El silencio más difícil: cómo detectar el abuso sexual infantil
La mayoría de menores que sufren esta lacra lo hacen en secreto, aunque suelen experimentar cambios en la conducta que pueden ser advertidos por su entorno
Hay silencios que son muy difíciles de romper porque provienen de un auténtico calvario. Y uno de ellos es, precisamente, el de la infancia y adolescencia que padece abusos sexuales. Los datos del Consejo Europeo, según recalca la Asociación Redime de Málaga, son alarmantes: uno de cada cinco menores son víctimas de esta lacra, y en un 85 por ciento de los casos, los agresores son personas de la familia o forman parte de su entorno.
Como lamenta la presidenta de la entidad malagueña, Eva Medina, «no existe una fórmula matemática exacta» que revele que un menor está sufriendo abusos. «Hay algunos signos que son claros, como cuando una niña de muy corta edad a la que ya le ha venido el periodo se queda embarazada; o cuando contrae una enfermedad de transmisión sexual», ejemplifica Macarena Fernández, mediadora de la organización.
No obstante, también hay una serie de indicadores inespecíficos que, pese a no ser evidentes, pueden ayudar a detectar estas situaciones cuando se da una suma de ellos. «En los más pequeños, por ejemplo, uno de los que más se repite es que vuelven a mojar la cama o pierden el control de los esfínteres cuando era algo que ya habían aprendido; otro indicador son los terrores nocturnos o que, de buenas a primeras, deje de comer», puntualiza Fernández.
No son los únicos, aunque el denominador común está en la serie de cambios que experimentan las víctimas. «Pueden pasar de ser muy sociables a aislarse mucho; otro signo es que quieren recuperar el chupete o la mantita que usaban cuando eran más chicos», agrega la experta. En otros casos, suelen manifestar que no quieren ir al colegio o a las actividades extraescolares, o baja su rendimiento escolar.
«La prevención es clave; un niño informado, que aprenda desde chiquitito a que nadie tiene que tocarle en sus partes porque eso está mal, es un niño protegido»
Un síntoma del que hay que estar pendiente, según recalcan las especialistas, es cuando un niño o una niña muestra unas conductas que son demasiado sexualizadas para su edad. «Esto se ve cuando tienen conocimientos, quizás de vocabulario o comportamientos de contenido sexual que son demasiado específicos para la etapa evolutiva en la que se encuentran», puntualiza María Carmen Heredia, la letrada de la entidad.
En los adolescentes, puntualiza Medina, también se dan trastornos alimentarios, consumo de sustancias o huidas de casa, aunque una de las conductas que más se repite es el comportamiento agresivo. «En estas edades, en muchos casos, ocurren los primeros intentos de suicidios o autolesiones», alerta al respecto Fernández.
La suma de varios de estos indicadores, aclara la presidenta de Redime, se da cuando un menor se ve sometido a situaciones que le generan angustia y, habitualmente, estas se prolongan en el tiempo. «Muchas de las víctimas de los pederastas presentan un compendio de estos síntomas, aunque también se dan cuando un niño tiene otros problemas, como sufrir 'bullying' o cuando hay una situación de maltrato en casa; en cualquier caso, es esencial que sea valorado por un especialista», dice.
También hay niños que, como cuenta la mediadora, aprenden a «ponerse una máscara», por lo que su conducta no experimenta cambios tan perceptibles en su entorno. «Es un mecanismo de supervivencia y también porque es tan duro lo que estás viviendo, y las consecuencias de contarlo dan tanto miedo, que intentas tener el secreto a salvo», sostiene Fernández, quien sabe muy bien de lo que habla porque ella misma también fue víctima de esta lacra en su infancia. «Esa fue mi estrategia, de cara a los demás era la niña más risueña y alegre», comenta.
«De ahí que nuestra principal lucha, a parte de ayudar a las personas damnificadas en su proceso de sanación, sea la de dar herramientas tanto a niños como a padres y colegios para prevenir estos casos», incide Medina. «Es clave; un niño informado, que aprenda desde chiquitito a que nadie tiene que tocarle en sus partes porque eso está mal, es un niño que ya está protegido», sentencia.
Prevención, la clave
Las entidades malagueñas que trabajan con estas víctimas, como Redime o Con.ciencia, no cesan en advertir que la única manera de atajar esta problemática es la prevención. Y, pese a ello, se siguen encontrando con muchas reticencias a la hora de ofrecer sus acciones formativas. «Si la sociedad fuera consciente de que este drama afecta a muchos más niños de los que salen a la luz y de que les deja destrozados hasta que, con suerte, consiguen pedir ayuda y pasan por todo un proceso, seguramente la posición sería otra», consideran.
Según reveló el trabajo 'Prevalencia del abuso sexual infantil en España: un estudio con muestra representativa' (2021), en el que participó la exdocente de la UMA y fundadora de Con.ciencia, Margarita Ortiz-Tallo, un 41,5 por ciento de las personas encuestadas afirmó que había sufrido alguna forma de abuso durante su infancia y, en un 30 por ciento, estos fueron con contacto.
Como especifica la investigadora, este informe también abarca aquellos ataques contra la indemnidad sexual que se perpetran a través de medios tecnológicos, como pueden ser la exhibición de material pornográfico a niños; el envío o la solicitud de imágenes con desnudos, o su toma sin consentimiento: «Estas conductas también son abusos que hacen mella en los menores».
Trauma secreto
De las personas entrevistadas que admitieron haber sido afectadas por esta lacra, un 73 por ciento nunca lo había contado antes a nadie, de acuerdo con el estudio, que estuvo dirigido por Marta Ferragut, del departamento de Psicobiología y Metodología de las Ciencias del Comportamiento, y también contó con la docente María José Blanca.
Son varios los motivos por los que la mayoría de las víctimas jamás desvelan los abusos sufridos en su infancia. El horror comienza, en la mayor parte de los casos, a edades muy tempranas, cuando el menor apenas cuenta con herramientas para reaccionar. Y, por lo general, el agresor suele ser una figura «a la que quieren», de su propia familia o su entorno más cercano.
Un estudio de la UMA reveló que un 73 por ciento de las víctimas encuestadas jamás había hablado de sus abusos
«Son expertos en manipular al niño o a la niña, en hacerles creer que eso ha pasado porque la víctima quería, o que le gustaba», subraya la letrada de Redime. Ahí, indica, ya provoca en el menor unos sentimientos de culpa y vergüenza que, seguramente, también arrastrará durante su vida adulta. «Ellos se aseguran de convencer al menor de que tiene que ser un secreto», agrega.
«Quien sufre estas situaciones, hasta que no se pone en manos de profesionales, sigue reviviendo el trauma con los ojos y el razonamiento de su niñez», afirma al respecto Fernández. La mediadora, además, incide en que los pederastas suelen ser «unos seductores natos, con las víctimas y con sus familias», lo que también provoca en el niño un miedo atroz a no ser creído o a las consecuencias de revelar su secreto.
«También hay casos de disociación; la persona bloquea el trauma hasta que reaparece tiempo después», agrega Ortíz-Tallo. Según apunta, quienes rompen su silencio, que son la punta del iceberg, suelen hacerlo a una media de edad que ronda los 40 años.
Dónde pedir ayuda en Málaga:
La Asociación Redime está en c/ de la Sierra de Gata, 20, Churriana (Málaga); móvil: 603 78 39 24. La Asociación Con.ciencia, situada en c/ Maestranza, 8 (Málaga); móvil: 635 33 17 02. La Asociación ALAS (Adolescencia Libre de Agresión Sexual), con sede en Benalmádena, atiende a menores víctimas de delitos sexuales y sus familiares; móvil: 642 507 554. En caso de querer denunciar los hechos o ser testigo de abusos a menores, puede contactar con la Policía Nacional en el 091, la Policía Local en el 092 o la Guardia Civil en el 062.
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