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REGINA SOTORRÍO
Lunes, 22 de julio 2013, 14:12
Antes pasaba inadvertido. Nadie reparaba en ese edificio alto con la pared algo desconchada de Casas de Campos, número 2. Pero desde hace unos días la gente se detiene para mirarlo, lo revisa de arriba abajo y habla sobre él. Para bien o para mal, pero habla. Y lo ha conseguido una sola persona, un artista belga que jamás enseña su rostro a la cámara, que nunca aporta información sobre su vida privada y que responde al seudónimo de ROA. «Lo importante no soy yo sino el arte», argumenta el graffitero de fama internacional, que en las distancias cortas, sin embargo, se revela como un tipo sonriente, amable y cercano. Ayer ultimaba su intervención urbana en un 'parking' del Soho, dentro del programa MAUS (Málaga Arte Urbano en el Soho).
Su gigantesco graffiti ocupa toda la fachada del bloque: mientras sube el nivel del mar, ratas, ratones, un tejón y un par de ardillas se aferran lo que encuentran para escapar de lo que parece una muerte segura. ROA nunca nombra sus creaciones -casi siempre con los animales como protagonistas-, pero «si tuviera que ponerle un título a esta sería 'escape'». Por primera vez, el artista belga aborda el tema del cambio climático. Está convencido de que una pieza de arte «no puede salvar el mundo, pero al menos se intenta aportar algo honesto». «Además, si quieres hacer algo interesante tiene que tener una razón para existir», añade.
Razones
Y su pintura la tiene. Por un lado, pone en valor «espacios aburridos» de la ciudad o las afueras, aporta un mensaje -«aunque no me gusta dar un solo concepto»-, altera el entorno y provoca una reacción. «Guste o no, cuando esto pasa todo el mundo habla sobre arte y eso ya es interesante», reflexiona junto a Fer Francés, comisario de la iniciativa 'Soi Málaga' (Soho Outdoor Intervention). En su opinión, «la gente necesita y se merece tener arte en la calle».
En la calle... y en un museo. El arte urbano forma parte ya de los circuitos artísticos convencionales, con exposiciones en galerías y en las principales pinacotecas del mundo, como la Tate Modern o el Metropolitan. Pero, según ROA, no por eso pierde su esencia. «Todo es arte y todo lo que tenga realmente calidad, aunque sea 'underground', acabará subiendo para arriba. No porque sea legal o ilegal es mejor. Entrar en un museo no significa que vendas tu alma al diablo», defiende el creador belga, para quien el graffiti es la expresión artística «más libre».
Matices
ROA introduce aquí un matiz importante: «No es lo mismo hacer una pieza que se puede vender, a hacer una pieza para venderla». Y se explica: «Tengo que vivir. Nunca comprometeré mi arte, no trabajo por encargo ni con subvenciones, pero si alguien quiere darme dinero por lo que hago no voy a decir que no, sería estúpido. Pero no voy a cambiar mi perspectiva por ninguna clase dinero».
Mientras contempla su obra casi terminada desde un edificio de enfrente, asegura que no busca «provocar un 'shock'» en el espectador. «Solo pinto algo que pienso que está bien. Y claro que me importa lo que piensen los demás; pero si lo critican y yo creo que es bueno, me da igual», especifica. Al nivel de un quinto piso, impresiona el detalle que consigue dar con un 'spray' en la mano a sus roedores, ardillas y tejones. Quizás no sean animales agradables para algunos, pero logran el objetivo. «Puedes hacer una flor bonita, y lo más que dirá la gente es que le gusta más rosa que verde. Al menos aquí hay un mensaje», justifica. Cree que con los animales puede hablar más de la humanidad y de este mundo que dibujando cualquier otra cosa. «Está bien ver la reacción de la gente, comprobar cómo piensan los humanos en diferentes países del mundo y escuchar diferentes conversaciones sobre la misma cosa. Así que, en realidad, esto es más estudio sobre los humanos que sobre los animales», indica.
Asegura que en Málaga se ha encontrado con la respuesta «normal» de los países occidentales. «Ahora igual piensan que les está invadiendo, pero luego lo tomarán como suyo. Se convierte en marca de territorio. Dentro de un año intenta pintar encima, ya verás cuánta gente pelea por que se quede», afirma.
Además, la huella que deja en Málaga es «única». No suele hacer pintura narrativa, sus animales están en reposo, durmientes, pero en el 'parking' del Soho cuentan una historia. Además es su debut en Andalucía, por primera vez aborda el cambio climático y se estrena en incorporar el agua a su trabajo. Asegura que en ninguna parte del mundo ha pintado ni pintará una escena parecida. Y eso que son alrededor de 700 los muros que llevan su firma en todo el planeta. Casas de Campos ya figura en la lista. Pero habrá más: la calle Vendeja será la próxima.
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