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Es una furgo grande, de 7 plazas. Si te la encuentras por la carretera, nada en su apariencia te hará pensar que es un vehículo camuflado de la Dirección General de Tráfico (DGT). Solo la matrícula, si tienes buen ojo. Y la presencia de dos guardias civiles –con mejor ojo que tú– en los asientos delanteros, aunque para entonces ya la habrás adelantado.
«A mí en el Seprona me apodaban el lince», bromea el agente José Miguel. Lo cierto es que ni a él ni a su compañero, el cabo primero Antonio, se les escapa un detalle de lo que sucede a su alrededor mientras transitan por las carreteras malagueñas. Su misión: detectar las infracciones más graves al volante. SUR los acompaña en una jornada de patrullaje.
La furgoneta camuflada, una de las 15 que desde primeros de julio utiliza la DGT para vigilar las carreteras españolas, se encuentra temporalmente en Málaga. De media, los agentes del subsector de Tráfico de la Guardia Civil que patrullan en ella imponen unas 20 multas diarias en la provincia. «No llevamos cinemómetro, así que no podemos medir la velocidad. Nos centramos en las infracciones más graves de los conductores», aclara el cabo primero Antonio.
La sanción estrella es, sin duda, el móvil. Desde la furgoneta, la perspectiva es perfecta. Son las ocho y media de la mañana del miércoles y, al pasar junto a un Renault Twingo, un utilitario de pequeñas dimensiones, el cabo primero observa desde el plano elevado a un conductor usando el teléfono por la ronda oeste y manda a parar a su compañero.
A partir de ese momento, accionan los dispositivos luminosos que a simple vista no se aprecian en la furgoneta. Alto, Guardia Civil. Los agentes buscan un lugar seguro para detenerse en el arcén: la salida de Pedregalejo. Sus compañeros en moto, que escoltan y apoyan el servicio, se paran con ellos para regular el tráfico.
El joven lo niega. «Tenía el teléfono en la mochila». Con educación y muchos nervios, trata de explicar al guardia civil que no iba usando el móvil e incluso se ofrece a mostrarle el registro de llamadas del terminal. «No podemos entrar en eso porque, para empezar, puede haber usado otro teléfono y tenerlo escondido. Lo he parado porque lo he visto perfectamente. Sólo sancionamos lo que vemos muy claramente», explica el cabo primero, que proporciona gel hidroalcohólico al conductor tras devolverle su carné. «Lo hacemos siempre. Es por su seguridad, pero también por la mía».
–«¿Y esto cuánto es?», pregunta el joven, visiblemente disgustado.
Utilizar el móvil al volante es una infracción considerada grave que acarrea una multa de 200 euros (la mitad si se paga antes de 20 días naturales) y la pérdida de tres puntos del carné. Pese a ello, y a la proliferación de los vehículos y dispositivos con 'manos libres', su uso sigue siendo más común de lo que pueda pensarse.
La furgoneta intercepta al conductor de un Maserati flamante con pantalla y navegador a la entrada del falso túnel de Carlos Haya. Lleva el coche con una mano y con la otra sujeta el teléfono en la oreja. No lo niega. «Voy en ruta, un viaje largo, y era una llamada de trabajo. El móvil no se conectó al manos libres y la atendí», se excusa.
«Hemos llegado a pillar a una mujer de cierta edad con la tablet en la oreja mientras manejaba el volante con la otra mano. Decía que no tenía teléfono y que era lo único que utilizaba», recuerda el agente José Miguel. «Hay gente que escribe por WhatsApp o en redes sociales mientras conduce. No son conscientes del peligro», apunta su compañero.
En este periodo de campaña de la furgoneta en Málaga –irá rotando por las diferentes provincias andaluzas– los agentes de la Guardia Civil han detectado, entre las imprudencias más graves, a conductores que se afeitan o se maquillan mientras circulan por la autovía, o incluso a una chica que se hacía un cigarro de liar y soltaba el volante, «aunque son casos excepcionales», precisan.
El riesgo del que advierten los agentes está tasado y en la DGT lo saben bien. Una pérdida de atención de cuatro segundos, que es lo que se puede tardar en encender un cigarrillo o mirar el WhatsApp, supone recorrer, si circulamos a 100 km/h, unos 113 metros sin prestar atención a la carretera. El peligro de sufrir un accidente se multiplica.
El despliegue de las furgonetas es una forma más de combatir la siniestralidad. Según el balance de 2019 de la DGT, las distracciones al volante están detrás de al menos uno de cada cuatro accidentes. Y el principal motivo de esa falta de atención a la conducción es el teléfono móvil. «Su uso multiplica por cuatro el riesgo de sufrir un accidente y el riesgo es equiparable a la conducción con exceso de alcohol», inciden en Tráfico.
El Proyecto ESRA (encuesta europea sobre las actitudes de seguridad de los usuarios de la carretera realizada en 2015) revela que los entrevistados son conscientes de que hablar por teléfono mientras se conduce tiene efectos negativos en la conducción y aumenta el riesgo de sufrir un accidente.
Sin embargo, pese a que la percepción de riesgo es alta, un 38% de los conductores reconoce que habla o manipula el teléfono mientras conduce. El 36% lee mensajes o emails mientras maneja el volante y el 27% los escribe y envía. Según la DGT, que se apoya en los datos del proyecto ESRA, estos porcentajes son «particularmente altos» en los conductores menores de 34 años.
Mientras la furgoneta circula por el carril derecho, es adelantada por un vehículo familiar de la marca Audi. Al 'lince' no se le escapa que el conductor, un hombre de mediana edad, lleva puesto el auricular derecho mientras circula. «Intentemos adelantarlo, a ver si lleva el otro y, si es así, lo paramos», comentan entre ellos los guardias civiles.
El cabo primero Antonio, que ahora está al volante, acelera mientras preguntamos qué más da que lleve un auricular o los dos: «Usar uno solo no es sancionable, hay jurisprudencia al respecto, porque se supone que con el otro oído puedes escuchar si alguien, por ejemplo, acciona el claxon. Solo si vas con los dos se entiende que eres ajeno a lo que pasa a tu alrededor». Efectivamente, el conductor llevaba los dos puestos.
–«Pero si el coche tiene manos libres... ¿qué le ha pasado?».
–«Ya... lo lleva. Pero es que salí de casa con los auriculares y no me di cuenta de quitármelos», se justifica, cabizbajo, reconociendo el error.
Por la MA-21 circula un Megane gris. El conductor maneja el volante con la mano derecha. Lleva la ventanilla bajada y el brazo izquierdo por fuera. «Vamos a observar si es algo puntual o es una costumbre», anuncia el cabo primero. Muchos ni siquiera saben que es una infracción, pero lo es: 80 euros (40 con el pronto pago), sin pérdida de puntos.
Efectivamente, es su forma de conducir, al menos ese día. Cambia incluso de carril y, aunque pone el intermitente, mantiene el brazo fuera. «Voy pensando en mis cosas, un problema familiar», se justifica, con la mirada perdida, tras ser denunciado. «La gente no es consciente de lo peligroso que es. Primero, porque se necesitan las dos manos para conducir. Y segundo, porque ha habido hasta amputaciones». No es una exageración. El último ha ocurrido hace apenas un mes en una carretera del Guadalhorce, donde un conductor perdió el brazo al golpearle un camión.
Teléfono móvil: Hablar por el móvil, manipularlo o usar el navegador supone 200 euros de multa (100 si reconoces la infracción y pagas en los 20 días naturales tras la notificación) y pérdida de tres puntos del carné
Auriculares: Ídem. Si se usan los dos a la vez (uno solo no es sancionable), la multa es de 200 euros y tres puntos.
Conducir con el brazo por fuera de la ventanilla: 80 euros, sin puntos.
Atividades inadecuadas: comer, afeitarse o maquillarse dentro del coche supone una sanción de 200 euros y la pérdida de dos puntos del carné.
Al hablar por teléfono: Pierde la capacidad de mantener una velocidad constante; no guarda la distancia de seguridad suficiente con el vehículo que circula delante; el tiempo de reacción aumenta considerablemente (entre medio y dos segundos, según los reflejos).
Peligrosidad: Algunos estudios equiparan el riesgo de hablar por el móvil a conducir habiendo ingerido bebidas alcohólicas.
Comprar o encender un cigarrillo: i se tarda unos cuatro segundos, a 100 kilómetros por hora, el conductor recorre 113 metros sin mirar la carretera.
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