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HUGO SIMÓN marbella@diariosur.es
Sábado, 22 de mayo 2010, 04:44
«Hoy no hay muros, no hay recuentos, ni patio, ni sonidos de cerrojos». Antonio Mairena, recluso de Alhaurín de la Torre, resumía así ayer sus primeras sensaciones con motivo de la salida organizada por la Pastoral Penitenciaria, que, como cada mes, permitió a veinte presos de la cárcel malagueña disfrutar de una jornada en libertad. El grupo viajó hasta el parque Selwo de Estepona, pero su primera parada en el exterior de la prisión tuvo como destino Marbella, donde el organismo dependiente del Obispado programó con el Ayuntamiento y la asociación Concordia un desayuno para los internos. Para algunos, el primero en libertad después de varios años.
«Este café sabe distinto sólo por el hecho de tomarlo fuera de prisión, sabe mucho mejor, sin duda», aseguraba Mairena. Nacido en Ojén hace 41 años, ingresó en prisión hace casi ocho por un delito de sangre. «Bastante feo», según reconoce. Todavía debe cumplir otros siete años de cárcel, aunque pronto podrían aplicarle el tercer grado penitenciario.
Lo mismo ocurre con el resto de internos participantes en la salida programada. Todos se encuentran en segundo grado y son candidatos a pasar en breve a régimen abierto. No coinciden con Mairena, sin embargo, en los delitos que les llevaron a la cárcel. El 80 por ciento de los reclusos permanecen entre rejas por actuaciones delictivas relacionadas con el mundo de la droga, según explica José Antonio Fernández, director de la Pastoral Penitenciaria. Entre ellas, delitos contra la salud pública, hurtos, robos con fuerza, agresión o apropiación indebida.
Sin vigilancia
«La salida programada es como un día de fiesta para los internos porque rompen la rutina del centro penitenciario», destaca Fernández. Una rutina que incluye quince horas diarias en una celda y nueve entre el patio y el resto de actividades. «Desde que sales en el autobús te quitas la presión de los muros y de las normas», apostilla Mairena. También de la vigilancia. Los presos viajan acompañados de dos educadores, una trabajadora social y los miembros de la Pastoral Penitenciaria. Ningún funcionario de seguridad.
«No hay ningún riesgo», según sostiene Fernández, que recuerda que «no ha ocurrido nunca nada» desde que comenzaron a impulsarse estas salidas programadas, en 1994. «Vienen como personas libres y la confianza es total», añade.
La libertad implica además compañía, puesto que los presos disfrutan también de la presencia de sus familiares más cercanos. Varios de los reclusos desayunaban ayer junto a su pareja y sus hijos. «Pasan todo el día con ellos, comen juntos, comparten, ríen, sueñan», apunta el director de la Pastoral Penitenciaria. La importancia en este sentido es notable, puesto que la actividad, según subraya Mairena, equivale en tiempo a casi un año de encuentros 'bis a bis' en la prisión.
Tras una jornada así, ¿cómo es el regreso a la cárcel? «Vuelves con muchas más ganas y te hace todo más soportable», asegura el preso.
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