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Un profesor de la Axarquía, a prisión por abusar y acosar a una alumna de 12 años durante tres cursos

La Audiencia Provincial condena a once años y diez meses de cárcel al docente, que sometió a la víctima a una situación de férreo control hasta que ella no pudo más y denunció

Lunes, 23 de enero 2023

Abusó de una alumna durante tres cursos. La víctima tan solo tenía 12 años cuando se produjeron los primeros tocamientos en el interior del colegio, en una localidad de La Axarquía. Él tenía 33 años y era su tutor. Con el tiempo, además, empezó a ejercer un control enfermizo sobre la niña, hasta el punto de que la menor no podía ducharse o irse a dormir si no era con su permiso.

Estos hechos han quedado acreditados para la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Málaga, que ha condenado al docente a once años y diez meses de prisión por los delitos de abusos sexuales continuados y acoso. Fue la propia alumna quien, a los 15 años, después de tres cursos de relación tóxica y abusiva, dio la voz de alarma a su familia al sentirse completamente sobrepasada por la situación.

Así se expone en la sentencia, a la que SUR ha tenido acceso. A juicio de los magistrados, el maestro «utilizó su ascendente» como «tutor de su clase para seducir» a la víctima. Su propósito no era otro que «establecer con ella una relación con fines sexuales, aunque pasado un tiempo fue desplegando una conducta controladora de la vida en general de la menor». Así lo demuestran, entre otras pruebas, las casi 3.000 llamadas que el procesado hizo a la chica en poco más de un año.

Todo empezó a finales de 2014, después de que el profesor crease un grupo de WhatsApp -con el consentimiento de los padres- con sus estudiantes para resolver posibles dudas. Así, empezó a intercambiar mensajes en privado con la niña. Estas charlas, en un principio, tenían que ver con cuestiones escolares, «pero poco a poco fueron descendiendo al plano personal, hasta el punto de sostener con ella conversaciones de índole sexual», a pesar de su corta edad y de su inexperiencia en esta materia.

Por aquel tiempo, el docente solía pedir a la menor que se quedase a solas con él en el horario del recreo y un día, de forma sorpresiva, la besó. «A partir de entonces la fue seduciendo», relatan los jueces en el apartado de hechos probados. Los encuentros comenzaron a ser más íntimos y más frecuentes, teniendo lugar muchos de estos episodios en el propio centro en horario lectivo. Por las tardes, cuando la estudiante ya no tenía clase, él la citaba en el colegio al menos una vez a la semana.

Estos abusos también se produjeron en el exterior de la escuela, cuando la recogía en su vehículo o la llevaba a su apartamento. En al menos dos ocasiones ambos pasaron la noche en hoteles de Málaga capital a los que entraban por separado después de que él le diera instrucciones sobre cómo debía vestir, peinarse y maquillarse para aparentar mayor edad y no levantar sospechas.

Férreo control

La niña no era consciente de la relación abusiva en la que se había involucrado. Ya no solo por los contactos íntimos que empezaron mucho antes de que ella cumpliera la edad legal para prestar consentimiento a los mismos, sino por el acoso continuado y el «férreo control de todos sus movimientos» al que fue sometida por parte del maestro.

En verano de 2015, directamente, el profesor prohibió a su alumna que hablara con otras personas. Le exigía las capturas de los chats que mantenía abiertos para conocer el contenido de las conversaciones que tenía y saber en todo momento con quién hablaba. Le impedía realizar «cualquier actividad si no era con su conocimiento y consentimiento, hasta el punto de ni poder ni siquiera ducharse si no era con su aprobación o vigilancia» a través del móvil.

Tampoco permitía a la niña que se durmiera hasta que él la llamaba y le daba las buenas noches, teniendo que dejar el teléfono encendido con la llamada conectada. Le prohibía salir con sus amigas o sentarse en el autobús con otro chico. La alumna no podía ni escuchar música, ver películas o leer libros sin que él se lo autorizase.

Cuando la víctima fue consciente del daño que esta situación le estaba causando, ya con 15 años, decidió romper cualquier tipo de contacto con el procesado. Pero él no aceptó su decisión y empezó a acosarla a través de llamadas y mensajes. También a través de redes sociales, donde llegó a crear perfiles falsos para desprestigiarla y continuar con su acoso.

En poco más de un año se llegaron a contabilizar «2.937 llamadas» del acusado a la menor. En el teléfono del docente también se hallaron imágenes de carácter sexual de la perjudicada, obtenidas a base de insistir a la chica hasta que ella cedía y se las enviaba. Las mismas estaban guardadas en una aplicación que sirve para ocultar documentos.

Una situación que se prolongó durante tres años, hasta que la menor «ya no pudo más» y decidió romper su silencio, relatando a su madre la pesadilla a la que se había visto sometida. La chica, como apuntan los jueces, tuvo que ser atendida en la unidad de salud mental y requirió tratamiento psicológico para afrontar lo sucedido.

Por todo ello, la Audiencia Provincial ha impuesto una pena para el profesor -quien fue condenado por hechos similares en 2022, de acuerdo con las fuentes consultadas- de diez años de cárcel por un delito de abusos sexuales continuados a una menor de 16 años; otra de diez meses por otro delito de abuso sexual; y otro año de prisión por el delito de acoso. En total, once años y diez meses.

Asimismo, tiene prohibido aproximarse a la víctima a menos de 500 metros y de comunicarse por cualquier medio con ella por un plazo de diez años. Por otro lado, se ha acordado su inhabilitación especial para la profesión u oficio, sea o no retribuido, que suponga contacto con menores durante 15 años, así como el cumplimiento de diez años de libertad vigilada. Además, en concepto de responsabilidad civil tendrá que pagar a la denunciante 60.000 euros por los daños morales causados.

Falta de protocolos

En este caso, la acusación particular, que estuvo representada por el letrado Genaro Ortega, solicitaba la declaración de la responsabilidad civil subsidiaria del centro educativo y de la Consejería de Educación y Deporte de la Junta, ya que buena parte de estos hechos ocurrieron en el colegio y, a pesar de los rumores que corrían y que llegaron a oídos de algunos profesores y de la Inspección, no se activó un protocolo tendente a la protección de la niña.

Para los magistrados, «tal configuración de esta responsabilidad subsidiaria de la Administración es nítidamente objetiva». Entre otros motivos, como se indica en la resolución, porque hubo docentes de la junta directiva que tuvieron noticias de que se podía estar dando una posible conducta inapropiada del acusado con la menor y se limitaron a dar instrucciones a los estudiantes por las que no podían quedarse en la clase en horario del recreo.

«Se aprecia un proceder cuanto menos omisivo o poco diligente del centro educativo y de la Inspección Educativa a la hora de aclarar lo que estaba pasando y de adoptar medidas más contundentes para evitar o poner fin a los abusos y acoso dilatados en el tiempo, concretamente durante tres años, que la menor acabó padeciendo», concluyen los jueces, por lo que se ha declarado la responsabilidad civil subsidiaria de la Junta de Andalucía.

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