
Administrar la escasez
"Administrar la abundancia es muy fácil; lo realmente difícil es administrar la escasez. Y es la gestión de la miseria lo que está dejando al descubierto las enormes dificultades, cuando no incapacidades, de nuestra clase dirigente para solucionar problemas..."
MANUEL CASTILLO
Domingo, 22 de septiembre 2013, 13:27
Administrar la abundancia es muy fácil; lo realmente difícil es administrar la escasez. Y es la gestión de la miseria lo que está dejando al descubierto las enormes dificultades, cuando no incapacidades, de nuestra clase dirigente para solucionar problemas y sacar adelante proyectos varados en ambas orillas de la crisis. La retahíla interminable de proyectos inacabados en esta ciudad es ya una tarea cansina, por repetitiva, que en el caso del alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, debe sonarle como una melodía diabólica que se repite en su cabeza y que le guste o no le acompañará hasta el fin de su mandato como una maldición. El Astoria, los Baños del Carmen, el Auditorio, el rascacielos de Levante, Arraijanal, el muelle de San Andrés, el del Morlaco, las torres de Repsol, el cubo del Puerto, así como una serie de agujeros negros en expropiaciones irregulares por los que se escapan millones de euros de las arcas municipales. Y si cruzamos el puente político nos alarmamos aún más al comprobar las enormes grietas de la administración socialista en la Junta que están resquebrajando la educación y la sanidad andaluza y cuya morosidad está llevando a la ruina a decenas de pequeñas y medianas empresas. Hospitales a medio terminar, colegios ruinosos, escuelas sin fecha de apertura, tics sin ordenadores, bilingües sin inglés y facturas sin pagar construyen la contradicción del sueño de una modernización de Andalucía que se desmorona día a día. Y es en este panorama cuando toca administrar la escasez, priorizar las necesidades, identificar lo urgente y recomponer un modelo de gestión política que sigue instalado en el golpe de efecto populista, en las migajas de ayudas y subvenciones. También es censurable el papel de una minoría ruidosa de la sociedad instalada en el derrotismo y el fatalismo permanente como forma de alimentar egos insaciables. Muchos son los profesionales malagueños que muestran su hartazgo y hastío abatidos por el implacable muro del reproche y el vituperio constante. Y prefieren salir con las maletas a cuestas.
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Aunque sólo fuese por sentido común, por un ejercicio de supervivencia vital, deberíamos aparcar el delirio de grandeza de la ciudad soñada y apostar por la ciudad posible, sin renunciar a lo esencial y a lo importante. Salir de este marasmo político y comenzar a gestionar, a tomar decisiones, con imaginación y decisión, como están haciendo muchos malagueños para sacar adelante sus empresas, de aquí para allá, de norte a sur e incluso jugándose la vida por carreteras de Suráfrica. La sociedad está cansada de fotos de políticos paseando ufanos por el Campamento Benítez; está cansada de compromisos incumplidos como el del alcalde, que prometió que la cesión saldría gratis a la ciudad cuando no será así; está cansada de la morosidad irresponsable de la Junta con proveedores; está cansada de que se confunda la ayuda social con la beneficencia. Sólo quiere, de una vez por todas, que alguien haga su trabajo. Y que lo haga bien.
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