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Oshim había hecho varias veces el «caminito del río», como ella solía llamarlo. Le gustaba mucho aquel lugar. En Benahavís la llaman la poza de las Mozas, en el paraje de Las Angosturas, un enclave muy frecuentado en verano, rodeado de verde, donde la erosión del agua en la piedra ha creado una especie de tobogán natural. El miércoles, convenció a una amiga para ir. Oshim quería bañarse. Al parecer, murió ahogada.
Tenía 25 años y, como delata su nombre, era de padre asiático, aunque de su madre colombiana heredó los apellidos. Según su entorno, trabajaba en una discoteca de Puerto Banús con la persona que la acompañaba el miércoles, una mujer venezolana de 32 años que se había convertido en su mejor amiga. Su relación comenzó en Málaga, hace más de una década, y luego continuó en Marbella, donde ambas residían actualmente.
El miércoles por la tarde, las dos amigas se desplazaron en coche al paraje de Las Angosturas, saltándose, obviamente, las restricciones de movilidad impuestas por el estado de alarma con motivo de la pandemia del coronavirus. Al parecer, fueron a refrescarse, como demuestra el hecho de que llevaran un par de toallas, que la Guardia Civil halló durante la inspección ocular.
El relato de lo que pasó allí procede de la superviviente, la amiga venezolana, aunque las investigaciones de la Guardia Civil y el examen forense apuntan inicialmente en el mismo sentido. Todo parece indicar que Oshim murió ahogada cuando se bañaba en la poza, probablemente –piensan los agentes– porque desconocía la profundidad y la corriente que tenía. Tampoco se descarta que previamente hubiese consumido alcohol y eso contribuyera al fatal desenlace, aunque ese extremo tendrá que confirmarlo la autopsia.
Según relató a la Guardia Civil la única testigo de los hechos, Oshim se metió en el agua vestida y, en un momento determinado, la perdió de vista. Pese a que la amiga tampoco llevaba ropa de baño, declaró que se lanzó al agua –estaba muy fría, resaltó– y comenzó a buscar a su amiga. La corriente era fuerte, sintió que la arrastraba. Intentó salir, pero no podía. Al final, logró agarrarse a una piedra alta y escapó de la poza, siempre según su relato de los hechos. Desde la parte superior, donde habían dejado las toallas, comenzó a gritar el nombre de Oshim por si la joven había logrado salir por otra zona de la poza. Pero seguía sin verla. Y el agua estaba demasiado verde, demasiado oscura, para encontrarla.
Fue a buscar su teléfono móvil y llamó a los servicios de emergencias, pasadas ya las nueve de la noche. Minutos después llegaron al lugar dos patrullas de la Policía Local de Benahavís y una de la Guardia Civil, que empezaron a coordinar el operativo de rescate, al que se fueron sumando más unidades, ya que la noche iba cayendo y la visibilidad pasó a ser nula.
Los agentes pidieron apoyo a los bomberos de Marbella, que acudieron al lugar y trataron de localizar a la joven. Dado que su amiga la perdió de vista en el agua, todo parecía indicar que se había ahogado y que su cuerpo se había hundido, por lo que se activó un operativo aún mayor, con agentes del Grupo de Rescate e Intervención en Montaña (Greim) de la Guardia Civil y de Actividades Subacuáticas (GEAS). Como había cierta corriente, tampoco se descartaba que pudiera haberla arrastrado río abajo.
Sin embargo, al final no fue necesaria la intervención de los buzos de la Benemérita. El cuerpo de Oshim salió a flote en torno a la medianoche en el mismo lugar en que su amiga la perdió de vista. Al parecer, el cadáver presentaba signos de ahogamiento.
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