Un joven disfrazado de anciano atraca un banco en Archidona
El asaltante, que llevaba un bastón, fingió tener dificultades para abrir la puerta, y cuando un empleado lo ayudó le amenazó con una pistola
JUAN CANO jcano@diariosur.es
Sábado, 12 de diciembre 2009, 03:16
Golpeó tímidamente el cristal con su bastón. El empleado del banco y la clienta a la que estaba atendiendo miraron hacia la entrada y ... vieron a un anciano con dificultades para empujar la puerta. Creyeron que era un pensionista que venía a cobrar la paga del mes. El trabajador, cortés, se dirigió hacia él y le ayudó a entrar.
Las víctimas descubrieron muy pronto que no era la persona que imaginaban. En lugar de darle las gracias, el supuesto jubilado les anunció: «Esto es un atraco». Al principio, el empleado y la mujer no dieron crédito. No tenía edad para eso. Ambos pensaron que bromeaba. «¿Qué dice usted?», le contestó el trabajador. Entonces, el falso anciano sacó de su bolsillo una pistola.
La apariencia del ladrón consiguió engañar al empleado de la sucursal asaltada, una pequeña oficina de Unicaja situada en la calle Castillo, en la pedanía archidonesa de Salinas. El robo, que ocurrió el jueves por la mañana, se saldó con un botín inferior a tres mil euros, según confirmaron a SUR fuentes cercanas al caso.
Atuendo
El atracador, menor de 25 años, llevaba puesta una boina, un bigote postizo de color pelirrojo y una bufanda liada al cuello, que apenas dejaban ver su verdadero rostro. El resto del atuendo lo completaba una chaqueta «como las que suelen llevar los mayores», indicó un vecino de la calle, y unos pantalones de paño.
El impostor sirvió de avanzadilla para el resto de la banda. Una vez que él entró en el banco y dominó la situación, le siguió uno de sus compinches, que vestía de modo normal y se ocultaba bajo un pasamotañas. Mientras el primero mantenía a buen recaudo a las víctimas -el empleado y una clienta- el segundo recorrió el banco en busca de dinero.
La inocencia del falso jubilado fue desapareciendo a medida que pasaban los minutos. Incluso, según las fuentes, elevó su tono de voz y se mostró agresivo. Sin embargo, aparentaba tenerlo todo bajo control. Cuando la cliente empezó a gritar, asustada al verse en medio de un atraco, el ladrón la puso contra la pared y se sentó con toda tranquilidad en la silla que ella dejó vacía.
Al empleado, sin embargo, le ordenó que se agachara y que no alzara la mirada, presumiblemente con la intención de que no retuviera rasgos de los delincuentes y evitar así que los identificaran.
El robo se prolongó entre cinco y diez minutos. En ese tiempo, el encapuchado registró todo el banco. Recabó menos de tres mil euros. No les pareció suficiente botín y así se lo hicieron ver al empleado. Le preguntaron varias veces dónde estaba el resto del dinero y éste les prometió que no había nada más. Los cacos, ambos españoles y muy jóvenes, se marcharon dando gritos y ordenaron a las víctimas que permanecieran quietas durante su huida.
Un tercer miembro de la banda esperaba a los atracadores en la puerta del banco al volante de un coche de color oscuro. A los vecinos de Salinas les resultó familiar ese vehículo. No en vano, había estado toda la mañana dando vueltas por la pedanía hasta que se decidieron a dar el golpe, lo que ocurrió sobre las nueve y media de la mañana. «Se han paseado por el pueblo con toda tranquilidad», comenta un lugareño. «Parece que han estado en la churrería, en la panadería, en el parque...». Lo tenían todo planeado. Incluso, una pequeña ruta de turismo por la localidad.
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