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Banderas, con su perra Luna, durante un paseo por el monte de Málaga
Antonio Banderas: "No creo mucho en la felicidad, pero defiendo la alegría de vivir"
CULTURA

Antonio Banderas: "No creo mucho en la felicidad, pero defiendo la alegría de vivir"

El actor malagueño vuelve a rodar con Pedro Almodóvar dos décadas después de 'Átame'

PEDRO LUÍS GÓMEZ

Domingo, 22 de agosto 2010, 14:29

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Mañana se produce el reencuentro más esperado del cine español. Comienza en Santiago de Compostela el rodaje de La piel que habito, la sexta película que hacen juntos Pedro Almodóvar y Antonio Banderas. La expectación es enorme, lo mismo que el secreto que rodea el argumento de la historia que vuelve a unir, 21 años después de Átame, a estos dos monstruos del séptimo arte. También esta semana se estrena en nuestro país la película que el actor malagueño ha interpretado a las órdenes de Woody Allen, Conocerás al hombre de tus sueños. Doble noticia de un Antonio Banderas que está de moda, aunque en realidad lleva de moda muchos años. En su refugio marbellí concede esta entrevista horas antes de coger el AVE con destino a Madrid para viajar después a tierras gallegas, donde empezará un rodaje que seguirá por Toledo y Madrid y finalizará allá por el mes de octubre. Melanie y Stella del Carmen acaban de regresar a Los Ángeles, porque el colegio empieza ya. Una ensalada, un filete de pez espada a la plancha con champiñones y un yogur componen un almuerzo que da pie a una larga conversación de casi cuatro horas.

¿Qué siente ante el rodaje de una nueva película con Almodóvar?

Una mezcla de muchas cosas: emoción, un cierto miedo... A la vez, significa mi reencuentro con el cine español, pero también hay una mirada al futuro. La resistencia al paso de los años me hace pensar que me estoy reinventando y creo que el maestro Pedro lo está haciendo también. Es, no sé, como una sensación de volver a saltar al vacío.

¿En esos 21 años qué ha pasado?

Me he situado en una cinematografía muy poderosa que ha llevado mi trabajo a cada rincón de la tierra. El camino de un aventurero: muchas historias, muchas caras, muchas almas.

Pero, ¿estamos ante el mismo Banderas?

Totalmente. Existe un crecimiento, pero no ha habido un abandono de la esencia. Málaga es la constante del regreso a las raíces de lo que soy. No quiero desnaturalizarme, todo lo contrario. He luchado rabiosamente por no perder mis señas de identidad.

Eso es difícil y cuesta, ¿no?

Sí, porque aunque uno no cambie, sí cambia el entorno. Y te encuentras en la tesitura de tener que demostrar tu verdad a gente que no se la cree. Te conviertes en sospechoso, y eso me pasa en muchos ámbitos de mi vida: hay quien no se da cuenta de que uno tiene su personalidad, no la que te crean a base de un crisol de imágenes que llegan a la gente. A veces las noticias excepcionales pueden con la realidad y la intoxican. Estamos intoxicados por la información en general, y ya no me refiero a mí mismo, sino a todo en la vida.

¿La fidelidad a uno mismo sólo se puede conseguir desde el éxito?

No lo sé. No estoy tan seguro, porque cuando no tenía éxito me arrastraba por Madrid sin un duro y yo no me recuerdo antinatural. Me recuerdo feliz. Sin creer mucho en la felicidad, sí creo en lo que dice Savater cuando hace una defensa a ultranza de la alegría de vivir. Hay que afrontar la vida con alegría. A lo mejor el tener clara la existencia de la muerte te hace vivir con mucha más intensidad y buscar la alegría de vivir, y eso los andaluces lo tenemos claro y muy arraigado.

La muerte es tabú en el mundo anglosajón en el que se mueve.

Los Ángeles trata de ocultar todas las cosas feas: a veces no encuentras el papel higiénico en un baño porque se considera feo... Y, si te comes un pollo, lo transforman en estrellitas para que no veas sus huesos y pienses que era un ave que hasta hace unas horas ha estado vivita y coleando... Esa ocultación de la realidad es un rasgo muy anglosajón, sin duda. Alfredo Alcón me dijo hace tiempo una frase tan real como la vida misma: «No te fíes de los países que tienen los parques perfectamente cortados, donde las flores parecen de plástico y donde las calles están limpias como el crisol; eso no puede ser verdad». Tiene mucha razón.

¿Qué puede contar de su nueva película con Almodóvar, que él la ha definido «como una historia de terror sin gritos ni sustos»?

Poco, porque no me dejan. Pedro está experimentando un nuevo giro, un rizo del rizo dentro de su carrera. Creo que la película va a generar controversias y va a ser polémica porque toca temas muy actuales, pero al final algodonar habla de lo que siempre hace en sus filmes: de la pasión, de la relación de los seres humanos en situaciones límite... y la película tiene, en cualquier caso, la personalidad profunda de Pedro Almodóvar. Trabajar con Pedro es algo totalmente distinto a todo lo que he hecho en mi vida, en el antes y en el después de América. Él tiene un tono y hay que trabajar en ese tono. No son películas naturales, la naturalidad en el actor no es lo más importante para Pedro, sino sus mensajes, que tienen una carga casi expresionista. Eso es lo que le convierte en un director/autor.

Alguien ha dicho que Almodóvar y Banderas se inventaron y ahora se reinventan...

Pedro tiene su propia personalidad y los que hemos sido satélites de ese gran planeta que representa colaboramos en la creación de su propio estilo, pero la personalidad arrolladora del manchego tira mucho: tiene una tremenda fuerza de gravedad que lo atrae todo hacia él.

¿Absorbe tanto como dicen?

Sí, es tremendo. Tiene una fuerza extraordinaria, una personalidad única. En ese sentido engancha perfectamente con los grandes de la cultura española: los Picasso, los Lorca, los Quevedo, los Goya, los Buñuel o los Falla, por citar sólo a algunos que me vienen ahora a la memoria. Ellos son ellos, y entras en su mundo o no. Mire, todavía hay gente que piensa que Picasso hacía garabatos y punto. Lo que está claro es que lo que no hace Pedro Almodóvar son hamburguesas a granel; no es un burger o un mac, sino un restaurante de alta gama.

¿Se ha producido eso que los franceses llaman déjà vu en su reencuentro?

Sí. En algunos momentos parece que el tiempo no ha pasado, cuando en realidad sí lo ha hecho. Muchas veces, con sólo mirarnos, sabemos qué queremos y cuáles son los pensamientos de uno y del otro. ¿Dónde están esos 21 años en los que no hemos trabajado juntos, se han evaporado...? Es raro, pero ambos hemos comentado que parece que terminamos anteayer de rodar Átame.

A Banderas nunca le quitarán la marca Almodóvar. ¿Es consciente de ello?

El día que yo me muera podrán decir: «Ha muerto Antonio Banderas, conocido mundialmente por su trabajo en Hollywood, aunque se le recordará siempre como el actor fetiche de Pedro Almodóvar». Sí, lo sé. Ni me lo puedo quitar de encima ni me lo quiero quitar. Ha habido otras cosas y las habrá, pero eso, ese marchamo, está ahí y ahí se queda, y por lo que estoy viendo va a crecer: es la sexta película y puede caer la séptima, aunque no voy a decir nada más. Que un mismo director y un mismo actor hagan juntos seis películas se da en muy pocos casos del cine mundial.

¡Menuda expectación ha despertado este reencuentro!

No quiero pensar en ello. Me intoxica y me preocupa. Me voy a dejar llevar por mi intuición y por la del manchego. Quiero vivirlo poco a poco. Tacita a tacita, como decía Carmen Maura.

¿Qué tal se ha visto en los ensayos que han realizado estas semanas?

Es impresionante: llegué a los ensayos con mi bagaje de estos 21 años y él en tres días me atrajo a su mundo. El reciclaje duró tan sólo 72 horas... Es como si él te dijera: «Esta es mi forma de narrar y ahí dentro te quiero». Y ahí estoy.

El sello Hollywood

Lo veo con muchísima ilusión.

Me sigo ilusionando a tope. No he perdido la ilusión de contar historias. Al contrario, esa ilusión ha aumentado y a medida que pasan los años dices: «¿No he contado esto? Ah, pues tengo que hacerlo...». De ahí mi paso a la dirección. La palabra actor se puede definir como intérprete, porque interpretas las ideas de otro, pero cuando eres director tratas de crear un mundo a tu imagen y semejanza; te conviertes un poquito en un dios virtual.

¿Dónde queda Hollywood ahora mismo?

Hollywood no es un sitio, es una idea. Y ahra más que nunca. Los que llevamos el sello Hollywood podemos trabajar en cualquier cinematografía del mundo por eso mismo. Pedro Almodóvar también lo es con sus dos Oscar. Hollywood se ha expandido, se ha globalizado. Personalmente tengo que añadir que Hollywood me lo ha dado casi todo: me ha permitido trabajar con los mejores profesionales que te puedes encontrar en este mundo del cine e incluso del teatro Me ha permitido estar con ellos, formar parte de ellos, ser uno más, y también alcanzar una independencia económica para hacer lo que me gusta desde el punto de vista de la creación.

¿En qué momento profesional está?

Creo, humildemente, que estoy en un momento muy interesante, redefiniendo una tercera parte de mi carrera que tiene que ver con la dirección y la producción y que comienza a volver a tener que ver con el teatro... Estoy en un momento que podríamos denominar de calma expectante. Me he quitado muchísimas ansiedades que antes tenía; estoy mucho más tranquilo. La ansiedad es el peor enemigo del éxito.

¿No será también que esa ansiedad se apaga cuando llega el éxito?

Puede ser... Pero para qué le vamos a dar más vueltas.

Hablemos de sus proyectos.

Cuando termine con Almodóvar me iré a Túnez para empezar una nueva película de producción francesa con Jean Jacques Arnaud, Sed negra, que me ilusiona muchísimo porque el guión me encanta. Se trata de una especie de parábola sobre el nacimiento de Arabia Saudita y lo que significó el descubrimiento del petróleo. Es como un maravilloso cuento. Después volveré a Málaga a dirigir, producir y actuar. Por primera vez me voy a dirigir a mí mismo en una película que reflexiona sobre la soledad con tintes de ciencia ficción. Y, si Dios quiere, cuando concluya este rodaje estaré en Broadway un año con Zorba el Griego, lo que para mí es como un sueño. Desde que estoy en Estados Unidos, los ocho meses que estuve en Broadway con Nine han sido los más felices.

No olvida que es un hombre de teatro.

El teatro es maravilloso, es otro mundo. En Broadway hay una sensación de comunidad que no existe en Hollywood, donde estamos más desperdigados, cada uno en su cárcel de oro. Allí, en aquella manzana de Nueva York, a las ocho de la tarde de cada día, sesenta teatros suben el telón y miles de personas entran en su mundo, en su fantasía. Eso es maravilloso. Con todos los avances de la tecnología, te sientas en un cine y no sabes si ves a un actor o una producción tecnológica de su imagen... El teatro sigue siendo lo mismo después de 3.000 años, el espectador y los actores. Además no se graba, sino que se recuerda, y la memoria es algo mucho más bello. En el teatro ocurre lo mejor en estos tiempos: es el arte de lo efímero, el presente absoluto y cada noche es distinta. La función depende de tantos y tantos factores... La química es cada noche distinta. El cine, en cambio, es inamovible, porque una vez grabado ahí se queda. Por eso el teatro es mágico. El cine en 3D se inventó hace 3.000 años: se llama teatro. Yo nazco del teatro, es mi primera pasión y puede que sea la última.

¿Y dónde queda Boabdil (el último rey de Granada) en sus proyectos?

Boabdil es una película que hay que hacerla muy bien o no hacerla. Caerá cuando yo tenga en la mano todos los elementos que me permitan dirigir como quiero esa historia que me apasiona. Si no es así, no la hago y en paz. No me quita el sueño. Lo que me lo quitaría sería hacer una mala película. Hay que establecer muchas reglas: políticas y humanas, así como de responsabilidades históricas y de una narrativa épica mezclada con el romance y la emoción. Y, además, tiene una financiación muy puñetera.

El pasado día 10 cumplió 50 años, ¿cómo se ve?

Físicamente, mejor de lo que pensaba. Mejor que cuando tenía 20 años, la verdad, y con una gran mentalidad de futuro, en el sentido de que me importa muy poco lo que ha pasado hasta ahora. Además he llegado a esta edad con la sensación de que, profesionalmente hablando, aún no he hecho esa cosa por la que pueda decir «por esto me recordará la gente».

Lo veo autoexigente...

Sí, siempre lo he sido, pero sin ansiedades, sin obsesiones. Eso llegará y, posiblemente, por el lugar menos esperado.

La vida pasa demasiado deprisa, ¿no le parece?

Sin duda. Bueno... No sé si es así o es que se acaba demasiado pronto. A veces la gente dice eso de ¡uy!, yo no firmaría un papel para vivir 300 años. Pues, ¿sabe una cosa?, ¡yo firmaba dos mil años más ahora mismo! De todas formas, creo que es muy positivo aceptar la idea de ir envejeciendo de forma natural y adecuarse a la edad que uno tiene, sin hacer el gilipollas como muchos que cometen tonterías de las que después se lamentan.

¿Cómo se ve dentro de diez años? Hay quien lo imagina metido en política... No sé, como alcalde de Málaga, vaya usted a saber.

No me metería en política ni amarrado. Hay que tener una vocación pública extraordinaria y mucho aguante. En el mundo de la política, las espadas brillan mucho y vienen muy afiladas. A veces me entristece ver la endogamia política, en esa lucha por el yo partidista se pierde lo esencial. Me duele a mí y me imagino que a otra mucha gente. No me veo en política, pero sí dirigiendo más. También me veo en el teatro. Me veo trabajando en el cine con cosas que me interesen muchísimo. Lo ideal sería vivir más cerca de España, de Málaga, y el plan se llama Nueva York, pero Melanie no quiere todavía. Acabaré convenciéndola. Eso espero.

Yo lo veo más director que actor.

No pienso abandonar mi carrera de actor, pero no se equivoca. Me interesa muchísimo la dirección, pero, como dicen en Estados Unidos, en este tema aún me considero un rookie (novato) y me estoy buscando. Pero me voy a encontrar, y si lo hago en Málaga mejor, porque quiero producir en mi tierra.

«Mi matrimonio no ha peligrado»

¿Qué papel juega Melanie en su vida?

Un papel esencial. Llevamos casi 16 años de relación y ella es mi estabilidad, la familia, la calma emocional y personal. Es un engranaje con los vaivenes lógicos que sufren todas las parejas, pero por encima de todo estamos nosotros. Le digo una cosa: mi matrimonio nunca ha estado en peligro, y eso es una verdad como un templo.

En su profesión, esa estabilidad es muy difícil.

Y tan difícil, porque ya la profesión es de por sí inestable para una vida normal. Mucho tiempo en hoteles, en aviones, fuera de casa, conociendo gentes diversas y distintas, con historias diferentes... No es una profesión que te ayude a la estabilidad, desde luego. Eso tiene que ser un estado interior y se consigue con los años y con la persona adecuada, que en mi caso es Melanie. En este mundo te puedes distraer mucho y acabar en un jolgorio y en un festival emocional que no te conduce a nada, salvo a la dispersión mental. Una relación de pareja estable te ayuda en tu vida personal y, por tanto, en tu vida profesional.

¿Qué borraría de su historia?

Borraría todo lo que de una forma inconsciente haya podido herir a terceras personas. Utilizo el término inconsciente porque nunca he tenido la mala leche de hacerlo a propósito. Sin embargo, no por ello voy a renunciar a ser honesto, aunque de forma consciente sepa que mi honestidad puede herir a otras personas.

Finalmente, por si alguien no se ha dado cuenta, ¿puede resumir cuál es su forma de entender la vida?

Caminar tratando de usar lo que la vida me ha dado. Tratar de ejercitar esas herramientas para hacerlas mejores. Amar plenamente a los que siento que me aman, enfrentarme con los brazos abiertos a la vida, tratar de eliminar el miedo y tratar de ser justo. Vivir la vida con optimismo y con felicidad y ayudar a los que pueda.

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