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Portada de 'Una radiante mañana estival'. :: SUR
TERRITORIOS. LITERATURA

James Hadley Chase, instinto criminal

Hace 25 años moría James Hadley Chase, autor británico de novelas policiacas de ambientación norteamericana. Atacado por Chandler y defendido por Orwell, sus libros nunca producen indiferencia

MARIO VIRGILIO MONTAÑEZ

Sábado, 6 de febrero 2010, 02:39

Hace 25 años, el 6 de febrero de 1985, murieron a la vez un puñado de escritores con nombre indudablemente anglosajón: James L. Docherty, Ambrose Grant, Raymond Marshall y James Hadley Chase. Este último es el más conocido de todos ellos, y es el seudónimo más utilizado y más notorio, de entre este cuarteto de identidades de un único autor, británico pero con un nombre civil ostentosamente francés: René Brabazon Raymond. Sin embargo, cuando el inglés R. B. Raymond murió, no pocos lectores se asombraron, al leer los periódicos, no sólo del nombre verdadero que se escondía tras el de estos autores de novelas policiacas, sino también del hecho de que fuera inglés. Y es que el muy británico James Hadley Chase (el uso del resto de seudónimos es anecdótico) firmó impactantes novelas negras ambientadas en Estados Unidos, con canallescos personajes que se expresaban con un evidente uso del 'slang' de los bajos fondos estadounidenses. De entre todo el selecto grupo de autores británicos de literatura policiaca del siglo XX (Eric Ambler, John Bingham, Leslie Charteris, Peter Cheyney, Agatha Christie, Ian Fleming, Ruth Rendell, Dorothy L. Sayers, por no alargar la nómina), ninguno tuvo tan profundo sabor americano.

Londinense, nació el 24 de diciembre de 1906, e hijo de un coronel de la Armada, tuvo una educación esmerada en la que el coronel Francis Raymond buscaba que su hijo se dedicara a la ciencia. Sin embargo, la conciencia de su incapacidad para alcanzar ese destino, constatada tras un viaje a Calcuta para realizar un estudio sobre la hidrofobia, le hizo abandonar el hogar a los 18 años y buscarse la vida trabajando en un almacén de libros y como vendedor de enciclopedias infantiles. En 1932, el que todavía es René Raymond se casa con Sylvia Ray, y no tarda en tener un hijo. Hasta este momento su vida es la de un ciudadano normal y corriente, pero en 1934 cae en sus manos un ejemplar de la novela 'El cartero llama dos veces', de James M. Cain. Este hecho trivial le cambiará la vida: fascinado por este ejemplo de novela negra 'hard boiled' (literalmente, 'en ebullición'), en el que la resolución del caso no depende sólo de la deducción y la lógica, sino de la capacidad del héroe para extraer la información por cualquier medio, incluso por los más fraudulentos, decide probar su capacidad para conseguir algo parecido.

Dos dobles secuestros

El experimento es terminado al cabo de seis fines de semana de escritura (es el cómputo que la auto-cultivada leyenda ha transmitido, pero parece que el plazo fue de casi un año). Su firma de este libro será la que a partir de ese momento ocupará la abrumadora mayoría de las portadas de sus otros 91 libros: James Hadley Chase. El título será 'No hay orquídeas para Miss Blandish' (en España se editará como 'El secuestro de Miss Blandish'), y con una cierta influencia de 'Santuario' de William Faulkner, cuenta cómo unos delincuentes de poca monta planean robar un caro collar de perlas a la joven heredera de la fortuna de los Blandish. Pero todo se tuerce, y el asesinato del acompañante de Blandish los lleva a tener que secuestrarla. Y todo se estropea aún más (es una constante en las novelas de Chase que situaciones aparentemente controladas se tuerzan repetidas veces) cuando los secuestradores cae en manos de otra banda más dura y cruel, la de los Grisson (inspirada a su vez por el célebre caso del clan de Ma Baker), que liquida a los aficionados, cobra el rescate haciéndose pasar por ellos y, por mor de la rara sexualidad del cabecilla de los Grisson (y títere a su vez de su despótica y terrible madre), deciden no liberar a la rehén y quedársela como esclava sexual de Slim Grisson. El señor Blandish encarga a un periodista reconvertido en investigador, Dave Fenner, rescatar a su hija. Cueste lo que cueste. El final es feliz. Y, en los últimos párrafos, desolador. El resultado de esta historia contundente, plena de muertes inesperadas y contadas con escalofriante frialdad, fue un gran éxito de público que no se extinguiría en los 45 años de vida literaria que le quedaban a Chase y el casi un centenar de novelas que aún escribiría.

En una novela posterior, 'Una radiante mañana estival' (1963), se repetirá y complicará el esquema: otra heredera, Zelda Van Wylie, es secuestrada por una banda encabezada por Jim Kramer, un mafioso retirado que recurre a este delito para tapar la estafa a la que ha sido sometido y que le ha dejado en la ruina. Sus cómplices son un atormentado ex presidiario y una pareja de hermanos con pasado incestuoso e instinto muy primario y violento. Dentro del plan se incluye un segundo secuestro, el de un comediógrafo retirado al desierto de Nevada junto a su familia y que será el encargado de negociar con el millonario Van Wylie y recoger el rescate. Nuevamente, hay tensión y sadismo, situaciones desesperadas y un final tan feliz como trágico. Entre ambas novelas, la maestría de Chase se ha reafirmado, y la compasión que en su primera novela había por la víctima aquí parece haberse borrado. En este mundo de hampones y pervertidos no hay espacio para los afectos ni para la digresión moralizante. 'El secuestro de Miss Blandish' será llevada al cine dos veces: en 1948 por St John Legh Clowes con su título original, y en 1971 por Robert Aldrich con el título 'La banda de los Grisson', una película dura, sudorosa, tensa, que en España se estrenó con un lema publicitario que hace justicia a la novela pero que a la vez limita la ambición del producto literario del que parte: «Una madre que enseñó fríamente la violencia a los suyos. Año 1932, en plena Ley Seca, una familia de asesinos aterrorizó a Kansas». Una versión teatral de la novela estuvo de gira por Inglaterra entre 1942 y 1949. 'Una radiante mañana estival' llegará al cine en 1965 (con el título español de 'Secuestro bajo el sol') dirigida por Jacques Deray en la que Jean-Paul Belmondo es el secuestrador incestuoso (y macarra) y Geraldine Chaplin es la víctima. Con todo, entre las 52 adaptaciones al cine de Chase, la que ha merecido mayor reconocimiento (junto con la película de Aldrich) es 'Eva', una producción de 1962 en la que Joseph Losey unió a Virna Lisi y Jeanne Moreau.

Orwell en escena

Orwell, en su ensayo publicado en 1944 en la revista 'Horizon' y que tituló 'Raffles y Miss Blandish', defenderá el libro de Chase, afirmando que este autor, al igual que Arthur J. Raffles, el sofisticado y caballeresco ladrón de guante blanco protagonista de una serie de novelas, de gran éxito, de finales del XIX y comienzos del siglo XX escritas por E. W. Hornung (cuñado, además, de Arthur Conan Doyle, el creador del superventas Sherlock Holmes), decía, en fin, que ambos autores tienen en común mostrar el crimen desde el punto de vista del criminal. Esta atinada observación de Orwell es especialmente pertinente, pues en el resto de su carrera, Chase se mantendrá fiel a esta óptica criminal. Otro elemento permanente en Chase será que en todas sus novelas los personajes se persiguen (téngase en cuenta que 'Chase' es, en inglés, persecución). Pero, por encima de todo, Orwell analiza cómo ambos autores, con sus enfoques, son reflejos de un tiempo: «Lo que interesa aquí es la enorme diferencia de atmósfera moral que existe entre los dos libros, y el cambio en la actitud popular que ello probablemente implica». Si la novela de Chase es repugnante en su expresión de la violencia, si en ella anida una conducta fascista, si sus personajes están moralmente atrofiados, es porque la sociedad de los años 30 es justamente así. Chase es inocente: la realidad de su tiempo no lo es. A la vez, Orwell analiza una escena de la tercera novela de Chase (titulada 'Él ya no lo necesitará') en la que un personaje golpea a otro y, una vez en el suelo, le aplasta repetidamente la bota en el rostro. En su obra maestra de 1949, '1984', Orwell hace que en un pasaje clave, O'Brien le prometa a Winston Smith (que es a su vez tanto su rehén como su prisionero) un porvenir angustioso en una frase que es inolvidable para los lectores: «Si quieres hacerte una idea de cómo será el futuro. Figúrate una bota aplastando un rostro humano. incesantemente». La influencia del turbador y peligroso Chase es patente. A pesar de la perplejidad que la lectura de Chase produce en Orwell, la conclusión de éste puede ser positiva, pues se trata de una literatura honesta en cuanto retrata sin tapujos, con honestidad por tanto, un tiempo totalitario: «En los libros del Sr. Chase no hay caballeros, no hay tabúes. La emancipación es completa. Freud y Maquiavelo han llegado a los suburbios exteriores».

La vida alrededor

Chase, con un ritmo de escritura casi febril, que fue siempre un escritor pero nunca un artista (en este sentido, su escritura, despojada y directa, se parece más al estilo de Dashiell Hammett que al de Raymond Chandler), que sólo al final de su vida viajó a Estados Unidos (ya en 1967 en una estancia fugaz limitada a Miami y Nueva Orleans) país en el que ambientó, a fuerza de guías turísticas, mapas y diccionarios de argot 64 de sus 92 novelas, participó en la Segunda Guerra Mundial como piloto de combate de una escuadra de la RAF, contó con la amistad, y la defensa, de Graham Greene (e incluso se vio con él implicado en una trama fraudulenta urdida por el contable que ambos compartían y que también implicó a Charles Chaplin), en 1943 fue acusado por Raymond Chandler, que lo despreciaba como «escritor pulp de la peor especie», de plagio no sólo de pasajes de sus obras, sino también de las de Dashiell Hammett y Jonathan Latimer, por lo que tuvo que reconocer en un artículo en 'The Bookseller' su culpa, se instaló en 1956 en Francia con su esposa, llevando una vida solitaria dedicada a la escritura, que profundizó en 1961 con su residencia en Corseaux-sur-Vevey, en Suiza, donde encontraría la muerte hace un cuarto de siglo. A pesar de su torrencial mundo de historias de crímenes y espías, muy pocos son los héroes que protagonizaron más allá de dos o tres libros: David Fenner, vencedor de los Grisson en 'El secuestro de Miss Blandish', el descarado Mark Girland, ex agente de la CIA que en 'Trato hecho' muestra que es más un corrupto al uso actual que un súper agente secreto al estilo James Bond, son los más notables.

Apología

En un ensayo de 1978, Jorge Luis Borges (que, no olvidemos, fue director, junto a Bioy Casares, de una colección de novela policiaca, 'El séptimo círculo', en la que se incluyeron nada menos que 28 títulos de Chase entre los 366 que la integraron), defendía el género policial con su serena firmeza. Las líneas finales de aquel texto sirven para reivindicar definitivamente el valor de este género, tan a menudo despreciado y puesto bajo sospecha: «¿Qué podríamos decir como apología del género policial? Hay una que es muy evidente y cierta: nuestra literatura tiende a lo caótico. Se tiende al verso libre porque es más fácil que el verso regular; la verdad es que es muy difícil. Se tiende a suprimir personajes, los argumentos, todo es muy vago. En esta época nuestra, tan caótica, hay algo que, humildemente, ha mantenido las virtudes clásicas: el cuento policial. Ya que no se entiende un cuento policial sin principio, sin medio y sin fin. Estos los han escrito escritores subalternos, algunos los han escrito escritores excelentes: Dickens, Stevenson y, sobre todo, Wilkie Collins. Yo diría, para defender la novela policial, que no necesita defensa: leída con cierto desdén ahora, está salvando el orden en una época de desorden. Esto es una prueba que debemos agradecerle y es meritorio».

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