La Generación del 27 y Málaga
Escribe Miguel García-Posada, uno de los máximos expertos en la Generación del 27: «Si en el principio fue Andalucía, antes fue Málaga. Allí vivieron su infancia José Moreno Villa, Vicente Aleixandre, Emilio Prados, José María Hinojosa, Manuel Altolaguirre, que todos nacieron allí, salvo el segundo. Allí pasó muchos veranos Federico García Lorca: Málaga era la ciudad que más amaba de Andalucía, según proclamaba en una carta. Medio grupo del 27 está ligado a Málaga en su niñez. La capital del grupo fue Madrid, porque era el gran centro español de reunión, pero su patria pequeña fue en gran medida Málaga».
Señalemos a continuación, de manera somera, la relación que guarda con Málaga la nómina canónica de esta generación de la Edad de Plata de las letras españolas:
Federico García Lorca veraneaba en Málaga en el Hotel Hernán Cortés e iba a bañarse a la playa, algunas veces con Prados, Altolaguirre o Hinojosa. Lorca barajó incluso la posibilidad de comprarse una casa en Málaga, cerca del mar, como años más tarde haría Jorge Guillén. Afirma Ian Gibson, el mejor biógrafo del poeta, que Málaga era la ciudad de Andalucía que más amaba, tan abierta y moderna, tan distinta de su cerrada Granada natal: «Málaga es maravillosa (...). Para ser un buen andaluz hay que creer en esta ciudad». También le escribía a Benjamín Palencia: «Dentro de unos días dejo este campo de mi niñez para marchar a Málaga, ¡a mi Málaga! No tienes idea qué ciudad más extraordinaria».
Luis Cernuda escribió refiriéndose a Málaga: «Si alguna vez me pierdo, que vengan a buscarme aquí». En nuestra ciudad publicó su primer libro, Perfil del aire, como suplemento de 'Litoral'. Disfrutó de unos días de descanso en el hotel del Inglés, en Torremolinos, y quedó prendado de sus marineros. Hizo excursiones a Ronda y Campillos en el Chrysler de Hinojosa. En Málaga descubrió el amor y se enamoró de Gerardo Carmona. Cernuda se apasionó de Málaga y quiso venirse a vivir a nuestra ciudad, para trabajar en Litoral y formar parte del grupo de Prados y Altolaguirre.
Rafael Alberti era sobrino del cura de la parroquia de San Juan y jugaba de niño en casa de Manuel Altolaguirre. En 1920 estuvo en Málaga y visitó a Salvador Rueda. En nuestra ciudad publicó La amante, uno de sus primeros libros. En 1985 dio un recital poético, acompañado por Nuria Espert, ante cientos de malagueños.
Vicente Aleixandre disfrutó de su infancia en Málaga, desde los tres años, y fue compañero de clase de Emilio Prados en el mítico colegio de don Ventura. Su poema Ciudad del Paraíso está dedicado «a mi ciudad de Málaga», que siempre llevó en su corazón.
Jorge Guillén quiso pasar en Málaga sus últimos años. Se compró un piso en el paseo marítimo de La Malagueta, donde recibía a amigos y curiosos: «Me gusta la paz, la quietud de este rincón de Málaga. Además, me gusta Málaga por encima de todo». En Málaga terminó 'Final', su último libro de poesía. Está enterrado en el Cementerio Inglés con su segunda mujer, Irene Mochi.
Dámaso Alonso vino a Málaga por primera vez en 1927 y fue a recogerle a la estación Manolito Altolaguirre en un coche de caballos. Años más tarde, alquiló un apartamento para pasar temporadas precisamente en el mismo edificio en el que vivía su amigo Jorge Guillén. El 4 de octubre de 1985, Dámaso Alonso tuvo el honor de ser el primer conferenciante del recién creado Centro Cultural del 27, que tiene su sede y realiza una labor encomiable desde la ciudad de Málaga.
Gerardo Diego conoció Málaga en 1925 de la mano de Hinojosa y de Altolaguirre. Volvió en 1943 para impartir en el Conservatorio una de sus famosas conferencias-concierto, que versó sobre los Nocturnos de Chopin. Fechado en 1972 –y escrito manuscrito en una hoja con el membrete del Hotel Málaga Palacio– está su famoso Picasoneto.
Pedro Salinas era el mayor de los poetas del 27. Como trabajó en los años veinte como catedrático de la Universidad de Sevilla, suponemos que visitó Málaga en diferentes ocasiones. En una de ellas Manolo Blasco se lo encontró en la plaza de la Constitución delante de la Papelería Catalana (antecedente de la Librería Cervantes) buscando postales, pues estaba entonces escribiendo un libro sobre la historia de la cursilería.
No tenemos espacio para tratar de otros autores que también han sido incluidos en la lista de la Generación del 27, como los malagueños José Moreno Villa o José María Hinojosa. Recientemente, Tania Ballo ha rescatado del olvido a las mujeres que formaron parte de este grupo, a las que ha denominado como 'las sinsombrero'. Entre ellas destacaremos a Concha Méndez Cuesta, quien vino a pasar el verano en Málaga tras casarse con Manuel Altolaguirre.u Altolaguirre y Prados con Gala y Dalí en el hotel del Inglés. Mayo de 1930.
Y, por supuesto, Prados y Altolaguirre
Manuel Altolaguirre era hijo de un conocido periodista de La Unión Mercantil. Era el benjamín de la Generación del 27 y todos destacaban su simpatía y su sonrisa, que nunca perdía. Fue el gran editor de su grupo, pues publicó muchos de los libros de poesía de sus amigos poetas. Ya lo hemos visto de anfitrión en su ciudad. Este mismo papel cumplió en el viaje que realizó a Málaga, en 1930, Salvador Dalí con su esposa Gala y su visita al Café de Chinitas, que Lorca inmortalizó en sus versos. Emilio Prados era hijo de un adinerado comerciante de la calle Larios. Como no conseguía acabar ninguna carrera, su padre le puso una imprenta. Tuvo inquietud por la pintura y se refugiaba en su estudio, en una dependencia del actual Museo Picasso, donde su padre tenía el taller y almacén. Le encantaba bañarse en la playa del Peñón del Cuervo y, muchas mañanas, cargado de una bolsa de tomates que comía a mediodía, iba andando hasta El Palo para enseñar a leer a los hijos de los pescadores. Escribió en una playa de Arroyo de la Miel: «Sobre la arena del mar / el zapato del silencio / y el pie de la soledad».
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