un alquiler con opción a compra, dados sus ingresos. La familia hace malabarismos con unos 1.500 euros al mes entre el sueldo de ella y la prestación que él percibe, con los que pagan 300 euros de hipoteca, 184 euros de préstamo por el coche antiguo (un Dacia Sandero que tuvieron que entregar casi nuevo al concesionario, ya que, al ser seis, no entraban) y 254 euros del nuevo, un Peugeot 5008 con capacidad de hasta siete plazas. La ayuda pública que les faltó la recibieron de una compañera de trabajo de Susana que les echó una mano con el piso y el coche. «No sé qué habríamos hecho si no es por ella, se lo voy a agradecer toda la vida», reconoce Ismael. De ahí que el principal argumento de su reclamación sea el «riesgo de exclusión social» que suponía tener un cuarto hijo.

El momento feliz en cualquier embarazo de darle la noticia a familiares, amigos o compañeros de trabajo se había convertido en un trago difícil. «Los comentarios... Te puedes imaginar. Que si estás aburrida, que si no tienes tele en el cuarto... Hoy en día la gente sigue mirándonos, pero a mí me da igual. Ellos no les van a dar de comer ni me los van a criar», relata Susana, que recuerda alguna pregunta que, más que indiscreta, resultaba ofensiva. «He tenido que soportar que me pregunten con quién me he acostado o que en urgencias, al preguntarle a un médico cómo había podido ser si mi marido se había hecho una vasectomía, me respondiera: Usted sabrá.... He aguantado comentarios así durante todo el embarazo, barbaridades de todo tipo. Es para pasarlo uno en sus carnes. La familia y la gente que te conoce no, pero el resto...».

Tampoco el SAS ha puesto en duda la posibilidad del embarazo. El dictamen médico de la consejería recoge que a Ismael se le realizaron cinco espermiogramas tras la vasectomía. En el primero, a los cuatro meses de la intervención, el resultado fue negativo. En el segundo sólo se detectó un espermatozoide inmóvil, «lo que es equiparable a esterilidad», y el tercero salió negativo. Sin embargo, el cuarto, realizado al mes de quedarse ella encinta, dio positivo (de 8 a 10 espermatozoides por campo), lo que significaba que podía haberse producido una «recanalización» del conducto. Pero el siguiente espermiograma, ocho meses después, volvió a ser negativo, a lo que el SAS no halla «una explicación lógica». El informe achaca el embarazo a «limitaciones inherentes a la técnica médica» sin que se detecte «defecto, carencia o fallo».

La pareja, pese a su precaria situación económica, decidió «tirar para delante con todas las consecuencias». La feliz espera tampoco fue todo lo tranquila que hubieran deseado. «Tenía que trabajar y estudiar a la vez. Salía de casa a las ocho de la mañana y llegaba a las once de la noche», recuerda Susana. Y así, entre clases y apuntes para sacarse el grado, llegó el pequeño de la familia, un varón (tienen otros dos de 3 y 6 años y una niña de 10). Nació el 10 de mayo de 2016 en perfecto estado y con un peso de 4.500 gramos. A los dos días, la joven recibió el alta y se fue derecha a hacer los exámenes. «Tiene mucho mérito, con tres niños, embarazada del cuarto y sacarse el grado», opina su pareja.

Ismael se queja de que ni siquiera han querido repetirle la vasectomía. «Los médicos se agarraban a que está bien hecha y a que los análisis habían dado negativo, y yo les decía: Pero mire usted, ¡es que hay un niño ahí que ha nacido!». Se llama Jorge y es, coinciden ambos, clavadito al padre.

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