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ROCÍO G. RUBIO
Jueves, 1 de agosto 2013, 11:50
Como quien espera el día más importante de su vida, Marina Pérez no deja de sonreír mientras habla sobre Pablo Alborán. Sólo tiene 15 años y ya ha visto a su artista favorito en otras ocasiones. Esta vez, sin embargo, le está esperando desde cuatro días antes del concierto. Llegó a las cinco de la mañana del lunes al Auditorio Municipal en el Cortijo de Torres. «Mi madre dice que estoy loca», cuenta. No era la primera. Allí ya estaba, desde las cuatro y media de la mañana, Adrián Ruiz. Tiene 18 años y es su primer concierto de Pablo Alborán. Como ellos, decenas de chicos y chicas se agolpan ante el auditorio, sin importar el tiempo que quede por esperar hasta el concierto del viernes.
«¿Y sus padres?» Es la pregunta que ayer todos se hacían en las redes sociales. Paco tiene cuarenta años y es uno más en esta cola de fans para ver el concierto. «Tienen 13 años y no las voy a dejar solas. Me habría gustado que las entradas fuesen numeradas», dice. Otros, sin embargo, ausentes, apoyan la decisión de sus hijas de hacer esta larga espera. «Mi madre me apoya porque a ella le gustaba mucho Miguel Bosé».
Para ellos el calor no es un inconveniente, «aguantamos a base de sombrilla, agua y crema», afirman. Todo vale si se trata de esperar un concierto que será, según dicen, el mejor de su vida. Ellos son sólo una pequeña parte del todo, representan a grupos amplios de fans: «Nosotros somos veinte y ellos treinta». Guardan el sitio a amigos y compañeros que vienen desde todas las ciudades de España y también Argentina y México, explica Adrián.
Organizados en turnos de ocho horas, «mañana, tarde y noche, como si fuésemos a trabajar». Allí, matan el tiempo hablando, cantando, jugando a las cartas, bailando e incluso haciendo deporte. «Tenemos que estar en forma para salir corriendo cuando abran las puertas», bromean.
No es la primera vez que han estado con el artista, «te trata como si te conociera de toda la vida», explica una fan. El cantante, a su vez, se mostró agradecido con el público a través de la red social Twitter, en la que, durante el día, compartió los tweets de los admiradores que iban contando cómo amigos y compañeros ya estaban haciendo cola para el acontecimiento del viernes.
En la puerta contraria del auditorio, otro grupo de personas. Chicas entre 11 y 30 años acampan con mesas de playa y sombrillas. Llegaron a las once de la mañana del lunes. «No íbamos a venir tan pronto pero hemos visto que ya había gente aquí». Ambos grupos aseguran que será su puerta la que se abra primero. «Está más cerca y hay que correr menos», detallan. Una lucha por alcanzar la primera fila que acaba dividiéndose en dos bandos. Una batalla en la que correr y empujar, todo vale, para poder estar un poco más cerca del único objetivo: Pablo Alborán.
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