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¿En qué se parece un ordenador a una lavadora? Así aprenden Internet los mayores

¿En qué se parece un ordenador a una lavadora? Así aprenden Internet los mayores

El 17% de las personas de más de 74 años navegan a diario por la red

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Lunes, 11 de enero 2021, 18:59

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El primer día que Charo pudo ver a su nieto por Skype se levantó del sofá y besó el ordenador. El «niño» estaba en México, a 10.000 kilómetros, pero ella podía hablar con él «como si lo tuviera enfrente». Se dio cuenta de que a sus ochenta y tantos no lo había visto todo. Que eso era nuevo... y que no se lo podía perder, que no se lo quería perder. «Yo oía hablar de Facebook, de Skype... y me sonaba a chino, como si de repente la gente hablase otro idioma. Me animaron a apuntarme a un cursillo de Internet pero tenía dudas. ¿Y si yo no servía para eso? Lo hice y cuando acabé el curso me compré un smartphone para tener WhatsApp y estar en el grupo de la familia, así me entero de si vienen o si van. Y ya que no puedo abrazar a mi nieto porque está muy lejos, al menos le veo y hablo con él cada vez que quiero. O me meto a ver cómo era mi pueblo antes, o saco unas entradas para el teatro... A mí esto me ha dado vida, juventud. Ahora hablo su idioma». El testimonio es de la 'abuelita cibernética' como apodaron a Charo los suyos cuando la vieron manejarse con el ordenador.

Esta malagueña forma parte del colectivo in crescendo de mayores conectados. Niños de la guerra y la posguerra que vieron el primer ordenador en casa de sus nietos. Pero se han puesto las pilas. Hoy, la mitad (50,7%) de los españoles de entre 65 y 74 años utilizan Internet a diario; y uno de cada cinco ha hecho al menos una compra 'online' en los últimos tres meses, según los datos del Instituto Nacional de Estadística, actualizados en noviembre. En el tramo de mayores de 74, los datos son también llamativos y corroboran la tendencia al alza: el 17,1% navega por la red al menos cinco días a la semana, cuando eran el 11,9% hace un año. Además, un 5% ha comprado algo 'online' en el último trimestre, porcentaje que se reducía al 3,6% en 2019.

Un armario con cajones

A algunos les habrán enseñado esos nietos con los que ahora hablan por Skype. Otros, como Charo, lo han aprendido en un cursillo. ¿A la escuela con 80 años? Más o menos. «Tú no sabes el 'trafiqueo' que me traigo con las fotos con mis hijos por el móvil. ¡Ahora me entero de todo!». Esto lo dice una compañera de Charo en el curso que impartió «el profesor Pablo», un economista malagueño que ha colaborado con la Fundación Harena, ONG andaluza dedicada a combatir la soledad que sufren los mayores». Entre sus proyectos de asistencia y acompañamiento, este plan de formación 'online'.

«La primera vez que cogieron el ratón del ordenador apuntaban a la pantalla como si fuera un mando a distancia», relata Pablo López Baldán, el 'profe'. Diez semanas más tarde ya leían el periódico 'online'. «Yo iba siempre a clase con un periódico de papel bajo el brazo. Les explicaba que eso que leen en la prensa está también en Internet, que es casi lo mismo pero en otro formato». Aunque le funcionó mucho mejor el símil de la lavadora. «Todas las señoras sabían que no es igual poner el programa de lana que el de algodón, lavar a 40 grados o en frío... Los señores algo menos, pero bueno, al menos ponían la televisión todos los días y el mando a distancia también tiene botones que, al pulsarlos ejecutan una acción u otra, que eso es lo que trataba de explicarles». Por ahí empezaron... buscando el botón de encendido del ordenador. «Algunos lo encontraban, otros no. Luego seguíamos con el hardware y el software; yo les decía 'las partes duras' y las 'partes blandas', que así lo entendían mejor». De ahí, al teclado, que les costó menos por la asimilación con las viejas máquinas de escribir; el ratón, «que ya que no se puede meter el dedo a través del cristal de la pantalla, nos permite indicarle con la flechita lo que queremos hacer»; el disco duro, «como ese gran armario con baldas y cajones donde metemos las camisetas, los calcetines... Ahí entendieron la utilidad de las carpetas del ordenador, en una metemos fotos, en otra documentos, en otra hojas de cálculo. ¿Y para qué sirve una hoja de cálculo? Pues para sumar el importe de las facturas de la luz de los últimos cinco años, por ejemplo».

¿A cuánto está la leche?

Un día les animó Pablo a mirar a través de la ventana cerrada del aula, pero no veían más allá de un edificio de cemento enfrente. ¿Y si la abrimos? «Señalaban un aparcamiento, unas palmeras en el paseo, un cielo despejado, hasta un trocito de mar. Pues eso es Internet, una ventana al mundo, millones de ventanas que abrir. Empezaron a navegar buscando cosas que les interesaban. 'A mí me gusta la costura', dijo una señora. Y le pedí que escribiera 'costura' en Google alucinó con la cantidad de cosas que salían. Otra se metía a ver el cuadro de 'Las Meninas', otro leía el periódico, el futbolero se iba a los deportes...». De ahí, a los ejercicios: a ver quién encuentra cómo quedó ayer el Sabadell, o a cuánto está hoy el litro de leche desnatada en Mercadona...

El broche al curso fueron los emails: «mandad un mensaje al compañero sentado a la derecha, ahora al de la izquierda». Cuenta Pablo que una vez terminado el curso –diez semanas, veinte horas– el 80% de los asistentes ya no volvió a pedir cita con el médico en el ambulatorio, que ya lo hacían siempre 'online'.

¿Esto a mi edad? Eso dicen muchos mayores antes de ponerse a la tarea

A esa edad mucha gente ha tirado la toalla de aprender. 'A mí edad, ¿para qué?', piensan. Para el aprendizaje se necesita una de estas dos circunstancias: o la necesidad (vivo sola y no hablo con nadie) o una motivación grande (siempre me ha gustado leer, investigar... si aprendo podría estar en contacto con mi nieto...).

Hay quien no ha tocado un ordenador en su vida.

La diferencia está en esos mayores que han vivido con sus hijos y nietos y, aunque sea a través de la tablet de los bebés, se han faniliarizado con las pantallas, y han aprovechado el tirón. O en esos que viven en residencias y como ven que otros hablan por Skype con los nietos, quieren porque funciona por arrastre.

También hay muchos mayores reacios al uso de las nuevas tecnologías...

Sí, dicen: 'En mi época jugábamos con una caja de cartón. Hoy estáis todo el día con el móvil'. Otros creen que no serán capaces. Y hay otros que, simplemente, no lo necesitan, se van a jugar la partidita o hacen punto y piensan: 'Mira esos, juntos en torno a una mesa y ni se hablan porque están enfrascados en la pantalla'.

¿El que no se suba al tren corre el riesgo de quedarse aislado?

No. Si tienes una vida activa, lees el periódico, ves los informativos, vas a echar la partida o juegas a la petanca... no necesitas en absoluto saber lo que ha hecho la última influencer de turno. Muchos mayores prefieren leer libros en papel que el ebook y solo usan el móvil para funciones mínimas: llamar y recibir llamadas. No necesitan más y eso no es ningún problema.

¿Otros corren el riesgo de 'engancharse'?

Es difícil porque en los mayores no están tan grabados los automatismos de uso del móvil o el ordenador como entre los más jóvenes. De hecho, muchos mayores prefieren llamar por teléfono a mandar mensajes. Pero ojo con esos jueguecitos de bolas o de disparar porque enganchan. Son breves y prometen un éxito fácil. Como cuando uno se engancha a los solitarios.

Habla de brecha de género...

Son mayores que nacieron en torno a los años de la guerra y que vivieron la posguerra. En esa época los roles estaban muy definidos y las mujeres estaban enfocadas al ámbito doméstico. Esas mujeres, hoy mayores, siguen siendo, en muchos casos, conservadoras de aquellos roles familiares y eso les ha hecho acercarse menos a las nuevas tecnologías. Aunque sueno feo es, así. Yo mismo tengo un grupo familiar con mis tíos y solo están ellos, no están ellas, y lees: 'Que dice tu tía que...'. Si bajamos una generación ya no hay brecha de género.

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