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F. TORRES / A. FRÍAS
málaga.
Miércoles, 9 de diciembre 2020, 01:00
En cuanto se cayó al suelo se dio cuenta de que se había hecho daño de verdad. «Siempre he tolerado bien el dolor, y aquello era insufrible», relata María, que prefiere no emplear su nombre real. Esta malagueña de 46 años debe pasar el resto de su vida con un implante en la cabeza del fémur debido a la complicación de una lesión que no fue diagnosticada correctamente, como reconoció el Sistema Andaluz de Salud en la propuesta de resolución de su reclamación. Ha recibido una compensación de 33.000 euros, pero María se muestra tajante al respecto: «Tengo que pasar el resto de mi vida con una prótesis de cadera, ninguna indemnización podrá pagar eso».
María recuerda perfectamente cómo se cayó. Estaba pasando unos días en Romilla, provincia de Granada. El bajo del pantalón, que se le había mojado en plenas fiestas populares, se le enganchó en el talón y perdió el equilibrio. «Las primeras horas en urgencias fueron horribles», define María, que nunca olvidará aquel día. «El médico, que era bastante joven, dijo varias veces que podía ser una fractura de cadera, pero se negaba a aceptar ese diagnóstico, decía que por mi edad era imposible».
María, que había pasado por un cáncer de mama en aquella época, insistió al facultativo en que el dolor que estaba padeciendo era «muy fuerte», pero la respuesta, tras pasar por la sala de rayos, fue de una lesión en los ligamentos. En la placa que se le practicó se aprecia una línea: una fisura ósea que derivó en una fractura completa, motivo por el que se tuvo que implantar la prótesis. «Los médicos que me atendieron en la segunda lesión me dijeron que sólo habría hecho falta que me pusieran clavos para que la fisura soldase».
Ahora María afronta una vida diferente y llena de complicaciones: «No puedo correr, no puedo agacharme o ponerme en cuclillas, no puedo hacer nada que implique un impacto o riesgo de luxación». Además, a raíz de la implantación de la prótesis, una de sus piernas es ahora un centímetro y medio más larga que la otra, lo que también dificulta su día a día y su capacidad de movimiento.
La prótesis de cadera tiene una vida útil media de unos quince años, tras los que hay que volver a someter al paciente a cirugía. «Tendré que estar toda mi vida pendiente de eso, cogiéndome bajas médicas», explica María.
Además, el procedimiento médico fue «traumático», y tuvo «mucho más impacto» en comparación con la implantación de los tornillos que habrían reforzado la soldadura de la fisura. «Estuve ocho meses liada de hospital en hospital y la recuperación de la operación fue muy dura». recuerda. En aquella época, María iba a incorporarse a un nuevo puesto de trabajo como visitadora médica, pero su contratación se retrasó por el proceso quirúrgico, y cuando empezó a trabajar lo hizo «con muletas». «Ahora me da miedo ir encadenando bajas laborales y que eso afecte a mi vida profesional», reconoce.
La indemnización del SAS de 33.000 euros es «un gran paso», pero María y su abogado, Diego Narbona, del despacho Narbona, han decidido recurrirla por vía judicial -el expediente administrativo ya está resuelto-, presentando un contencioso administrativo en el que solicitan que se amplíe la cuantía, ya que, a su juicio, el SAS no contempla algunas de las complicaciones a las que se enfrenta la paciente en el futuro.
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