La controvertida calle del héroe Tomás de Sostoa
Víctor Heredia
Domingo, 31 de agosto 2025, 00:13
Si hay un nombre de calle que ha dado que hablar en Málaga, ese es sin duda el de la calle Héroe Sostoa, sujeto a habituales confusiones desde que se fijó como denominación oficial la de Héroe de Sostoa, incrementada cuando alguna publicidad utilizó la forma plural de Héroes de Sostoa. ¿Uno o varios? ¿Un apellido o un lugar? El 16 de mayo de 1930 la Comisión Permanente del Ayuntamiento de Málaga aprobó dar el nombre de Héroe Sostoa al primer tramo de la carretera de Cádiz a partir de la estación de ferrocarril.
Con este motivo, el 17 de diciembre de ese año se descubrió una lápida en la primera esquina de la calle, en la fachada del Asilo de las Hermanitas de los Pobres. Al acto asistieron el alcalde, Narciso Briales Franquelo; el gobernador civil, Alfredo Queipo de Llano; varias autoridades militares y representantes del cuerpo consular. El cónsul de Uruguay, Víctor de Barros, pronunció unas palabras y el alcalde de la ciudad terminó su discurso con esta rotunda afirmación: «Señores, queda nominada la calle Héroe Sostoa. He dicho». Como sabemos, del dicho al hecho hay un trecho a veces sinuoso. Quizás el remedio para evitar confusiones sea establecer el nombre oficial como Héroe Tomás de Sostoa.
¿Quién era Sostoa y por qué se le dedicó una calle en Málaga? Tomás de Sostoa y Achúcarro había nacido en Montevideo en 1786. Su padre, José Francisco de Sostoa, natural de Éibar, fue ministro de la Real Hacienda en Montevideo, donde también tiene una calle. Tomás se trasladó a la península e ingresó en la Marina. En 1808 alcanzó el rango de alférez de fragata e inmediatamente se incorporó a los combates de la Guerra de la Independencia. Participó en la batalla de Tamames, donde fue herido por una bala en el pecho. A continuación fue destinado a América para hacer frente a los insurgentes que habían proclamado la independencia de las colonias. Sostoa sobrevivió en esos años a tres naufragios. Su hecho militar más importante fue el combate que mantuvo contra los insurgentes en Montevideo al mando del bergantín 'Cisne', que él mismo voló arrojando una antorcha al pañol de pólvora antes de que fuera abordado por las fuerzas enemigas. Sostoa saltó por los aires y cayó al agua, donde fue hecho prisionero.
Consiguió escapar y regresó a España. Ascendido a teniente de fragata, se encontraba en San Sebastián en 1823, al mando del bergantín 'Diligente', cuando irrumpieron las tropas francesas, a las que hizo frente con su artillería. Luis Azarola afirma que recibió una felicitación real por haber conseguido llegar a Cádiz sorteando el bloque naval a que estaba sometida la plaza en agosto de ese año. Más tarde se instaló en Málaga, ciudad en la que se había casado en 1821 con María Dolores Ordóñez y Viana, natural también de Montevideo. El matrimonio tuvo doce hijos, todos nacidos en Málaga.
Después de enviudar en 1842 se reincorporó al servicio como mayor general de las fuerzas navales del apostadero de Barcelona. Al año siguiente recibió el nombramiento de brigadier y entre 1844 y 1846 estuvo al mando de la fragata 'Reina María Cristina', hasta que fue designado segundo jefe del apostadero de La Habana. A finales de 1848 regresó a Málaga, donde murió el 25 de enero de 1849.
El funeral se celebró el 27 de enero, siendo conducido su cadáver al Cementerio de San Miguel con todos los honores que le correspondían por su graduación. La familia invitó a toda la ciudadanía a asistir por medio de un anuncio en la prensa y la reseña que hemos podido consultar confirma la alta y numerosa representación que figuró en el cortejo fúnebre. Acudieron el obispo, el jefe político, Melchor Ordóñez –cuñado del finado– y el comandante general. «Nada tiene esto de extraño, si se atiende a la posición social del difunto, y a las muchas relaciones de su noble y respetable familia», escribía el cronista. El féretro, sobre el que se colocaron el sable y el sombrero de brigadier, fue portado por individuos de las tripulaciones de buques de guerra y cuatro oficiales llevaban las cintas que pendían de los extremos. La comitiva se dirigió primero hasta la parroquia de los Mártires y una vez celebrado el funeral siguió hasta el camposanto. Abría la marcha un grupo de niños de la Providencia con el clero y la cerraba un batallón del Regimiento de Infantería de África, con bandera, música y armas a la funerala. Durante el entierro, la tropa hizo las descargas de ordenanza.
Con este artículo termina la serie que mi compañero Fernando y yo hemos preparado este verano. Esperamos que estas pequeñas historias hayan sido de su interés y agradecemos la confianza que el diario SUR y sus lectores ponen en nosotros.
La casa donde murió
Tomás de Sostoa falleció en la casa número 31 de la calle Ollerías, uno de los mejores ejemplos de la arquitectura barroca malagueña del siglo XVIII. El edificio tenía (y conserva) un hermoso patio porticado con una fuente decorada con un mascarón, además de un amplio jardín en la parte posterior. Era propiedad de Fernando Ordóñez, suegro de Sostoa. Posteriormente se convirtió en una casa de pisos y desde principios del siglo XX alberga un templo de la Iglesia Evangélica. En el antiguo jardín se instalaron las escuelas evangélicas que dirigió durante muchos años Enrique Rodríguez Blanco, cuya labor queda recordada por una lápida de mármol. En la puerta del edificio una placa metálica rememora que fue la última residencia de Tomás de Sostoa. Sus seis hijos varones siguieron la carrera militar en la Marina: Tomás, Fernando, Joaquín, Rafael, José y Enrique. Este último fue comandante general del arsenal de Cavite, en Filipinas, que tuvo que rendir ante el bombardeo de las fuerzas norteamericanas en 1898. Alcanzó el grado de almirante en 1912.
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