
TEODORO LEÓN GROSS
Jueves, 23 de enero 2014, 01:47
Francisco De la Torre, quién lo hubiera imaginado, al final también tiene su 'hueso del puchero' como Celia Villalobos, una anécdota chusca que lo va a marcar, una caricatura que le perseguirá. Las frases estigmatizantes más o menos se las lleva el viento a las hemerotecas -«el dinero público no es de nadie» de Carmen Calvo, «antes partía que doblá» de Magdalena o aquel «yo estoy en política para forrarme» de Zaplana- pero las imágenes quedan; y la escena descacharrante de su ducha de once litros ha dado la vuelta mediática al país entre carcajadas: un alcalde bajo la alcachofa cronometrado por su señora, y dispuesto a repetir ante notario, está más cerca de Benny Hill que de la ejemplaridad de Olof Palme. Ducharse con once litros es posible, pero no es normal; y por ahí empieza el error. La anormalidad no vende. Nadie percibe que el alcalde haya dado una lección de rigor con su ducha, sino un show estrafalario. ¿Quién querría ver a otros políticos midiéndose a ver si son capaces de ducharse en 11 litros, María Gámez, Zorrilla, Pezzi, Bendodo o quién sea? Está bien ver sus declaraciones de patrimonio o su currículum, pero nadie podrá creer que ducharse así sea un mérito. Eso no es un ejercicio de transparencia; solo una astracanada. Ni siquiera tiene categoría de enjuague político con el tarifazo de fondo; a lo sumo, de charco.
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El alcalde se empeñó en tener razón, y al final lo que parece es haberla perdido. Desde luego asombra un fallo tan estrepitoso de perspectiva sin prever lo que se le vendría encima; como esos personajes de Tom Wolfe que se enredan a partir de un error fatídico, como Sherman McCoy o Charlie Croker. De la Torre contó esto en un Foro con el orgullo entusiasta de quien espera suscitar admiración con su plusmarca cronometrada de once litros, sin intuir que iba a desencadenar un cachondeo nacional que ha atravesado incluso las fronteras. Es un error impropio no ya de un veterano curtido, sino de un pichón de Nuevas Generaciones. Una oposición algo más afilada le habría despellejado; pero ha hervido en los medios y las redes, con photoshops a destajo en su barreñito o videos como la ducha de Janet Leigh en Psicosis donde el crimen lo comete De la Torre al llegar el contador a once litros. Henchido como Fraga en Palomares, al menos no ha emulado a Olvido Hormigos divulgando el documento gráfico, que se sepa. En fin, aún hay que frotarse los ojos para asimilar que haya cometido este error. A De la Torre se le ha admirado por su seriedad, cortesía, estajanovismo tenaz y compromiso con la ciudad -sin rival en eso- pero no ha sabido retirarse a tiempo, como tantas veces sucede en política, y el populismo le ha llevado a su caricatura. La ducha de once litros va a quedar como su hueso del puchero. Y provocar críticas en política no es particularmente inquietante; pero provocar risa es muy peligroso.
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