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«Las fuerzas navales en la Guerra Civil jugaron un papel más importante de lo que la gente cree. Si bien es cierto que el conflicto se cimentó principalmente en contiendas terrestres, las municiones para ambos bandos llegaban por mar. Y la marina de cada uno de ellos debía facilitar la llegada de la munición». Luis Mollá, capitán de navío de la Armada, piloto naval, diplomado de Estado Mayor y escritor responde de esta forma a la pregunta sobre el papel de las fuerzas navales en la guerra. Conocedor de la historia de la navegación, tanto civil como militar, y autor del recientemente publicado 'Eso no estaba en mi libro de la Historia de la navegación' (Almuzara), él mismo es toda una enciclopedia cuando se le cuestiona por alguno de los aspectos históricos relacionados con el mar.
«Era una función (la de aprovisionamiento de munición) -prosigue Mollá- en la que las fuerzas nacionales destacaron por su eficacia, pese a que las fuerzas republicanas se hicieron con el 90 por ciento de las naves y el 100 por cien de los submarinos». Precisamente a los submarinos, dedica todo un capítulo Mollá en su nueva publicación, en la que se incluyen desde las historias de los sumergibles republicanos hundidos durante la Guerra Civil hasta la reciente tragedia del argentino Ara de San Juan.
«Resulta un contrasentido cómo teniendo la República los doce submarinos de la época, Franco pudiera pasar desde Melilla a Cádiz», asegura mientras recuerda, entre otras, la historia del submarino B-5, hundido frente a las costas de Estepona. Este sumergible se perdió en 1936 sin que se hayan esclarecido del todo las causas de su hundimiento. Iban 37 hombres a bordo y, aunque un piloto de un hidroavión del bando nacional declaró haber lanzado bombas sobre un submarino que había dejado manchas, otros apuntan a un posible sabotaje a cabo de su nuevo comandante, Carlos Barreda. «Los comandantes de los submarinos fueron desembarcados en fechas posteriores al 17 de julio acusados en la mayoría de los casos de simpatía al bando franquista. Sin embargo, pronto la República se dio cuenta de que contrariamente a los buques de superficie, los submarinos son naves sin utilidad, si no cuentan con especialistas. Navegar sumergido no es lo mismo que hacerlo teniendo las referencias de la costa o aparatos de navegación», explica Mollá. Por ello en el apartado dedicado a este sumergible, al igual que en lo que se refiere al C-5, se plantea el posible hundimiento por parte de sus capitanes. «Como no había comandantes formados o bien ser recurría a soviéticos o bien se embarcaba de nuevo a los ya existentes, aún siendo sospechosos, pero con un 'comisario político' a bordo. De hecho en el caso de estos dos buques en jucios posteriores a sus viudas o en declaración de compañeros afines se manifestó que dichos comandantes habían prometido hundir el submarino antes que atacar unidades nacionales«.
El apartado dedicado a los submarinos es uno de los 21 capítulos en los que se divide el libro y que obedece a una pasión de Mollá por escribir. «Siempre tuve la vocación de escribir; de pequeño hacía cuentos que leía a mis amigos», confiesa a SUR. Y aunque empezara de forma tardía, -cuando ya los destinos de tierra le dejaron algo más de tiempo- ya lleva doce libros hasta la fecha.
Buques míticos como el 'Holandés errante', barco fantasma condenado a vagar eternamente por los mares, el 'Mary Celeste', que apareció nevegando sin tripulación, o el 'Titanic', del que se cuenta la historia de una pequeña llave que pudo salvar la vida a los 1.523 víctimas del naufragio, forman parte de una narración estructurada en apartados dentro de cada capítulo que permiten una lectura ágil y entretenida, que se puede retomar en cualquier momento.
Y puestos a hablar de misterios, aunque el autor no es muy del gusto de que estos se descubran, Luis Mollá , señala la búsqueda del Reina Regente, en la que él mismo participó, como uno de los objetivos fijado hace unos años por la propia Armada dentro del llamado Plan para la Protección del Patrimonio Subacuático firmado en 2010. El Reina Regente era un buque de combate, el primero de los cruceros modernos de la Armada, pionero en muchos aspectos, que desapareció en medio de un temporal en aguas del Estrecho de Gibraltar con unos 412 tripulantes a bordo. «Soy un marino atípico. A mi no me gustan que se resuelvan los misterios, me gusta que ahí abajo que Neptuno sigua siendo el rey. Cuando como en el caso del Reina Regente, no he podido encontrarlo, felicito a Neptuno».
Y como el Reina Regente no faltan otros buques hundidos que guarda el mar o la mar (interesante el debate que aborda el libro en este aspecto) aún pendientes de descubrirse. «Sin abandonar las playas gaditanas, y aunque no se trate de una historia en la que no hubo intervención de piratas, entre los muchos pecios que guardan celosamante los fondos gaditanos hay uno cuya localización haría millonario a su feliz descubridor. Me refiero al San Francisco Javier, una urca hundida en 1656 frente a la Caleta, en Cádiz, y que esconde uno de esos tesoros submarinos que quitan el hipo», recoge Mollá en el capítulo dedicado a piratas y corsarios.
Y como estos, muchos otros tesoros en forma de historias de la navegación permanecen escritos a la espera de ser descubiertos en 'Esto no estaba en mi libro de Historia de la navegación'.
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Ivia Ugalde, Josemi Benítez e Isabel Toledo
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