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TEODORO LEÓN GROSS
Viernes, 28 de febrero 2014, 03:19
La letanía del 'orgullo de ser andaluz' alcanza el paroxismo cada 28F con el Día de Andalucía. Hoy eso se convierte en una verdadera matraca institucional. En las próximas horas se va a repetir más que el ajo. La Fiesta Nacional se ha fragmentado en diecisiete fiestecitas nacionales, con lo que el 'orgullo de ser andaluz' se suma al 'orgullo de ser español'; y después, claro, el orgullo de ser de Málaga, o de Córdoba, o de Sevilla; y el orgullo de ser de El Palo, El Perchel, la Trinidad o El Limonar, y además el orgullo de ser del Málaga CF, de los agustinos o los jesuitas, de los espetos al sol, de Picasso, de Casa Aranda, del Cautivo y del Banderas. Se ve que el depósito del orgullo da mucho de sí.
Hoy es el día oficial de 'el orgullo de ser andaluz'. Y el caso es que parece ridículo proclamarse orgulloso por ser de un sitio donde se ha nacido por azar. Es como 'el orgullo de tener los ojos negros' o 'el orgullo de calzar un 46'. Eso no es un mérito. Otra cosa es doctorarse en Física en el Instituto Max Planck o subir el Aconcagua o dedicar las noches a repartir alimentos en un comedor social. Nacer en un lugar u otro no es cuestión de orgullo; si acaso, de suerte. No es lo mismo nacer en Montecarlo que en Soweto; en Noruega o en Bangladesh. La vida puede ser un infierno o un jardín de rosas. Con independencia de que alguien de Soweto puede llegar a ser Mandela y un bávaro llegar a ser Hitler.
¿Es una suerte ser andaluz? Bueno, comparado con Soweto sí, y con Baviera o la Toscana, más bien no. En todo caso no es determinante. Un andaluz puede ser el gran Giner de los Ríos o el Bizco de El Borge; puede ser Paco de Lucía o Sánchez Gordillo; puede ser el geólogo Orueta o el chófer de los Eres que se encargaba de las putas y la cocaína. No son formas de ser andaluz; son formas de ser. Aquí ha nacido Picasso o Cernuda, pero quien nace aquí no es un poco Picasso y un poco Cernuda. Andalucía es un paraíso; pero también es ese lugar donde la improductividad es parte de la cultura secular como intuyó Ortega.
En realidad no se trata de sentirse orgulloso de ser andaluz; sino afortunado de serlo. Y eso no lo dan las banderas o los himnos, sino el bienestar, el progreso, la justicia social, la industria, las universidades, el genio artístico y el saber vivir. O sea, no es fácil sentirse afortunado de ser andaluz, no si se lee el periódico a menudo. Para sentirse afortunado en un lugar hay que creer en ese lugar, en poder prosperar, en el trabajo, en las leyes, en la políticas. Así que de momento aquí uno es feliz no por ser andaluz, sino más bien a pesar de ser andaluz. Salvo para los jubilados al sol, la 'fortuna de ser andaluz' cotiza menos que 'el orgullo', ese antídoto retórico contra los tópicos humillantes del subdesarrollo. Pero eso no se corrige con golpes de pecho. Andalucía necesita dejar de proclamar 'el orgullo de ser andaluz' y empezar a demostrar auténtico orgullo.
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