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Cuando el cine español se desnudó
CINE

Cuando el cine español se desnudó

Prometían carne y llevaban a millones de espectadores a las salas de barrio. El país vivía su despertar sexual en la pantalla 'No desearás al vecino del 5º' inauguró hace cuarenta años el rentable destape

OSCAR L. BELATEGUI

Lunes, 30 de agosto 2010, 03:46

Durante 31 años fue la película más taquillera del cine español. 'No desearás al vecino del 5º' inauguró en 1970 lo que se vendría en llamar 'el destape', aunque a lo largo de sus ochenta minutos apenas se entrevé algún ombligo, un par de sujetadores y varios suéteres ajustados. Alfredo Landa es un modisto de Valladolid que se hace pasar por homosexual para moverse a sus anchas entre clientas ligeritas de ropa y evitarse problemas con los celosos maridos. Los 4,5 millones de espectadores que se rieron de sus chistes machistas lograron que el pobre Landa se pasara una década persiguiendo suecas. 'No desearás...' estableció, pues, las bases del landismo. Y sólo en 2001 se apeó del ránking de largometrajes más vistos. ¿El culpable? Torrente de misión en Marbella...

Después de cuarenta años de represión, varias generaciones de españolitos sintieron la necesidad de proyectar en la pantalla sus fantasías y frustraciones sexuales. El cine del destape sirvió de válvula de escape y permitió la apertura de espacios de libertad en la Transición. «De la noche a la mañana, España se llenó de partidos políticos y de gente en pelotas», recuerda el escritor y periodista Ramón de España. «En esa época, si no le enseñabas el culo a la gente no eras nadie. Eso sí, esos culos llevaban años tapados, con lo que había cierta curiosidad acumulada por contemplarlos. Es como si ahora se desnudara Jennifer Lopez: llevamos tanto tiempo esperando, que el acontecimiento, caso de producirse, adquiriría el carácter de Epifanía».

El pasado mes de mayo, la Academia del Cine Español reivindicaba, al fin, un género ignorado por la crítica y los historiadores. 'Doctor, me gustan las mujeres ¿es grave?', 'Zorrita Martínez', 'El liguero mágico' y 'Las delicias de los verdes años' conformaron un escueto aunque sustancioso ciclo. Un vistazo a las recaudaciones del Ministerio de Cultura revela que muchos de estos títulos rodados a la carrera hicieron una caja que para sí quisieran los productores actuales. Sin ir más lejos, 'Zorrita Martínez' tuvo más de un millón de espectadores (valga como referencia que 'Los abrazos rotos', de Almodóvar, ha contabilizado 690.000). En un país con miles de salas de barrio, los títulos duraban semanas y semanas. (En 1979, había más de 6.000 cines censados, con una asistencia media de seis películas al año por habitante). El artífice de buena parte de ellos, Mariano Ozores, calcula que sus 98 películas han tenido 90 millones de espectadores. Llegó a dirigir seis el mismo año.

«El erotismo era necesario, te lo pedían los dueños de los cines», se disculpa. «Yo escribía el guión y el productor me decía que metiera desnudos. Pero todas mis escenas eróticas estaban en razón de una situación cómica, no sexual». ¿Con unos cuantos taquillazos de Ozores se salvaría el cine español actual? «No serviría para salir del marasmo, harían falta treinta por lo menos. Hoy se producen cien películas y sólo tres o cuatro hacen dinero», reflexiona el director de 'Los obsexos'.

Adaptaciones picantonas

En 1977, el primer Gobierno de la democracia, de UCD, abolió una censura que en sus últimos años había resultado estéril para frenar el impulso de un cine que actuaba como espejo de la sociedad que lo producía. Un año después se suprime la obligatoriedad de proyectar el NO-DO, el célebre noticiario franquista. La tolerancia sexual se contagió de la comedia a géneros como el terror e incluso a las adaptaciones picantonas de obras clásicas de la literatura hispana: 'El libro del buen amor', 'La celestina', 'La lozana andaluza'...

«El cine español vivía condicionado por una permanente falta de recursos económicos y artísticos, asfixiado por la censura y supeditado a una industria rácana y obsoleta», reflexiona José María Ponce, estudioso del género y ex director del Salón Erótico de Barcelona. «Sin embargo, a su manera, funcionaba y conectaba con una cierta realidad española. La españolada, definición paralela al landismo, tiene mucho de gratuita y carpetovetónica. Pero los personajes recreados por Landa, López Vázquez y Esteso y Pajares responden a una tipología real: bajitos, salidos, tímidos y pobres con 'seiscientos'. Y en la España tardofranquista las novias eran estrechas, las parejas ahorraban para casarse y los padres y los curas tenían siempre la última palabra».

La apertura sexual en las pantallas fue a más. En 1980 se crean salas especiales, así como la categoría 'S' para aquellos filmes «que pueden herir la sensibilidad del espectador». Los productores vieron en este cine una ocasión de obtener ganancias fáciles: la inversión era escasa, el rodaje veloz y la amortización estaba asegurada. «Se ha dicho que no teníamos guión, que improvisábamos. Mentira», protesta Mariano Ozores. «Los guiones se respetaban al pie de la letra. ¿Chicas desnudas? Un montón. Pero al final el erotismo ya no tenía valor suficiente para sostener la película. Si no era divertida, la gente no iba a verla».

Temas candentes

Los guiones tocaban todos los temas candentes con indisimulado afán coyuntural. Así, 'Los bingueros' surge a cuenta de la legalización del juego en España; 'Los energéticos' se mofa de la energía nuclear; 'Todos al suelo' toma prestado su nombre sin el taco de Tejero; 'Padre no hay más que dos' coincide con la Ley del Divorcio; 'Vota a Gundisalvo' satiriza el proceso electoral durante la Transición; 'El fascista, la beata y su hija desvirgada' se ríe de los nostálgicos del antiguo régimen...

«El reciclaje de la comedia picante a la española alargó la vida de un tipo de cine que siguió degenerando hasta finales de los 80», observa José María Ponce. «Claro que ahora no tenía el tirón popular de los años del franquismo y competía con películas de más enjundia erótica. El destape desapareció cuando desaparecieron sus principales promotores», acota.

En 1983 se promulga un decreto que suprime la clasificación 'S' y da luz verde a las salas X. El porno arrincona al destape. Y la 'Ley Miró' alienta un cine de autor alejado del erotismo. Muchos de los actores y actrices que se habían labrado un nombre quitándose la ropa cambian de registro. La desaparición del destape estuvo a punto de significar la muerte del cine español. La cuota de pantalla y la producción sufrieron un enorme bajón que todavía está en la base de los males endémicos de nuestra cinematografía.

«La 'Ley Miró' favorecía a unos cuantos y alejó al público de las salas. El cine que se hacía no coincidía con sus gustos», zanja Ozores, que afirma «no haberse enriquecido» con su filmografía. «Sólo he sido feliz». Andrés Pajares y Fernando Esteso precisan que su caché era de 500.000 pesetas por película, incluso de un millón por alguna. «Empezamos cuando la butaca valía 75 pesetas y terminamos cuando costaba 150. Sale a una media de 300 millones por película».

Una fortuna que iba a parar a manos de los productores: José Luis Bermúdez de Castro, José Frade o José María Reyzabal, dueño del tristemente célebre edificio Windsor, en cuyo despacho de la última planta la pareja firmó casi todos los contratos de sus filmes. De tres en tres. Reyzabal producía, distribuía y exhibía las comedias en salas de su propiedad. Un negocio redondo. Pajares recuerda haberse cruzado con Camilo José Cela cuando 'Cristóbal Colón, de oficio descubridor' recaudaba el doble que 'La colmena'. «La tuya será mucho más divertida», le espetó el Nobel.

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