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Algo tan lógico como defender el español
TRIBUNA

Algo tan lógico como defender el español

ANTONIO GARRIDO

Miércoles, 2 de julio 2008, 03:54

ES reciente la reedición de un libro fundamental de la cultura hispánica, 'Historia de la lengua española', de Rafael Lapesa, publicado por primera vez en 1942. Volver a leer sus páginas después de muchos años de haberlo hecho por necesidad académica es un placer en todos los sentidos; lo recomiendo de veras porque está tan bien escrito que no es necesario ser especialista para disfrutarlo. Una conclusión primera de la lectura es que el español nunca se ha impuesto ni por la fuerza ni por la violencia. El castellano se fue extendiendo desde su pequeño rincón de la misma manera que lo hicieron las otras lenguas románicas que geográficamente conviven en España; por su parte, el vasco permaneció en sus límites geográficos con su propia evolución hasta su renacimiento artificial de la mano de los nacionalistas.

Las lenguas son sistemas de comunicación entre personas y grupos sociales, no entre entes abstractos y mapas. Las lenguas tienen leyes internas por evolución de su historia, del tiempo; palabras en el tiempo con todo lo que eso significa de cambio, de enriquecimiento y también de decaimiento. Las lenguas son orgánicas en el sentido de que nacen, crecen y pueden llegar a desaparecer por factores diversos. El castellano fue tomando el camino de la lengua común para los habitantes de los reinos sin que se violentara la evolución natural de las otras lenguas; de hecho, por citar un caso de belleza lírica excepcional, el Rey Sabio escribió sus más hermosos versos en gallego. El sentimiento lingüístico de la lengua común tiene extraordinarios ejemplos en el Renacimiento, en el que, por ejemplo, se escribían poemas con versos alternados en diferentes lenguas y, otro ejemplo, se alternaban textos más extensos en español y en portugués.

Cosa diferente es que el castellano se convirtiera en la koiné y que alcanzara un extraordinario desarrollo literario-cultural y una gran expansión al haberse extendido por las hoy repúblicas de América. Hasta aquí los datos, hasta aquí la realidad; es cierto que las otras lenguas se iban quedando reducidas al uso familiar pero, insisto, sin presión política ni persecución; sucedió por razones estrictamente utilitarias, algo prosaico pero muchas veces la prosa es norma; por ejemplo, hoy, en Florida, un hablante que domine bien el inglés y el español alcanza unas rentas que pueden llegar a los 20.000 dólares más que aquel otro que no tenga estas habilidades; pero eso ocurre en todos los casos, quien más lenguas domine más posibilidades de trabajo tiene; lo dicho, la prosa. Las, vamos a aceptar el término, persecuciones a las otras lenguas en determinados históricos no han sido nunca determinantes en su evolución.

De hecho, nos movemos en terrenos de sentido común, en ámbitos que no requieren altos vuelos teóricos; por otra parte, es necesario señalar, antes de seguir, que el problema del español en España no afecta al idioma en su conjunto, el español goza de una excelente salud, es la lengua más demandada en las universidades norteamericanas, es soporte de una literatura y de una cultura de excelencia con siglos de historia; es decir, el problema del español en España es marginal y provoca sorpresa y hasta hilaridad en mis colegas de la filología hispánica de todo el mundo, hasta que se les explica que detrás de lo que puede parecer anecdótico en un ámbito tan dilatado como el hispanohablante se encierran tragedias concretas con nombres propios, se esconden políticas propias de estados totalitarios e incumplimientos flagrantes de la Constitución.

Pensar que en un Estado democrático no se permite la enseñanza del idioma de todos a los que así lo deseen es surrealista, es absurdo, es ilegal. Los nacionalistas, anclados en teorías trasnochadas del siglo XIX, enamorados de sus campanarios y de sus terruños y, sobre todo, movidos por el afán de gobernar siempre; aquí está la clave; lo lírico es una excusa, burda, sin duda, se trata de adquirir el control absoluto del corazón y de la razón de los ciudadanos, se trata de tomar medidas bajo la etiqueta de normalización lingüística para frenar el normal desarrollo del español, cosa que por otra parte es imposible, y vuelvo a la prosa, por ejemplo, con el vascuence es difícil tener una presencia universal aunque yo tenga todo el respeto por esa lengua como la tengo por todas y creo que hay que favorecerla sin perjudicar a nadie, pero ya sabemos que el objetivo del Gobierno vasco, igual que el de Cataluña, es que se aprenda vasco o catalán e inglés, se salta al castellano como el caballo en el ajedrez; qué incultura y qué sectarismo.

La persecución al español y las trabas para que se aprenda, los privilegios dados a las otras lenguas, las multas a quien rotule en castellano, las dificultades para que se puedan ejercer las profesiones si no se conoce la otra lengua; sí, la otra lengua porque el español es la única lengua común, constituyen un dislate patético que muestra una clara patología en quien practica estas barbaridades. Los atentados se han ido haciendo más numerosos y violentos; de aquí, el manifiesto que se ha publicado. Me parece bien y lo he suscrito encantado, pero es obligado decir que algunos llevamos muchos años publicando y defendiendo lo que el manifiesto plantea. El manifiesto no es ninguna novedad, tiene el valor de su repercusión mediática.

Por otra parte, el manifiesto es tan políticamente correcto que se deja en el camino hechos lingüísticos incuestionables que no tengo espacio para abordar. En textos medievales se encuentra la fórmula del clavo sobre clavo, todo lo que sea insistir en este ámbito es bueno, ojalá que la razón se imponga, pero no, no lo creo, el pesebre es tan importante que todo se subordina a él; de manera que sólo queda por hacer algo tan sencillo como aplicar la Constitución, es fácil, cuestión de voluntad.

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