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ANTONIO JAVIER LÓPEZ
Miércoles, 19 de marzo 2014, 17:40
Hacen el pasillo de entrada como al equipo campeón dos hileras de naranjos cargados por las últimas semanas del invierno, los troncos blanqueados hasta la cintura, el cartel de metal avejentado que anuncia la Calle de las Ánimas, muy apropiada, y los mausoleos como una crónica del callejero y de algunas clínicas dentales de la ciudad. La belleza serena del camposanto hace olvidar la plaza travestida en aparcamiento bizarro que hemos dejado al cruzar el umbral de forja.
Aquí descansan Trinidad Grund y Salvador Rueda, Odón Alonso y Jane Bowles, Antonio Muñoz Degrain y José Moreno Carbonero. Parte de la historia política, social y cultural de la provincia reposa sobre una de las laderas de Capuchinos, en el Cementerio de San Miguel que poco a poco revive el esplendor perdido por el paso del tiempo y la desidia institucional. Una recuperación que se nota de manera especial en la capilla construida en 1837, en la que diez alumnos de la Escuela de Arte San Telmo han restaurado los retablos de madera.
«Lo más complicado ha sido eliminar las actuaciones hechas sobre los elementos dañados, que se realizaron en su día con pintura de pared o incluso con pintura con purpurina», explica Juan Ayllón, uno de los alumnos que han participado en las labores de recuperación en virtud del acuerdo de colaboración firmado con la Fundación Jorge Rando, que ha financiado los trabajos.
«Está quedando de dulce», se felicita el propio Rando, sumido en la recta final de los preparativos para inaugurar en primavera el museo que lleva su nombre y mostrará su obra en el barrio de El Molinillo, junto al convento de las Mercedarias, en cuya rehabilitación también han participado los alumnos de San Telmo gracias a otro acuerdo entre la institución docente y la fundación.
«Los trabajos en las Mercedarias están casi terminados y aquí en el cementerio de San Miguel están a punto de finalizar, después de haber comenzado el pasado 10 de febrero. Se ha conseguido una fidelidad casi al cien por cien respecto al aspecto original de los retablos», argumenta el artista en presencia de Capilla López-de Villata y Gracia Romero, maestras de forma respectiva de los talleres de Dorado y Policromado y de Talla.
Habla la primera: «Se han recuperado, consolidado y barnizado las piezas de madera de los retablos. Son trabajos que resumen de alguna forma los contenidos de dos años de curso y que se inscriben en los convenios de prácticas que también se han desarrollado en la Catedral y en varias iglesias».
Fragmentos recuperados
La maestra de Talla está aquí porque, además de recuperar las piezas de madera dañadas, los alumnos han tenido que realizar fragmentos que habían desaparecido. «Faltaban elementos ornamentales y en uno de los altares el anagrama JHS que hace referencia a Jesús», aclara Gracia Romero junto a Capilla López-de Villalta, que sigue: «Una de las mayores dificultades del proyecto ha sido la enorme humedad que se filtra por las paredes e incluso el suelo, que retrasaba el secado del barniz. En ocasiones hemos tenido que aplicar hasta diez veces la consolidación de las piezas».
Un mes después del inicio de los trabajos, la capilla del siglo XIX del cementerio de San Miguel luce como el primer día. O mejor. La madera de pino ha adquirido de nuevo el aspecto de mármol característico de la decoración de la época, al tiempo que se ha renovado el suelo de la capilla y se ha recuperado la pequeña nave lateral del oratorio, como destaca Jorge Rando.
«La reforma comenzó hace un año y se ha acometido tanto en el interior, como en el exterior de la capilla.Los trabajos han ido a buen ritmo y los resultados están luciendo muchísimo», defiende la directora del cementerio de San Miguel, Araceli González, quien no precisa la inversión acometida para emprender los trabajos en el camposanto de titularidad municipal.
«Durante las labores de recuperación encontramos fragmentos de madera quemada por las velas y muchos bubones provocados por el calor de las llamas», recuerda Juan Ayllón, que junto a Irene Moya coordinadora del grupo, Margarita Muñoz de Funes, José Fuster, Álvaro Torrelo y Ángel Arévalo han trabajado en la rehabilitación de la capilla del cementerio de San Miguel.
Ahora llega el momento de bajarse del andamio. Algunos trabajos se han realizado a cuatro metros de altura; otros, a ras de suelo. Una tarea minuciosa para recuperar uno de los rincones más recoletos del patrimonio histórico y artístico de la ciudad, que espera al otro lado de una fila de naranjos.
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