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La Feria de Málaga más blindada: de patrulla con los centinelas del real

La Policía Nacional despliega unos 200 agentes cada día en el recinto Cortijo de Torres y el Centro para velar por la seguridad de quienes disfrutan. SUR ha acompañado a una de las unidades de uniformados en una de sus jornadas para constatar el dispositivo de seguridad desde dentro

Sábado, 23 de agosto 2025, 00:33

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«Deténgase y saque todo lo que tenga en los bolsillos». La corriente humana que acude al real de la Feria de Málaga no se detiene. Y, cuando pasan las seis de la tarde, empieza a discurrir con bravura, especialmente en la entrada de la avenida Ortega y Gasset. Pero, una especie de telón de acero formado por agentes uniformados de la Unidad de Prevención y Reacción (UPR) de la Policía Nacional de Málaga contiene, filia y cachea. Entre las pertenencias de gran parte de los detenidos -muchos con reclamaciones judiciales-, armas blancas prohibidas y cualquier tipo de droga suficiente o preparada para su venta.

Son unos 200 agentes los que recorren diariamente las calles del recinto Cortijo de Torres y del Centro histórico esta semana para disuadir a malhechores o tratar de capturarlos. Desde las cuatro de la tarde hasta las siete de la mañana, los integrantes de la UPR actúan, sin descanso, en el real, donde se congrega ya la mayoría de feriantes, y SUR acompaña al equipo de mando del Grupo I en su jornada para constatar el dispositivo de seguridad en una Feria, aparentemente, más blindada que nunca.

Los filtros para prevenir que cuelen armas y sustancias estupefacientes se establecen, a primera hora de la tarde, en los accesos de mayor influencia y se prolongan hasta que el flujo ya es mínimo, explica a SUR el jefe del grupo, Óscar Romero. Entre las incautaciones destaca la marihuana, el hachís, las pastillas y el tusi; aunque no se quedan atrás las navajas automáticas, los puños americanos y las defensas extensibles.

La pasada Feria, recuerda el inspector, sorprendieron en un control a una familia con una pistola y 15 cartuchos ocultos en una riñonera. No habían dado las 1.20 horas cuando los policías de la UPR se percataron de un hombre, de unos 40 años, tratando de deshacerse del bolso que llevaba pasándoselo a su mujer, a su hija y a una amiga de esta. Su olfato y experiencia no les falló. Los retuvieron y se interesaron por los efectos que portaban cuando encontraron el arma, preparada para abrir fuego en un recinto ferial abarrotado.

Fotos: Marilú Báez

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A medida que avanza la madrugada, el jefe del dispositivo establece el punto fijo en la zona del botellón, caldo de cultivo de reyertas; mientras que, el resto de agentes se tornan móviles y acuden a cualquier requerimiento. Aunque pueden intervenir a cualquier hora si fuera necesario, es menos habitual, como resulta evidente, durante las primeras horas. Durante las últimas, los comas etílicos, los robos de móviles, los conatos de peleas, las agresiones y los clientes pasados de copas liándola en la caseta se convierten en la norma.

Entre volantes de trajes de flamenca y con reggaeton de fondo, también está el que se ha desorientado buscando los baños, los que preguntan por la caseta 240 y la que pide indicaciones para llegar «al sitio donde montar a los niños». ¿Los cacharritos? «Eso, los cacharritos». Con talante y paciencia, la Policía, a quien todo el mundo acude por nimio que sea el contratiempo, atiende y ayuda.

Como al pequeño de diez años que, sin decirle nada a sus padres, acudió con un amigo a ver las atracciones y se despistó. Los agentes no dudaron en echar su bicicleta a la furgoneta y llevarlo de vuelta a casa. Suerte que recordaba el camino y sabía de memoria el teléfono de su madre. O como a la decena de personas que atienden diariamente por intoxicaciones etílicas: «Alertamos a los servicios sanitarios y, si están solas, nos quedamos con ellas para que no les roben ni les ocurra nada malo».

Pero, no actúan solos. Por la tarde, están acompañados de la Unidad Especial de Caballería de Sevilla, que se desplaza durante la semana de Feria a la capital malagueña para garantizar el orden en el recinto y encargarse del desalojo de los enganches, sobre las 20.00 horas, junto con la unidad montada de la Policía Local. «Además, cuando hay algún problema con caballos, al estar acostumbrados a tratar con ellos, intervenimos nosotros», precisa la inspectora Sheila Maqueda. A partir de las 23.00 -y hasta, prácticamente, el amanecer-, la UPR también trabaja mano a mano con la Unidad de Intervención Policial (UIP) y otros grupos de paisano.

A falta del colofón, la Feria encara la recta final con una veintena de detenciones de los de Romero -frente a los casi 40 con los que cerraron la anterior- y con la percepción, al menos, de una las ediciones con más presencia policial. «Antes los mandos llamaban para preguntar por muertos. Ahora, eso es impensable», comenta el inspector jefe a cargo del dispositivo.

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