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El malagueño Antonio de la Torre, intérprete de ‘La isla mínima’, junto a la actriz Nerea Barros.

‘La isla mínima’ deslumbra

Los malagueños Antonio Banderas y Antonio de la Torre pisan fuerte con sus proyectos en el festival de cine de San Sebastián

o. L. Belategui

Domingo, 21 de septiembre 2014, 01:29

Los Goya de 2015 ya tienen una candidata para arrasar. La isla mínima es la película española más redonda en lo que llevamos de año, un thriller rodado de manera deslumbrante que funciona a dos niveles: como filme de intriga que agarra al espectador por la solapas y ya no le suelta, y como recordatorio de que la Transición en este país no fue Cuéntame.

El sevillano Alberto Rodríguez sitúa en 1980 una historia protagonizada por dos policías enviados como castigo a investigar la desaparición de dos chicas en las marismas del Guadalquivir. Javier Gutiérrez (el popular Sátur de Aguila Roja) es el más experimentado, un madero de la vieja escuela acostumbrado a torturar a los detenidos; Raúl Arévalo, un novato de academia, simboliza a la España de la democracia, obligada a convivir durante largo tiempo con los rescoldos del franquismo.

Otro de los nombres propios de este filme es el de Antonio de la Torre. El actor malagueño ya trabajó bajo la dirección de Rodríguez en Grupo 7 y ahora ha regresado de nuevo a la gran pantalla de su mano.

Películas con dos policías antitéticos ha habido muchas, pero el mérito de La isla mínima reside en subvertir el cliché para hacer, como el que no quiere la cosa, un filme político. Por La isla mínima desfilan terratenientes y muertos de hambre, jornaleros en huelga y guardias civiles que miran para otro lado. Hay un periodista que husmea el morbo, macarras con Bultaco y persecuciones entre los arrozales en un Dos Caballos. Habla de un 1980 que proyecta su sombra sobre el presente.

«Curiosamente 1980 se parece mucho a 2014», comparó el director de Grupo 7. «Entonces vivíamos una crisis, había problemas a la hora de definir territorialmente el país que queríamos y debatíamos sobre la ley del aborto. Ese rechinar de dientes, ese debate social y político, es un río subterráneo que recorre la película. Porque, antes que nada, ésta es una historia de suspense hecha para atrapar al público». Cine negro para tiempos difíciles, un género al que el cine español ha perdido el miedo, como demostró Enrique Urbizu en No habrá paz para los malvados. «No es casualidad. La literatura y el cine negro hablan de la parte más sucia de la sociedad. En épocas de crisis resulta más palpable», consiente el director.

La isla mínima descubre para el cine un paisaje fascinante que no ha cambiado demasiado en los últimos cincuenta años. Las marismas del Guadalquivir, con sus poblados creados por Franco para cultivar el arroz, resultan a los ojos de Rodríguez un territorio mítico, sin nada que envidiar a las ciénagas de Luisiana. De ahí que surjan las comparaciones con cintas como Arde Mississippi o la serie de moda, True Detective, que el cineasta descubrió después del rodaje.

El Autómata de Banderas

Las fotografías de la zona de Atin Aya y dos documentales sobre la Transición, Atado y bien atado y No se os puede dejar solos, inspiran a un director que ha empleado trucajes digitales para los fascinantes planos de los meandros desde las alturas, a la manera que David Fincher rodó el San Francisco de Zodiac. Las composiciones de la pareja protagonista no deberían quedar sin recompensa en el palmarés.

Otro malagueño que estuvo ayer en San Sebastián fue Antonio Banderas. El actor acudió al festival para presentar la que es «la niña de sus ojos», como él mismo ha destacado en más de una ocasión. Se trata de Autómata, una coproducción entre España y Estados Unidos que Banderas ha producido a través de su compañía malagueña, Green Moon.

El actor protagoniza también esta película dirigida por Gabe Ibáñez (Hierro), que se rodó el pasado año en los estudios búlgaros de Nu Boyana y que se estrenó ayer en el Festival de San Sebastián. Su esperado y ambicioso filme de ciencia ficción es, pese a su factura y efectos especiales, «muy español», como él mismo subrayó en rueda de prensa. En Autómata, que también protagonizan Birgitte Hjort Sørensen, Dylan McDermott, Robert Forster y su exmujer, Melanie Griffith, el malagueño encarna a un agente de seguros que investiga casos de incidentes relacionados con robots.

También en la sección oficial, François Ozon regresó ayer a San Sebastián dos años después de ganar la Concha de Oro gracias a En la casa con un perverso y divertido cuento que provocó división de opiniones. Una nueva amiga muestra el travestismo como la solución de un padre que se queda al cuidado de su niña tras morir la madre. La amiga verá en él a la desaparecida en lo que se diría Vértigo de Hitchcock reescrito por Almodóvar.

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